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Despertar en la IV República

Despedida

L

a semana pasada convine con Ignacio Marván reunirnos a comer el martes 26. Esto no se pudo porque Nacho enfermó y me advirtió que después me buscaría, lo cual, conociéndolo, me pareció una forma cortés de desplazar a una fecha incierta la posibilidad de platicar. Hace dos días, en la mañana, me enteré de que había muerto, no supe cómo. Sentí un fuerte dolor porque le tenía una gran simpatía y admiración.

Lo conocí en 1993, en la sala de juntas del Gobierno del Distrito Federal, cuando Manuel Camacho era regente y Nacho su asesor. Ahí conocí a Marcelo Ebrard, discípulo preferido de Camacho, quien defendió con bravura iniciativas democráticas, pero se encontró con el ala conservadora priísta que consideraba que de exponerse al voto el DF, probablemente el partido único perdería la elección y el sistema empezaría a resquebrajarse, lo que sucedió desde 1997.

Eran relativamente frecuentes nuestras reuniones con Camacho que propiciaba algunas de nuestras iniciativas y quien era una especie de secretario de la apertura democrática. Discutimos con él la organización de un plebiscito para impulsar una reforma que convertiría al Distrito Federal en entidad autónoma. Nacho estaba en esa línea. Después coincidimos en el gobierno de López Obrador, él como uno de los principales asesores, y yo en la Secretaría de Gobierno. Establecimos una fuerte amistad.

Tuvo mala suerte cuando optó por puestos políticos. Parece que le gustaba más la vida académica, la reflexión y escribir. Creo que era el más fino analista y que entendía como ningún otro a AMLO, quien le tenía gran estimación. Tuvimos un contacto bastante estrecho hasta antes de que él se desplazara definitivamente al trabajo académico. Discutí con él su libro acerca de cómo fue construida la Constitución de 1917, estudio muy riguroso que destruyó los mitos sobre supuestos partidos o corrientes dentro del constituyente.

No creo en el cielo ni en el infierno, pero me gustaría que hubiera una instancia posterior a la muerte donde charlar con los amigos que se hubieran adelantado. Me gustaría reunirme con Nacho y escuchar sus análisis premonitorios certeros. También gozaría de su sentido del humor y su bonhomía.