n editorial del Washington Post ( WP) –portavoz del esta-blishment que controla el segundo hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, quien trae pleito con el malhadado Biden– dice mucho en referencia a la muy divisiva novena Cumbre de las Américas (CdA) en la mayor ciudad mexicana de EU, Los Ángeles –que con su área metropolitana ostenta 12.5 millones de habitantes, de los cuales muy probablemente casi la mitad sean mexicanos–: “EU no puede unificar a un hemisferio que se está desmoronando (https://wapo.st/3HbaOpj)”.

La CdA se celebró en sincronía a su proto-guerra civil de carácter retórico/judicial, ahora con el pretexto del golpismo del trumpismo el 6/1/21 (https://bit.ly/3O6w2XB). Según WP, Biden es acusado de un liderazgo irresponsable (sic) cuando EU debe orquestar respuestas regionales a la migración masiva, al covid-19 y a la inflación.

Hoy EU es otro país. Desde la primera CdA de la dupla Clinton/Al Gore, en Miami –bastión anticastrista–, en 1994, cuando el globalismo neoliberal iniciaba su irredentismo unipolar, el mundo ha cambiado sustancialmente 28 años después con la desglobalización, la derrota humillante de EU en Afganistán, la operación especial militar de Rusia en Ucrania, y el ascenso irresistible de China que ahora ha penetrado las entrañas de Sudamérica y la mayor parte de Centroamérica.

La CdA, 28 años después, ya no tiene razón de ser cuando Washington pretende mantener un disfuncional neomonroismo mercantilista añejo, de 199 años, y alucina armonizar a Canadá y a EU –miembros de la anglósfera y de la OTAN, hoy en guerra en Ucrania vía su out-sourcing armamentista contra Rusia– con los cada vez más pauperizados 33 países de la Celac, que aún carece de dientes.

Con objetivos tan dispares y hasta antagónicos – v.gr el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que ostentan óptimas relaciones con Rusia y China–, la dupla EU/Canadá, de la OTAN en el hemisferio, pretende imponer su anacrónica cosmogonía globalista neoliberal y la ideología pugnaz del pacto militar nor-atlantista cuando la mayoría de América Latina (AL) –para no jerarquizar con sus dos principales potencias Brasil y México– son de corte más pacifista.

La Celac, que hoy representa el presidente argentino Alberto Fernández –quien se lució con una utópica arenga humanista citando al papa gaucho/jesuita Francisco (quien tiene problemas de salud que lo pueden orillar a su renuncia, según mis fuentes celestiales)– marcó nítidamente la brecha entre la cosmogonía humanista de la mayoría de las naciones de AL y la Celac, con apremiantes problemas y obstáculos a resolver, frente a dos expansionistas potencias militares high tech –una de ellas nuclear: prácticamente a la par de Rusia– quienes imponen sin miramientos las necesidades de su complejo-militar-industrial.

A nivel más rupestre, existe un malestar generalizado en AL por la imposición de títeres como Juan Guaidó, en Venezuela; la golpista Jeanine Áñez, en Bolivia, y la infatuación del uruguayo Luis Almagro, secretario de la OEA: un personaje minúsculo con desmedido poder metastásico.

Con nulo tacto diplomático, Biden llamó por teléfono un día antes de la CdA al supuesto presidente paralelo Guaidó (https://bit.ly/3HbO2xy), a lo que respondió el presidente legítimo, Nicolás Maduro, con una visita a Irán.

Ya en vísperas de la CdA, Richard Haass, presidente del influyente Council on Foreign Relations, con sede en Nueva York, había vaticinado su debacle por haberse enfocado en la selectividad del derecho de asistencia (https://bit.ly/3QhNWZe).

La CdA de Biden pareció haber sido convocada con la mentalidad del momento que vive la OTAN en su confrontación contra Rusia en Ucrania y por la sombra de la exitosa penetración de China en LA (https://bit.ly/3xGF08z) y (https://bit.ly/3MMCfqp).

A Global Times, de China, no se le escapa que uno de los objetivos de la CdA fue la creación de la muy etérea Asociación para la Prosperidad (sic) Económica de las Américas, cuyos objetivos (sic) aparentes son para contrarrestar las rutas de la seda de China (https://bit.ly/3aNV4fI).

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