on creciente intensidad las múltiples vicisitudes que acarrea la sucesión presidencial van delineando la actualidad mexicana. La ebullición lleva ya tiempo borboteando y los ingredientes que la definirán se han ido plantando con la suficiente penetración y claridad. De aquí en adelante no habrá paso, ni tiempo, ajeno a tan complejo e importante suceso. Su propia dinámica y consiguiente desarrollo se irá imponiendo sin pausa ni descanso.
Mientras, y en espera de los siguientes capítulos, la versión presente se hace acompasar de ribetes financieros y sus efectos inciden y se condicionan con la conducta del producto interno bruto (PIB) del país. De esta manera, la inasible inflación, que afecta con furor a la economía estadunidense, esparce sus agresivos tentáculos por el mundo. Pero, en especial, y para nosotros, la mirada debe centrarse en lo que podrá, o no, ocurrir en México.
Al mismo tiempo y para mejor ubicación, se debe recoger lo que sucede en otras regiones. La utilidad comparativa auxilia a calibrar mejor lo propio para extraer lecciones vitales. En Argentina, por ejemplo, la inestabilidad concomitante con la galopante inflación y el heredado endeudamiento del propio país ha provocado una hilera de renuncias y nombramientos en el gabinete central que parecen irracionales. De pronto y por rivalidades entre un acosado Alberto Fernández y el protagonismo de Cristina Fernández de Kirchner se encumbra, súbitamente y como solución aparente, a un nuevo superministro de economía (Sergio Massa). Este personaje, al menos en los medios de desinformación, ya rivaliza en poder con el mismo presidente. Mientras, el peso argentino, por su propia debilidad, sufre el golpeteo constante de los mercados que aletean la avidez ciudadana. El peso se desdobla en dos versiones de valor: el normal y el llamado blue que hoy se cambia a varias veces más que el primero. Un desbarajuste ya visto por los sureños con anterioridad. En Colombia, de pronto, la sed por el dólar parece no encontrar reposo. Las olas provocadas pondrán al recién estrenado Gustavo Petro en problemas adicionales a los de la guerra. En Perú y desde la misma elección del maestro indígena de primaria (Pedro Castillo) lleva ya varios cambios de gabinete completo. La inevitable inestabilidad concomitante, provocada desde adentro por la derecha autóctona, magnifica los impactos inflacionarios actuales. La gente, en las calles, exige mejores precios de los combustibles, tal y como sucede en el Ecuador.
En Alemania se imponen a sí mismos duchas frías y apagones en las luces a consecuencia de su aguda dependencia del gas ruso. No podrán, al menos en el mediano plazo, mitigar la posible ausencia completa de ese vital combustible. Y todo ello como una consecuencia, no bien prevista, de las alocadas cuan soberbias sanciones impuestas a su ahora temido vecino ruso. Los italianos entran en su casi acostumbrada turbulencia en la cumbre política ante, entre otras cosas, los temores a quedarse sin la suficiente energía inducida por sus posturas ante el conflicto ucranio.
La inflación en toda la Unión Europea ya causa fuertes dolores y tensiones al poder y los ciudadanos sin tener una clara previsión futura. La discusión sobre la inevitabilidad de la recesión estadunidense será, sin duda, la disputa central en las venideras elecciones en ese país. La ya de por sí débil figura de Joe Biden abrirá un peligroso frente de ataque de sus rivales.
Las lecciones derivadas hacen inevitable meditar en la actual estabilidad de México. Muy a pesar de la excesiva inflación (8 por ciento) se conduce la economía con rumbo cierto. No hay inestabilidad alguna que sea inducida por la conducta del Ejecutivo federal ni tampoco por la siempre tendencia a la especulación de los mercados. El griterío por la ausencia de la inversión, junto con la eventual recesión imaginada y la insistente llamada para aprovechar el conflicto chino-estadunidense, integra toda una corriente difusiva crítica. La atrincherada oposición de derecha intenta, vanamente, centrarse en algo más que su feroz rechazo a las políticas populares del gobierno. Han delineado, con insistente parloteo, la imagen de un país en crisis y un gobierno ineficiente y caótico. No tendrán, entonces, competidor para 2024.
Los tanteos sobre cuál de los, ya en abierta campaña, aspirantes a la Presidencia es, o sería, la menos mala opción para sus masivos intereses, esparce dudas crecientes. Van descobijando sus preferencias con redoblado furor. Lo cierto es que, tanto Ebrard como Claudia y Monreal han explicitado sus visiones a futuro. La manera en que estas ofertas se correspondan con las necesidades y pulsiones del pueblo centrarán sus disputadas preferencias.