Opinión
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Apuntes postsoviéticos

Bomba de tiempo

L

as recientes protestas en Uzbekistán, que terminaron con un baño de sangre y la posterior e inusual marcha atrás al revertirse la decisión que provocó la indignación de los inconformes, demuestra que esa república centroasiática, como el resto de sus vecinos de la antigua Unión Soviética, es un nudo de contradicciones que convierten la región en una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento.

Esta vez le tocó a Nukus, la capital de la república autónoma de Karakalpakstán que forma parte de Uzbekistán, y el motivo de la protesta se debió al presidente uzbeko, Shavkat Mirziyoyev, quien al promover unas 200 enmiendas a la Constitución quiso resolver de un plumazo una reivindicación secular –el derecho a la soberanía y a salirse del país, consagrado en la Carta Magna– de esa minoría étnica, de 2 millones de habitantes que son 10 por ciento de la población de Uzbekistán, y convertirla en una simple región, aunque ocupa cerca de 40 por ciento del territorio del país y es rica en materias primas.

Muy orgulloso de su pasado, el karakalpakstano no busca la independencia, pero rechaza que Tashkent le imponga decisiones al considerarse un pueblo cuya historia data de al menos 300 años antes que la del uzbeko, tiene una cultura y una lengua antiguas que venera como tesoros, y de alguna manera se siente engañado, ya que en 1993, para evitar un conflicto armado, firmó un pacto en el que aceptaba formar parte de Uzbekistán como república autónoma durante dos décadas y después se decidiría, mediante referendo, qué camino seguir.

En 2013, Tashkent ignoró el compromiso asumido en tiempos del represor Islam Karimov, que en 2005 sofocó las protestas en Ferganá ordenando al ejército disparar contra los manifestantes desarmados, asesinando a cientos de personas. Ahora, la policía también arremetió contra las 30 mil personas reunidas en la principal plaza de Nukus y hubo muertos y heridos, sin los excesos de otras épocas, pero suficientes, ante la indignación que desataron, para que Mirziyoyev retirara el agravio a Karakalpakstán, que seguirá siendo república autónoma con derecho a separarse.

Y todo por el afán de los gobernantes centroasiáticos de perpetuarse en el poder. Mirziyoyev con sus enmiendas quiere hacer borrón y cuenta nueva para estar 14 años más al frente de Uzbekistán.