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El único artilugio capaz de salvar al ser humano es la poesía: Carmen Castellote

A sus 90 años insta a no hablar de ella, sino de su obra, pero eso no es tan fácil: su vida es increíble

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 16 de junio de 2022, p. 4

Carmen Castellote no sabía que a los 90 años le esperaba una segunda vida. A ella y a su poesía, el único artilugio capaz de salvar al ser humano. Escribiendo ha construido la tabla a la que aferrarse en un océano en el que el rumbo a menudo vino marcado por la trituradora de la historia.

La última poeta viva del exilio republicano nació en 1932 en Bilbo, hija del militante comunista Ricardo Castellote y de la zeberiarra y futura cocinera profesional María Labat Zabala. Poco después del bombardeo de Gernika, en 1937, sus padres la embarcaron en el Habana rumbo a Leningrado, junto con otros centenares de niños de la guerra. Iban a ser unos meses, pero Carmen jamás ha vuelto a pisar Bilbo.

Ochenta y cinco años más tarde, Wladyslaw Ricardo Wolny Castellote abre la puerta de una vivienda en el piso 14 de una torre situada en la colonia Tlalpan, en el sur de la Ciudad de México. Prohíbe al invitado hablarle de usted y le hace pasar a una sala con grandes ventanales en la que espera su madre, una mujer a la que resulta imposible calcularle 90 años. Esto no va a ser una entrevista, el pacto queda sellado desde el inicio. La casa anda revolucionada desde el redescubrimiento de la poeta: hace unos días pisó este suelo Luis García Montero, en calidad de director del Instituto Cervantes, y no son pocos los periodistas que ruegan por una entrevista. Castellote se niega de plano: La poesía cura, pero la herida del exilio nunca sana del todo, uno la lleva dentro y no sabe cuándo va a salir. Hay todavía mucho dolor ahí dentro. La poesía es una manera de estrujarlo y sacarle un poco de belleza, explica.

No quiero que hables de mí, habla de mi poesía, pide. Pero no es tan fácil, porque su vida es increíble, y porque su poesía habla de ella y de sus mundos; de los de fuera, a menudo crueles pero a veces tiernos, y de los de dentro, íntimos y ricamente poblados recovecos en los que se interroga constantemente acerca de una identidad que, desde luego, no debió de ser fácil construir.

El primer poemario de Castellote, Con suavidad de frío, vio la luz en México en 1976 y ahora abre la edición de su poesía completa, publicada bajo el título Kilómetros de tiempo (Torremozas). Un recorrido tan bello como estremecedor a través de aquella huida, poblada por trenes, mares y ancianos que atan sus raíces a la choza, como los firmes capitanes que hunden su barco aún vivo, porque dos muertes no hay, mas una no es posible evitarla.

La niña huye de la guerra mientras la infancia huye de la niña. El recuerdo de los aviones pisándole los talones, el hambre, la sed y las múltiples pérdidas marcan para siempre su biografía.

Acabada la guerra, regresaron a Moscú, donde Castellote siguió su itinerario académico y vital, con la casa de estudiantes como eje gravitatorio. Allí conoció a un joven polaco llamado Tadeusz Wolny, se licenció y cursó estudios de posgrado en historia, aunque siempre permaneció ligada a la literatura. Tanto, que en 1987 recibió la medalla Pushkin como reconocimiento a un ensayo acerca de la literatura rusa. Tenía que llover mucho, sin embargo, antes de llegar a aquellos años. La vida se aceleró en 1957, cuando se casaron en la misma casa de estudiantes y se mudaron a Polonia, donde nació su hijo Wlady. No tenía ni dos años cuando volvieron a cambiar de tercio, pero esta vez rumbo a México.

En México vivían –exiliados desde 1939– los padres de Carmen. Más de dos décadas sin verse. Embarcaron a una niña de 5 años en Bilbo y recibieron a una madre de casi 30 en México. El exilio rompe muchas cosas, rememora Castellote, quien sin embargo habla de su padre con un cariño infinito. Está presente, de hecho, en varios de sus poemas, con uno dedicado especialmente a él con motivo de su fallecimiento.

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▲ Carmen Castellote, la última poeta viva del exilio republicano.Foto cortesía de David Polo.
Instituto Cervantes, Archivo Carmen Castellote

Castellote se introdujo rápidamente, de la mano de su padre, en el círculo del exilio republicano en México, donde conoció a poetas de la talla de Luis Cernuda o León Felipe y trabó gran amistad con Juan Rejano, mientras trabajaba en la editorial Uteha. Een México, Castellote, superados los 40 años y con un engrasado castellano, en buena medida oxidado, empieza a publicar sus poemarios.

En su obra es evidente la gratitud hacia el país de acogida, en el que la acunan los volcanes y se llega a sentir, a ratos, una más entre las palmas. Puse en tus hombros mi nostalgia y busqué la cumbre más próxima al miedo para inventar sueños en la altura, le canta a México.

Carlos Olalla, el culpable

Él es el culpable de mi descubrimiento, lo dice riendo porque Carmen Castellote sólo tiene palabras de amor y agradecimiento para Carlos Olalla, principal responsable de que estemos hablando de la última poeta viva del exilio republicano. Hombre de artes, actor y escritor, en 2018 Olalla estaba buscando material para preparar un monólogo sobre las mujeres y el exilio republicano cuando se topó, en Internet, con tres versos sueltos de Castellote. Quedó cautivo, tanto de los poemas como de la aparente ausencia de cualquier información sobre la obra de esta niña de la guerra que, por lo visto, había vivido en México.

Con lo poco que encontró, escribió una entrada en el blog y ahí fue cuando las redes, efectivamente, empezaron a hacer su magia. Un nieto de Castellote agradeció por Twitter a Olalla la referencia en su blog. Gratamente sorprendido, pero pensando que la protagonista habría fallecido hacía años, le contestó pidiéndole toda la información disponible acerca de su abuela: ¿qué más escribió, dónde vivió, cómo fue ella…? No, no, lo que mi abuela quiere es que me dé usted su dirección porque quiere enviarle todos sus libros. La respuesta del nieto fue el inicio de una amistad trasatlántica que ambos abonan con mimo y disfrutan con asombro por vía postal y telefónica.

Este encuentro supuso también el inicio de la publicación de la obra de Castellote en el Estado español. En diciembre de 2019, Olalla recibió un paquete con todos los libros de la poeta, con numerosos inéditos, y con un tesoro en forma de fotografías de su vida. La editorial Torremozas, especializada en rescatar del olvido la literatura escrita por mujeres, se hizo cargo de la publicación de la obra de esta autora del exilio republicano, cuyo eco apenas había cruzado hasta ahora el océano Atlántico. En enero de este año se publicó Kilómetros de tiempo, su poesía completa, y en abril pasado vio la luz Cartas a mí misma, un libro en el que conversa con la niña que fue y que la sigue habitando.

De forma paralela, Olalla ha estrenado un recital a dos voces y acordeón sobre la vida y obra de Castellote, que ha llevado ya a diferentes centros culturales. Nuestro sueño es llevarlo a institutos, universidades y prisiones, explica, pero no está resultando fácil. Me encantaría poder llevarlos a Euskal Herria, añade. Ojalá estas líneas hagan también su magia.