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Tiempos de cambio
E

l acuerdo al que se llegó entre Ucrania y Rusia para movilizar el trigo de uno y los fertilizantes del otro fue efímero. La tinta con la que se firmó el documento estaba todavía fresca cuando Putin, a traición, bombardeó Odesa, en el mar Negro.

Esto será un duro golpe para las expectativas de mejoría en el abasto de dichos productos y el alivio de la escasez que se ceba con diversos países e, incluso, evitar una crisis alimentaria extendida. También se entorpece el impulso para atemperar la alta inflación global. Ahora es incierto, en el mejor de los casos, cómo se transmitirán estas condiciones en las cadenas de producción y el abasto al menudeo. Un empeoramiento sería previsible.

La intempestiva violación del acuerdo agrava la situación entre los dos países en guerra declarada desde el 24 de febrero pasado; en medio de un conflicto que tiene como antecedentes la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y la escalada militar en la frontera desde principios de 2021.

El fiasco del acuerdo podría alterar las condiciones de la guerra. El apoyo europeo a Ucrania, con el suministro de armas, equipo y apoyos logísticos y políticos podría replantearse por razones diversas.

Una de ellas tiene que ver con la provisión suficiente de gas para sobrellevar las tórridas temperaturas veraniegas en los países de la parte occidental y a las bajas del invierno.

El precio del gas sigue siendo muy alto y en las semanas recientes ha ido para arriba. El abasto se negocia mediante gestiones de la Unión Europea y, también, por parte de cada país. Por ejemplo, en la península ibérica se ha acordado el flujo desde el norte de África. En Alemania, se trata con Rusia en torno al uso del gasoducto Nordstream. Hasta ahora se habla de un aprovisionamiento a 40 por ciento de las corrientes usuales, lo que pone a ese país en una situación muy riesgosa. Ya se habla de la solidaridad que se requerirá para compartir las condiciones de escasez entre los países de la Unión. Con ello, se plantea otro modo de riesgo social y político de difícil previsión.

La voluntad de la Unión Europea ante la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia estará a prueba cada día más. A eso contribuyen hoy dos cuestiones destacables. Una es financiera y se desprende de que, finalmente, el Banco Central Europeo anunció la subida de la tasa de interés de referencia en medio por ciento para contener la inflación. El Euribor, la tasa interbancaria, repercutirá en el precio de los préstamos y de inmediato en las hipotecas. En este periodo de alta inflación, la reacción en cada país de la UE puede no ser convergente y lo mismo ocurrirá con las condiciones de una recesión esperada en unos meses.

Otra cuestión es política y con diversas aristas. Hoy, se centra en Italia, con la caída reciente del gobierno de coalición de Mario Draghi. Habrá nuevas elecciones, cosa muy poco notoria en ese país, el 25 de septiembre y según las encuestas se perfilan para llegar al gobierno los partidos de la derecha radical Los Hermanos de Italia y la Liga, también el disfuncional Movimiento 5 Estrellas y, sin faltar, Forza Italia, del eterno Silvio Berlusconi y ahora en un entorno interno de poca cohesión.

Un resultado favorable a la derecha extrema haría la situación política más propenso a Putin. El escenario muestra también la persistente inclinación autoritaria del primer ministro de Hungría Viktor Orbán y las constantes fricciones que se generan con el gobierno de la UE en Bruselas.

Así pues, el consenso general que ha prevalecido en la UE podría hacerse más frágil e incluso romperse. Si esa fractura fuese muy grande se puede llevar por delante diversos acuerdos políticos, sociales y diplomáticos armados durante muchos años. Hasta el mismo euro como moneda común podría estar en riesgo.

Las voluntades de los ciudadanos, los políticos y el poder económico europeos se pondrán a prueba irremediablemente, y como dijera el poeta de Portugal Luis de Camôes: Mudam-se os tempos, mudam-se as vontades. Muda-se o ser, muda se a confiança. Este me parece un muy buen marco de referencia para pensar en Europa, tan diversa, en esta etapa de conflictos y contradicciones.

Europa en guerra es, sin duda, un escenario que genera fuertes tensiones en distintos ámbitos. La secuencia de los hechos militares y sus repercusiones políticas y económicas será de mayor tensión. Entretanto las piezas del tablero mundial se siguen moviendo y se redefinen los espacios disponibles. El caso de China y su zona de influencia en Asia es de primera importancia y se puede citar a la India o el Medio Oriente con la creciente participación de Irán y Turquía. Un caso como el recientemente ocurrido con la protesta social en Sri Lanka tiene que estar en la mira.

Las naciones tendrán que tomar decisiones de gran relevancia para acomodarse en el nuevo tablero mundial. Así ocurre en el caso de México y, por ejemplo, las fricciones que se están dando en el marco del T-MEC. La responsabilidad última del gobierno está en ampliar las condiciones del bienestar y no en la reproducción de la pobreza y la falta de oportunidades. En este caso no se trata sólo de voluntades, por mejores que esas sean. Se trata de una visión estratégica de largo plazo, de los recursos que se puedan movilizar para generar riqueza y distribuirla mejor. Eso se sujeta a una condición insalvable que se deriva de los medios disponibles y los costos reales e implícitos de lo que se pretende hacer.