l menos en cinco momentos, en los últimos 100 años, hay descensos y estancamientos de las compensaciones reales a trabajadores estadunidenses, siempre orientados a frenar la caída de la rentabilidad general de la economía. Pero también en esos momentos hay ausencia de creación de empleos e, incluso, supresión de ocupaciones existentes. Sí, en Estados Unidos –en realidad en todo el mundo– se utilizan estos mecanismos para resarcir un poco –a veces muy muy poco– la tendencia descendente de la rentabilidad general. O, al menos, evitar su descenso.
En síntesis, estas agresivas
acciones representan una pérdida neta de capacidad adquisitiva de los trabajadores, con ello, los ocupados no sólo dejan de ganar poder adquisitivo que –en principio– disminuiría la desigualdad, también lo pierden, lo que en definitiva profundiza dicha desigualdad, y cuando –por múltiples razones– aparecen fenómenos que deprimen la rentabilidad general o, incluso, la de ciertas esferas específicas, estos mecanismos se agudizan.
La lucha por el excedente es violentísima. Ya no sólo entre capital y trabajo, también entre los diversos capitales individuales, entre las diversas esferas y ramas de actividad. El neoliberalismo nace en este contexto. No es asunto de buenos y malos. Es de intereses de clase. Si no comprendemos esto, no atinamos a indicar los lineamientos que pueden disminuir la desigualdad y mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, pero –por paradójico que parezca– de toda la sociedad.
¿Lo comprenderán los siguientes gobiernos que luchen contra la desigualdad, no sólo en México, sino en toda América Latina, en realidad, en el mundo entero?
La historia de las compensaciones medias reales muestra cinco momentos agresivos: De 1930 a 1936, con compensaciones estancadas.De 1945 a 1949 descendentes. De 1973 a 1981 también descendentes.De 1988 a 1996 estancadas y de 2007a 2013 también estancadas.
Cierto –lo indican especialistas– la resultante de 100 años es un ascenso medio de poco más del uno por ciento al año. ¡Hay productividad! Pero esos cinco momentos de ataque a las remuneraciones son terribles. Si, además agregamos la situación del empleo, descubrimos realidades más dramáticas. De 1930 a 1936, el desempleo alcanzó hasta 24 y 22 por ciento de la fuerza laboral en el año, es decir, de personas residentes en el país de 16 años y más que no están en instituciones penitenciarias u hospitalarias.
De 1945 a 1948 con desempleo máximo del seis por ciento. De 1973 a 1981 con tasas de hasta 9.7 por ciento. De 1988 a 1996 de hasta 7.5. Finalmente, entre 2007 y 2013 con tasas de hasta 9.3 y 9.6 por ciento y como caso extraordinario, en los momentos de la pandemia, con tasa media anual de 8.1 por ciento, con valor histórico máximo en abril de 2020 de 14.7 por ciento.
Estudiemos más qué sucede cuando aparecen esas pugnas agudas y violentas contra trabajadores y entre diversas ramas, cuando hay elevación de precios de materias primas, de petróleo y gas natural como hoy.
Lectoras y lectores generosos sugieren atender los momentos de transferencias extraordinarias hacia actividades comerciales, financieras e inmobiliariasa esferas como informática, inteligencia artificial, telefonía y comunicaciones. Y a nuevas tecnologías como autos eléctricos, nuevas baterías, otras. Y subrayan la urgencia de observar a los hombres más ricos de hoy, cuya mayoría resulta de transferencias hacia actividades que no merecerían esa riqueza. Eso es posible –concluyen– por el poder de mercado. Y por múltiples artimañas, incluida la corrupción. ¿Cómo modificar hoy y mañana estas tendencias? ¡Seguiremos en esta visión de largo aliento! De veras.
NB: Se nos fue el brillante isngeniero Guillermo Ortega Rodríguez. ¡Terrible pérdida! Extrañaremos su agudeza técnica y su sensibilidad humana en la prospectiva eléctrica. Sin duda. Abrazo a la familia Ortega Serratos.