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Nosotros ya no somos los mismos

Del dolor de muelas al extremismo armado // Algo en común con Brad Pitt // Otra vez Alito

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▲ El atril donde Alejandro Moreno anunció su iniciativa.Foto José Antonio López
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uento con un amigo, al que tengo en alta estima y que, además, me cai muy bien. Ambos somos de origen felino, es decir, somos pumas de coraza o séase, unamitas de por vida. Nunca egresados o ex alumnos. Lo visito regularmente, pero si he de ser sincero, contra mi voluntad: más por obligación o necesidad que por gusto. Cuando lo recibo en mi casa es uno, y el opuesto, cuando soy yo quien pisa sus terrenos. Entonces se arroga el uso (y abuso) de la palabra y, si acaso, me permite tan sólo un leve quejido de protesta y desesperación por su comportamiento, aunque estas expresiones le tienen sin cuidado. Bueno, la represión alcanza tal grado que llego a experimentar la lengua adormecida y a sentir como si tuviera en la boca unas tenazas que me impidieran articular palabra. Mientras, mi amigo llega a un grado de sevicia inimaginable: Ve mi estado y todavía me pregunta: ¿tú crees en las filtraciones telefónicas que aseguran que el mentado Alito está negociando una asociación comercial con Walmart para instalar en todas sus tiendas un departamento perfectamente equipado con el armamento más sofisticado del momento que se va a llamar Dejad que los niños se acerquen a mí, o mejor dicho: aquí?

Después de lo platicado, entiendo que ustedes inevitablemente pensarán que soy candidato puntero al premio Nobel del masoquismo. ¿Por qué, si tanto me arredran e intimidan esas reuniones persisto en llevarlas a cabo? Si quiero salir salvo de rudas opiniones sobre mi absurdo comportamiento, las razones que ofrezca tendrán que ser de peso. Afortunadamente las tengo y son del todo legítimas y compresibles: este personaje, del que ni siquiera he dado el nombre, es mi dentista. Se llama Manuel Farill Guzmán: entiendo que ese rango, posicionamiento o jerarquía, explica y disculpa todo lo descrito renglones arriba, pero también hace comprensible mi quejumbre ante lo inevitable. Pues resulta que hace tiempo (seguramente como una medida distractora frente a sus embates odontológicos), le relaté al doctor Farill que una muy extraña enfermedad me venía afectando de un tiempo atrás: no logro fijar en la memoria –le dije– las facciones de las personas que conozco, ni aun con las que conviví el día anterior. Al día siguiente que las encuentro las trato como si fuera la primera vez que las veo. Me escuchó, pero por su expresión me di cuenta de su diagnóstico: Carlos, ya no es el de antes, si toma más de 12 martinis, olvida o alucina. Sin embargo, otra cualidad del doctor Farill es que, si se equivoca, siempre lo reconoce y se empeña en enmendar el yerro. Ejemplo: doctor –le digo– el molar que me dolía era el inferior izquierdo y el que me extirpó es el superior derecho. ¡Ah! Es cierto, pero no te preocupes, la próxima sesión te lo saco, y además gratis (gracejo atrevido porque no tengo cita si no hasta la próxima semana). Bueno pues, Manuel Farill (que es mucho mejor médico que yo paciente) me acaba de enviar una amplia información de la enfermedad que padezco, y que no debe preocupar a nadie de la multitud, pues no es en lo absoluto contagiosa y menos por medio de las páginas de nuestro periódico. Pues a la afección que me aqueja se le ha dado el nombre de prosopagnosia y consiste en una incapacidad para recordar pronta y correctamente las facciones de las personas con las que uno suele tratar de manera más o menos regular. Para mi buena fortuna, este extrañísimo mal afectó a otra persona que (aunque sea ligeramente) goza de mayor popularidad, fortuna y hay quien dice que hasta de apostura física, características que le permitieron dar a conocer en el mundo, con gran azoro y escándalo, la existencia de este tan extraño padecimiento. Se trata del conocido actor cinematográfico Brad Pitt.

Era mi intención original, al decidir platicar con ustedes sobre el tema que nos agobia, tanto al buen Brad como a este tecleador, contarlo todo: cómo lo ha perjudicado tanto en su carrera como en otros múltiples aspectos de su vida. Cuáles son las opiniones de reconocidos especialistas, cuyos estudios e investigaciones nos dan a conocer el muy probable desperfecto funcional que afrontamos y, finalmente, la cuantiosa colaboración económica que el actor otorgó a universidades e institutos para que intentaran descifrar este extraño problema y, de ser posible, encontrar los medicamentos que desaparecieran o menguaran al menos, sus terribles consecuencias.

Lamentablemente mis abuelas reciclables volvieron a tener razón: El hombre propone y Dios dispone. A mi propósito de no presentar las columnetas en entregas, como los folletines de antaño y tratar sólo un tema íntegro en cada ocasión, para que nadie se salga de onda, se le atraviesan algunos acontecimientos que es imposible enviar a la cola de los comentarios. Este es el caso actual. No puedo dejar de dedicar unos cuantos renglones a la información emitida por el presidente del PRI relativa a la iniciativa que piensa presentar al pleno de la Cámara de Diputados en la que propone legalizar la libre adquisición de armas de fuego para todos los ciudadanos a fin de que se enfrenten a los sicarios del crimen organizado. Esa mentalidad, esa concepción del hombre, de la sociedad, del Estado, de la humanidad misma, expresa no sólo una mente perversa, carente de los elementales valores que hoy rigen el mundo en el que sobrevivimos, si no una absoluta inmoralidad y, si me urgen, una credencial autentificada permanentemente en la Sociedad de Sicópatas en Activo.

Seguiremos platicando de estos dos galanes: el señor Pitt y el señor Alito. Y, por favor, si los veo en la calle y no los saludo, nada más digan la palabra mágica: martini y superaremos la prosopagnosia.

Twitter: @ortiztejeda