Indefensión y confianza
na lectora escribe: “Me movió a una reflexión, no ausente de preocupación, el párrafo de su columna anterior donde dice que ‘esta obsesión por evitar a La Puntual, como si la muerte no fuera parte de la vida, desemboca en un vitalismo tan ofuscado como lucrativo para una minoría en perjuicio de las mayorías’, así como la frase final del doctor Olivera: ‘Quien no aprende a vivir, teme morir’, pero el problema es que ese aprendizaje de vida no lo proporcionan familia ni escuela y mucho menos los medios electrónicos. ¿Qué hacer ante esa indefensión?”
Si por un lado se afirma que los no vacunados son cinco veces más resistentes a enfermarse que los vacunados, y que la población inmunizada se enferma 500 por ciento más que la no vacunada de otras enfermedades a cambio de nada, pues la vacuna no evita el contagio ni la transmisión del covid, y por el otro se nos ametralla con noticias de nuevos brotes e incremento notable de fallecidos por el virus en boga, ¿para dónde hacernos?
Aceptar es reconocer que algo es como es, antes de cualquier intento nuestro por modificarlo y frente a una situación problemática: la aceptas, la cambias o te alejas; en el caso de esta indefensión individual y colectiva, todo indica que al no haber mayores posibilidades de revertirla sólo nos queda adoptar una aceptación alerta, pues alejarnos apenas varía el escenario sin disminuir la sobrexposición diaria de propios y extraños.
Pero aceptar no es rendirse ni claudicar, mucho menos soportar indignidades, enfermarnos con nuestros enfermos o morirnos con nuestros muertos, sino echar mano de nuestras herramientas. Tras aceptar hay que saber soltar, dejar ir, que no es indiferencia o distanciamiento, sino empatía que relativiza, sabedores de que nadie vive la vida de otro porque no tiene los mismos ojos. De ahí la conveniencia de controlar con criterio a infantes y adolescentes, no con acomplejadas imposiciones, sino confiados en su capacidad de aprender a partir de un encauzamiento, de sus decisiones y de las consecuencias que estas acarreen. El afán protagónico de querer solucionar los problemas ajenos genera desgaste y antipatía, no reconocimiento.
Apoyar sin estorbar es una definición del amor menos abstracta, menos romántica y más realista. Si a esto procuramos añadir el sólo por hoy y el ahora y aquí, la sensación de indefensión disminuye y la confianza en un autoblindaje interior aumenta.