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Otro 19 de julio infame en Nicaragua
E

n 1979 el verano estaba especialmente agradable en París. Faltando poco para las 8 de la noche del martes 17 de julio, Martha y yo llegamos al departamento donde vivía Ernesto Gonzalez Bermejo, gran periodista uruguayo exiliado en Francia desde hacía unos ocho años.

Con un buen vino, los tres esperábamos al otro invitado, Regis Debray, figura emblemática desde su cercanía con el Che Guevara en Bolivia, unos 10 años antes. La cena de milanesa, todo un lujo ofrecido por un exiliado en una ciudad cara como París, serviría para que Martha y yo conociéramos a Debray.

Poco después, él llamó por teléfono. Pedía excusas, pero no podría llegar: estaba embarcando de última hora para Nicaragua.

Nosotros tres sabíamos de los avances de los sandinistas en aquel pequeño y hermoso país centroamericano. Imaginamos que Debray tendría algún compromiso de urgencia con sus dirigentes.

Al principio de la noche del jueves 19 de julio de 1979 supimos la razón de tanto apuro del francés: él quería estar presente cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional tumbase de una vez a la dictadura de la familia Somoza, instalada desde hacía décadas en el poder. El sanguinario clan familiar ya no iba más a sofocar a Nicaragua y a su pueblo, finalmente liberado de las sombras.

Aquel 19 de julio los sandinistas avanzaron sobre León, la segunda ciudad del país, y luego sobre la capital, Managua, fulminando un largo tiempo de expoliación, violencia y corrupción.

Entre los muchos símbolos de aquella victoria histórica había una joven de 23 años, flaca, de boina y cabellos cortos, la estudiante de medicina Dora Téllez, la guerrillera que meses antes había participado de la toma del Palacio Nacional como la Comandante Dos de la operación encabezada por el Comandante Cero, Edén Pastora.

Conocí a los dos en mi primer viaje a la Nicaragua sandinista, algunos meses después de aquel 19 de Julio. La verdad es que me cuesta el alma recordar aquellas jornadas plenas de esperanza. Todo quedó congelado en un tiempo traicionado.

Pasados 43 años, en este 19 de Julio de 2021 Dora Téllez sobrevive confinada en condiciones inhumanas en El Chipote, la cárcel lúgubre especialmente elegida para ella por la pareja instalada en el poder: el ex guerrillero Daniel Ortega, también dueño de un pasado que él mismo se encargó de ensuciar a más no poder, y su señora esposa, Rosario Murillo.

El Chipote quizá sea el símbolo más concreto de hasta qué punto esos dos supieron hacerse inmundos con su sed infinita de poder.

Dora vive aislada, en la más profunda oscuridad. Todo lo que su familia sabe de ella es que adelgazó de manera asombrosa, que presenta una palidez terrible, pero mantiene una mirada precisa, certera y aguda. Una mirada que quizá sea el símbolo más claro de la traición cada vez más sucia de Ortega.

Detenida desde junio de 2021 junto a otros antiguos guerrilleros sandinistas históricos, además de opositores, periodistas y los candidatos que disputaron las últimas elecciones con Daniel Ortega, Dora sobrevive como uno de los símbolos de la dignidad herida.

Un sinfín de organismos internacionales de defensa de los derechos humanos denuncian sin parar las condiciones extremadamente crueles impuestas a los adversarios de la pareja dictatorial. Son celdas que no tienen luz o quedan iluminadas las 24 horas del día, sin atención médica y con alimentación escasísima.

Uno de los compañeros de martirio de Dora, el histórico sandinista que fue ministro de Relaciones Exteriores, Víctor Hugo Torres, murió en la cárcel.

El general Hugo Torres, Comandante Uno del ataque al Palacio Nacional que liberó, entre otros presos de Somoza, al propio Daniel Ortega, fue despachado hacia un hospital, donde murió luego de sufrir un colapso en la cárcel por no haber recibido atención médica para un grave problema de salud que tenía al ser encarcelado.

A lo largo de un año de cárcel cumplido ahora en junio, sólo fueron permitidas a los presos ocho cortas visitas de familiares. Los 47 opositores han sido condenados a penas que van de ocho a 14 años de prisión, en juicios en que no tuvieron amplio derecho de defensa.

Las más relevantes figuras del traicionado sandinismo murieron, están presas o viven exiliadas.

La desenfrenada y cruel persecución de la pareja dictatorial contra los que no se unieron a su proyecto de toma absoluta del poder empezó en 2018. Desde entonces, Nicaragua vive una tremenda y trágica vuelta a los peores tiempos de la dinastía anterior, la de los Somoza.

Y lo más infame de esa situación es ver a la pareja Daniel Ortega-Rosario Murillo llevando a cabo semejante distorsión, semejante perversidad, mientras hablan a nombre de una revolución que ayudaron a llevar a cabo, por cierto, pero que sepultaron de manera cada vez más abyecta, cada vez más criminal.