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Aterrizar suave o duro
H

oy, el escenario económico en el mundo está definido por las altas tasas de inflación. Esto ha provocado un vuelco en las políticas monetarias hacia la subida de las tasas de interés.

En el sistema monetario se mantiene la jerarquía del dólar de Estados Unidos. Lo que hace la Reserva Federal (Fed) con las tasas de interés repercute en los países cuyas monedas y, sobre todo, sus sistemas financieros, es decir, los grandes bancos, están vinculados al dólar. El caso de México es claro, el banco central aquí responde a las decisiones de la Fed alzando también las tasas en pesos. Pero lo mismo ocurre en la Unión Europea con el euro y, también, en China con el renminbi y en otros países.

La secuencia de las acciones indica que a mayores tasas de interés se espera una reducción del gasto de inversión y consumo, por el costo del crédito. La transmisión de estos efectos no es inmediata.

Hay cuestiones que en el corto plazo aparecen fuera del guion. Por ejemplo, los principales índices del mercado de valores en Estados Unidos subieron con el dato del alza de uno por ciento de las ventas al menudeo en junio con respecto a mayo.

Los grandes fondos de inversión contemplan cómo se combinará la necesidad de frenar la inflación, que llegó en ese país a 9.1 por ciento el mes pasado, con las consecuencias de una esperable recesión provocada por las más altas tasas de interés. Un dato relevante es que dos terceras partes de la actividad económica están vinculadas al gasto de consumo de los hogares.

Por el lado del mercado laboral, las cifras oficiales señalan que en junio se añadieron 372 mil puestos de trabajo; que la tasa de desempleo se mantuvo en 3.6 por ciento y que, además, en los pasados 12 meses los ingresos promedio por hora trabajada subieron 5.1 por ciento.

Esos datos no parecen apuntar a un escenario recesivo, a pesar de que ya se elevó la tasa efectiva de interés de los fondos federales desde 0.08 en enero de este año hasta 1.21 en junio. Se espera que en la próxima reunión de la Fed se elevará la tasa hasta en un punto porcentual.

De esas medidas sobre el costo del crédito se desprende la gestación de una recesión económica. Esta debería servir de ajuste para la inflación, al tiempo que recoja parte de la enorme liquidez que se ha creado en esa economía en los años recientes.

Del dato general de inflación de 9.1 por ciento anual, el precio de los energéticos ha subido 42 por ciento y el de los alimentos 10. La inflación subyacente, que excluye esos dos rubros genéricos, es de 5.9 por ciento anual.

En la jerga de los bancos centrales referida a la inflación lo que se pretende en este entorno es: Romper el círculo vicioso y volver a anclar las expectativas de largo plazo de alza de los precios.

Tales expectativas se expresan en que los trabajadores que negocian sus remuneraciones cuestionan si la inflación realmente será contenida y, por otro lado, las empresas con mayor poder de monopolio suben los precios y fuerzan al alza su nivel. Otros sectores hacen lo propio en sus áreas de influencia. Este es el impacto sobre el proceso de formación de los precios que siempre está sesgado al poder de mercado.

La mancuerna de la inflación-recesión se conforma a partir de estas interacciones y si no se calibra correctamente el proceso desigual de elevación de los precios, el efecto adverso de la recesión será mucho más grande en cuanto a la destrucción de valor, de riqueza, de empresas y de fuentes de empleo. A la mayoría de la gente, tanto la inflación como la recesión la castigan ineludiblemente en sus condiciones de vida.

Hay un elemento adicional en esta dinámica de inflación versus recesión que podría derivar en un proceso conjunto de menor actividad económica a la par de inflación: la estanflación. Se trata de los altos niveles de deuda que existen.

La periodista Gillian Tett del Financial Times destaca un elemento que complicaría la política antiinflacionaria y que es la enorme deuda que se acumuló durante los años de bajas tasas de interés y cuyo servicio ahora será más costoso.

La deuda global es del orden de 352 por ciento del PIB, de la cual el sector privado representa dos terceras partes y una el público. Esta proporción es más del doble del nivel observado en 2006 y tres veces más que en 2000.

Este nivel de apalancamiento debe ajustarse para no sobrevalorar los riesgos que implica, tal como lo hace el Banco Internacional de Pagos (https://www.bis.org/publ/cgfs67.pdf). En todo caso, se constata que los riesgos de impago de hasta la mitad de la deuda privada son muy altos en varios países y que, alrededor de 17 por ciento corresponde a empresas de países industrializados denominadas como zombis y que sólo sobrevivían por el bajo costo de la deuda que ya no se mantendrá.

Finalmente está el sector inmobiliario en el que los precios de las casas siguen creciendo al tiempo que lo hace el costo de las hipotecas. La crisis de este sector en China lleva meses cocinándose y la gigante constructora Evergrande está quebrada. El gobierno tendrá que intervenir para paliar el efecto de esta crisis.

Todos estos elementos asociados con el combate a la inflación y sus efectos sobre el crecimiento económico enmarcan los escenarios que usualmente se describen como de aterrizaje suave o duro de las políticas públicas.