ste domingo terminó la 109 edición del Tour de Francia, con la eclosión de un nuevo ídolo popular y el coronamiento del ciclista danés Jonas Vingegaard. Coincidencias del azar, este tour tuvo su inicio en Dinamarca, pues desde hace algunos años, los organizadores de este concurso ciclista decidieron extender su área a otros países europeos. En esta competencia, ahora internacional, participan velocipedistas de todo el planeta. Así, se han podido revelar campeones italianos, españoles, ingleses, estadunidenses, colombianos, jóvenes héroes con quienes el pueblo se siente unido porque se reconoce en ellos.
A sus 25 años, Vingegaard ofrece la corona a Dinamarca, su país de origen, donde los festejos en su honor no se harán esperar. País sureño de Europa del norte, de sus habitantes emana la calidez típica de las naciones meridionales. Tuve la suerte de sentir ese calor humano desde mi llegada a París en 1975. Fue en el taller de litografías Clot, Georges et Bramsen, dirigido en esa época por un gigante danés: Peter Bramsen, quien trasladó el antiguo atelier donde trabajaron los impresionistas, entonces situado en la calle de Cherche-Midi, a la de Vieille du temple en el barrio del Marais. Puedo decir que encontré una verdadera familia con los Bramsen, Peter y su mujer Ingrid. Deben haberme adoptado, en gran parte, gracias a Francisco Toledo, el primer artista mexicano en cincelar sobre los bloques de piedra los dibujos para las litografías impresas en ese taller. Otros pintores mexicanos llegarían a trabajar con Bramsen. En ese mítico atelier conocí a Roland Topor, a Juan Soriano, ya entonces una leyenda, a Antonio Saura, a Wilfredo Lam, a Roberto Matta, entre otros grandes artistas del siglo XX.
El ambiente en el taller era amigable y festivo. Cerca de mediodía, Peter gritaba desde el umbral de su puerta a la carnicería ubicada en la acera opuesta solicitando que le enviaran voluminosos bistecs que él cocinaba para artistas y obreros. Los comensales, con el apetito abierto por los aromas culinarios, se reunían alrededor de una larga mesa situada al lado de una pared de donde colgaba la vista de un gran velero. Bramsen dirigía el taller como un capitán su navío. Antonio Saura escribió un magnífico relato sobre el capitán Nemo Bramsen y su tripulación de pintores. De un pueblo de navegantes, Peter poseía un velero que condujo hasta México. Hace unos cuantos años, una de esas sacudidas imprevisibles del viento, súbitas y violentas como un abrazo de huracán, estrelló a su velero contra un peñasco. Quedé viudo
, me relató con la desolación del Inconsolable de Gérard de Nerval.
Hace tiempo, para rectificar un calumnioso rumor sobre los orígenes de mi cocodrilo, feroz mascota del atelier, narré sus aventuras en el primer y único texto que he escrito en francés. Después de una larga errancia por las calles de París, mi hermoso y vagabundo animal encontró asilo junto a la vidriera que sirve de bóveda al taller, desde donde vigila con su mirada falsamente adormecida el trabajo de los artistas que, como el tiempo, saborea antes de devorar con glotonería.
Durante mucho tiempo, Toledo, cuando aún se trepaba a un avión, venía a visitar a Bramsen con fidelidad amistosa. En casa de Peter, conoció a una amiga de Ingrid, creadora danesa de tejidos de arte. El matrimonio entre Francisco y Trini selló la unión entrañable entre México y Dinamarca.
El domingo que clausura el Tour de Francia 2022, se gozó de un doble espectáculo: la llegada por la calle de Rivoli a los Campos Elíseos, donde culmina el tradicional Tour y donde se inició el primer Tour de Francia femenino en el corazón de París, unas horas antes de ver en esos mismos lugares la competencia final y endiablada entre los atletas masculinos conocidos como sprinters.
El espectáculo continuará con las ciclistas que darán la vuelta a Francia para seguir ofreciendo la visión de sus paisajes, sus monumentos y su historia.