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El encuentro de dos mundos, ¿neoliberal?
A

fines de 1982, los españoles emprendieron una gran campaña para que sus ex colonias americanas, sobre las que suponían mantener cierta injerencia, se sumaran a una gran fiesta que celebraría el quinto centenario del descubrimiento de América.

Consideraban que era el modo de que su país alcanzara una prestancia que no tenía y la aprovechara para incrementar su presencia económica en ellas, después del enorme descrédito que dejaron tantos años de franquismo salvaje e introvertido.

Comisiones de casi todos los países americanos, creadas ex profeso, se reunieron en Huelva y aplaudieron la idea. Cabe decir que, con base en el españolismo de que adolecen muchos miembros de las clases dominantes y de abolengo de nuestros países, se manifiesta lo que podríamos denominar el síndrome de la Madre Patria. Se contaba también con el aval del sentimiento antiyanqui que percibía en ello una posibilidad de hacerle mella a Estados Unidos.

México se lo tomó con calma, dado el cambio de gobierno federal del año referido, de manera que su correspondiente comisión se formó en el nuevo sexenio y debutó en Santo Domingo en dos reuniones llevadas a cabo en 1984: una, convocada también por España y la otra por la OEA.

Para México cuenta más la primera porque en ella los mexicanos clavamos una pica en Flandes, aunque en la segunda se ganó una cierta resonancia y unas primeras muestras de respaldo que después se generalizaron.

Ahora, la postura oficial mexicana de negarse a festejar el proceso de conquista y colonización que tanto daño, guste o no, causó a las culturas indígenas, que en muchas partes alcanzó ribetes francamente genocidas, la tachan algunos, sin más, como neoliberal y priísta.

Al parecer, la formación católica de muchos no les permite escapar de la tendencia al dogma simplificador, en contraposición con la complejidad de las relaciones sociales y la evolución de la sociedad y la diversidad de las circunstancias. Algo muy similar a la marxofagia (una deformación generalizada antaño del materialismo histórico sin la formalidad y la seriedad de éste).

Neoliberal le llaman algunos ahora al empeño por negarnos entonces a seguirle la corriente a una España que no había dejado de ser franquista, con todos los matices que ello implica.

Me pregunto si no era eso lo mejor que podíamos hacer en aquellas circunstancias. Por otro lado, ¿puede negarse que fuera atractivo fortalecer la conjunción de de pueblos donde no todo es indigenismo y se habla más o menos un mismo idioma? Calificar de manera tan drástica y esquemática como anti-indigenismo neoliberal, sin tomar en cuenta la circunstancia del tiempo constituye una suerte de beatería.

No fue León-Portilla el único culpable de que se hablara de conmemorar el encuentro con todos sus asigunes. Si bien él lo escribió en 1959, este servidor lo hizo también en 1969 en una revista tapatía y nos dio mucho gusto que Jesús Reyes Heroles nos hiciera saber que había hecho lo propio en un artículo publicado en 1947…

La verdad es que la idea de no celebrar el encuentro estaba en el ambiente y los miembros de la Comisión nos apropiamos de ella y, aunque les moleste a algunos, le dimos vuelo por una buena parte del mundo. También cabe recordar que la respaldó, entre muchos personajes notables, don Bernardo Sepúlveda Amor, uno de nuestros mejores cancilleres.

Por cierto, contra lo que algunos dicen ahora, el Vaticano y la Jerarquía mexicana también rechazaron la idea en ese entonces, pensando en abonar a favor de la difusión de algo más o menos católico en aquellos siglos en que este credo reculaba en Europa…

También vale recordar que, para denostar la idea de encuentro también se invoca a mi admirado amigo Josep Fontana, con quien traté varias veces el tema y se manifestó siempre de acuerdo con ella… El hombre contribuyó, lo mismo que el suscrito, a que la Comisión catalana eliminara pronto de su nombre lo de descubrimiento y se quedara sencillamente como América-Cataluña, 92.

Tachar de neoliberal aquel planteamiento que ganó tanto prestigio es un anacronismo indigno de historiadores de postín.

Atentamente, s.a.y.s.s.