os datos ofrecidos por la ONU en sus Perspectivas sobre la Población Mundial 2022 dan cuenta de una población global creciente, que plantea desafíos importantes que pueden resolverse aprovechándolos para mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos. Lo que más se ha difundido es que el 15 de noviembre próximo nacerá el habitante 8 mil millones. Junto con ello, se advierte que en 2023 China ya no será el país más poblado, siendo desplazado por India. Para valorar esta información conviene ver hacia adelante, es decir, las proyecciones, pero también recordar la situación demográfica reciente.
Viendo hacia atrás, tenemos que el 11 de julio de 1987 el mundo alcanzó una población de 5 mil millones de personas. Doce años después, el 12 de octubre de 1999, llegamos a ser 6 mil millones, creciendo 20 por ciento. El 31 de octubre de 2011 fuimos 7 mil millones, creciendo en estos nuevos doce años 16.7 por ciento. Cuando el 15 de noviembre próximo lleguemos a 8 mil millones, habremos crecido 14.3 por ciento. Crecemos, pero reduciendo el ritmo. Viendo hacia adelante, considerando las proyecciones, en 2030 podríamos llegar a 8.5 miles de millones, a 9.7 en 2050 y a 10.4 miles de millones en 2100. Dimensiones poblacionales que, sin duda, plantean desafíos mayores. Definitivamente crecemos, y alcanzamos una población de un tamaño desafiante, pero lo hacemos a un ritmo menos rápido.
Este crecimiento poblacional está explicado por la tasa de fertilidad y el decrecimiento de los niveles de mortalidad. La primera se ha mantenido en niveles altos, pero que han disminuido: en 2021 la fertilidad promedio por mujer durante su vida llegó a 2.3 nacimientos, lejos de los 5 nacimientos registrados en 1950. Para 2050 se estima que esta tasa llegará a 2.1 nacimientos. Hay claramente un descenso en este indicador que ilustra consideraciones sociales que han modificado la dinámica poblacional.
El segundo factor para explicar el crecimiento poblacional es la reducción de los niveles de mortalidad. Medida a través de la esperanza de vida al nacer (EVN), registramos un dato de 72.8 años en 2019. Esta EVN aumentó nueve años desde 1990. Este dato promedio incorpora que las mujeres tienen globalmente 5.4 años más esperanza de vida que los hombres, de modo que su EVN es de 73.8 años, en tanto que la de los hombres es de 68.4. Las proyecciones sugieren que la EVN promedio llegará en 2050 a 77.2 años. Globalmente vivimos un proceso de envejecimiento poblacional que será más intenso en las siguientes décadas. Tenemos ya una importante parte de la población con necesidades diferentes.
Este panorama global difiere a niveles nacionales. Existen países que siguen teniendo altos niveles de fertilidad, en tanto que otros muestran una población relativamente estable o incluso decreciente. Estas diferencias se asocian a los desiguales entornos en los que se vive. El crecimiento poblacional de los 10 países más poblados en 1990 ilustra estas diferencias: entre 1990 y 2022, las poblaciones de China y Estados Unidos, las dos potencias mundiales, crecieron entre 25 y 37 por ciento; India, segundo país más poblado, Indonesia, Brasil, y Bangladesh crecieron entre 50 y 60 por ciento; la Federación Rusa, resulta un caso especial ya que decreció 2.3 por ciento; Japón, por su parte, mantuvo su población prácticamente igual entre 1990 y 2022; Pakistán y Nigeria duplicaron su población creciendo más de 100 por ciento. México, que en 1990 era el undécimo país por su población creció 58 por ciento, ubicándose en el décimo lugar en 2022.
Las consecuencias de la desigualdad se confirman cuando más de la mitad del crecimiento poblacional entre 2022 y 2050 se concentrará en ocho países claramente pobres: Congo, Egipto, Etiopía, India, Nigeria, Pakistán, Filipinas y Tanzania, en tanto que 61 países reducirán su población en los próximos 28 años uno por ciento o más. Esta situación señala una posibilidad de actuación global importante: en países con tasas de fertilidad muy altas, con estructuras demográficas con predominio de jóvenes, es posible a través de la acción global disminuir las tasas de fertilidad en medidas no despreciables, asegurando que los nuevos habitantes tengan mejores condiciones de vida.
México también presenta modificaciones en su estructura demográfica como los que se registran globalmente. En 2000, la población mayor de 60 años representaba 7.1 por ciento; en 2010 subió a 9.9 por ciento, este 2022 alcanzó 15.5, para 2030 se proyecta 22.1, para 2040 un 30.1, y para 2050 llegaríamos a 37 por ciento. La consolidación de estos cambios en la estructura demográfica propone necesidades que ya han aparecido en los países desarrollados y que han propuesto la creación de nuevos puestos de trabajo. De esta experiencia habrá que aprender.