asta el momento, los productos derivados de los hidrocarburos han sido y continuarán siendo un sostén muy importante para la vida económica del país. Insisten, quienes se manifiestan en contra de la política energética del presente gobierno, en que la inversión en las refinerías es un desperdicio y una mala decisión. No se entiende, o más bien, no se quiere entender que el proceso de transformación del crudo no se logra en un paso único y, mucho menos, de un día para otro.
La ciencia y la técnica han avanzado constantemente y en la actualidad tenemos la oportunidad de conseguir productos de alta tecnología, de gran utilidad y cuya producción es menos costosa y mucho menos contaminante que hace unas décadas.
Recordemos la cadena productiva. Ésta no sólo es un proceso de transformación y comercialización, además de otros pasos es, sobre todo, una fuente importante de empleos, es el trabajo que toma forma de otro tipo de valor agregado, metafóricamente hablando.
No tendríamos la posibilidad de contar con dicha cadena productiva, si no existieran las refinerías de Petróleos Mexicanos (Pemex), el beneficio sería únicamente, la venta de millones de barriles de crudo, cuya ganancia sería mucho menor que la que se obtendría con el valor agregado. Además, la gran desventaja sería comprar a mayor precio los productos derivados del petróleo que hemos vendido.
Son enormes las pérdidas por canjear la refinación y la petroquímica por beneficios económicos personales de los directivos de Pemex y de los titulares anteriores de la Secretaría de Energía (Sener). En sólo siete sexenios de gobiernos neoliberales devastaron la industria nacional de los hidrocarburos. Son incontables e irrecuperables las ganancias sustraídas.
Aun con una mínima productividad, al inicio del presente gobierno se tuvo la posibilidad de continuar con la industria de la refinación en México, afortunadamente, las instalaciones, pese al abandono, no desaparecieron del todo.
Ha valido la pena el rescate de Pemex. Se han recuperado, alrededor de 200 millones de dólares en lo que va del año con la productividad, únicamente de las refinerías Pemex Deer Park (en Houston, Texas) y las seis rehabilitadas que operan en la nación. Ahora mismo, se obtienen beneficios con la gasolina subsidiada.
No podríamos enumerar en este espacio, la cantidad de artículos procedentes del petróleo. El acceso a estos productos es un beneficio actual que no quieren reconocer ambientalistas que están en contra de la combustión fósil.
El valor que adquieren los productos obtenidos del hidrocarburo al procesarlo, es la ganancia que permite seguir invirtiendo en prácticamente todas las áreas de la producción industrial. Y para ello, necesitamos de las refinerías.
En resumen, la industria petrolera saldrá adelante. Ya lo está haciendo. Y lo gratificante es que se observa esta movilización e interés también, en otras áreas productivas.
Estamos observando una sucesión de logros que merece nuestra atención. Se está recuperando el sentido de la responsabilidad por encima de la indiferencia y del conformismo –por miedo– al que los sindicatos corruptos han sometido a la clase trabajadora.
Por ejemplo, en la industria minera se tienen éxitos recientes, no obstante, la desconfianza en los líderes, quienes han hecho un trabajo deficiente y algunos se convirtieron en los peores enemigos del personal sindicalizado, incluso de confianza y eventuales. Los abusos han sido intolerables.
En el caso de la huelga en Arcelor Mittal, empresa siderúrgica, se dio por terminada, al obtener 10 por ciento de utilidades, pese a la negativa de la trasnacional. La unidad entre los 3 mil 500 obreros fue fundamental para ir a un paro de únicamente 24 horas, el gobierno michoacano, impulsor de la Cuarta Transformación (4T), apoyó, por lo menos de palabra, al grupo sindical.
Twitter: @AntonioGershenson