Domingo 12 de junio de 2022, p. 9
La Honduras de Paul Theroux es un lugar mágico bañado por las aguas del mar Caribe a donde se puede llegar para escapar del American way of life. La idea de Ramón Amaya Amador es la de un sitio de campesinos que sirven a los intereses de la Standard Fruit Company. La de Diego Olavarría (Ciudad de México, 1984), mirada lúcida e incisiva aplicada al periodismo, ya no es la misma que la de hace 80 años. Mediante su nuevo libro Honduras o el canto del gallo (Turner, 2022) el escritor trama relatos que derrumban el censo común y muestran la situación de la nación centroamericana. Honduras es un país que merece todo nuestro interés y curiosidad
, puntualiza el escritor.
El autor mexicano escribió durante los pasados años un conjunto de crónicas sobre Honduras que trabajó desde su tiempo como becario del programa de jóvenes creadores, y que fueron el embrión de su nueva obra, publicada este año. La primera versión del libro la trabajé en el Fonca entre 2017 y 2018 pero estaba en una etapa muy temprana, fue durante el confinamiento cuando me senté a integrar más elementos que me ayudaran a trasmitir una visión más espontánea y personal de todo esto que traté de contar
, explica.
Dicen que los gallos cantan cuando hay luz. Pero en Honduras no: lo hacen en la madrugada, cuando la noche es oscura
, apuntó Diego en su libro y, con un vaso de agua entre las manos, explica: Honduras no es un país sexy para los escritores y la razón es sencilla: no es el país de los sandinistas, tampoco el de los mayas, no hay guerra civil como en El Salvador y tampoco es la nación del ecoturismo buena onda costarricence. Honduras es un hoyo aún más oscuro y eso es un grave error porque es un país importante, es una geografía con la que México mantiene múltiples lazos históricos, sociales y culturales
, cuenta.
Despues de vivir dos años, durante su infancia, en el país centroamericano, Diego decidió regresar para volver a visitar sus pueblos y caminar sus calles, lo que encontró y retrató en Honduras o el canto del gallo sobrepasa en claridad y elegancia a la prosa más acabada de una buena cantidad de escritores, es un registro fascinante que contrasta dos épocas y espejea un ambiente distinto de lo que supone el imaginario extranjero. Un lugar mágico y campestre normalmente visto entre los calurosos valles donde rebosan plátanos y los puertos ansiosos por llevar fruta a los consumidores del norte
hoy es descrito como una zona urbana, el país dónde más se extorsiona en el mundo que pasó de ser una de las repúblicas bananeras del tío Sam
a una nación dónde más de la mitad del PIB proviene de las maquiladoras de ropa, fábricas, procesadoras de alimentos, laboratorios farmacéuticos básicos, en el mejor de los casos porque en su historia también figura ser, desde principio del siglo XXI, el patio trasero a donde el gran narcocapital mexicano expandió sus negocios. Me puse a caminar por la calle y me aparecián guardias con armas largas, estacionaban sus coches para que alguien se bajara a comer
, detalla con semblante preocupado Olavarría. Platicando con la gente me dí cuenta en el lugar en el que se convirtió Honduras. Leyendo un poco de prensa libre sobre lo que está sucediendo en el país me dí cuenta que hoy forma parte de una realidad extremadamente violenta y que la vida ahí es muy distinta a la que se experimenta en otros lugares
. Las localidades pequeñas de edificios deteriorados y calles polvorientas son las protagonistas de su obra, que dejan al descubierto las desigualdades sociales de sus habitantes, en otro momento de su libro el mexicano escribe: Supongo que hay dos tipos de países en el mundo: donde la gente vive y donde muere. Países donde las personas dedican tiempo a pensar en su futuro y otros donde se dedican a evitar que las maten. Honduras es un país del segundo tipo
.
Hay una larga tradición de cronistas del norte que encuentran en el sur materiales fértiles para sus crónicas. Joan Didion es una, Alma Guillermoprieto otra. Junto con Diego Olavarría, la triada coincide en sus hallazgos: todos retratan una atmósfera de perpetua decadencia en la que todo parece irse al carajo. En cada caso, la escritura eleva la experiencia personal hasta convertirla en revelación universal. Simónides, un poeta griego, inventó una técnica según la cuál al ordenar los recuerdos en un espacío físico imaginario se puede fortalecer la memoria. Al recorrer ese espacio automáticamente se convierte en una máquina que activa los recuerdos. Olavarría va más allá y sugiere que el viaje físico también puede detonar la memoria. Y ahora que recuerda esa experiencia, sus observaciones dan la sensación de ser una advertencia a la que nadie hizo caso. Y me pregunto si no hay metáfora ahí: volver 27 años después y descubrir que la casa de la infancia es materia abandonada
, escribe al final de sus crónica. Lo que pasa es que no sabemos de dónde venimos ni mucho menos a dónde vamos. Están los que tienen un proyecto de futuro y están los que no. Los centroamericanos tienen muchas desesperanzas acumuladas y entre nosotros no volteamos a reconocernos
, finaliza.