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PRI: democracia y justicia social
S

í, con democracia y justicia social* hubiera bastado. Pero nunca hubo la menor intención de respetarla y a la justicia social se le hizo instrumento electorero. Convenencieramente fundado por el presidente Elías Calles, él fue el primero en prostituirlo. Lo atinado de la decisión no fue acto de altruismo político, fue sólo apretar cinchas.

La creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) tuvo la sagaz intención de dar urgentes espacios a los supervivientes de la revolución y a los dolientes de Obregón que crecientemente eran un peligro.

Calles se arropó en un pequeño grupo de políticos para los trabajos de organización. Lo encabezaría el propio Calles, Luis León, Manuel Pérez Treviño, Gonzalo N. Santos, Emilio Portes Gil, José Manuel Puig Casauranc, Manlio Fabio Altamirano, David Orozco y Aarón Sáenz, quienes produjeron sus estatutos de inteligente inspiración socialista.

Como resultado habría que dársele forma de sombrilla mediante un corporativismo que como fórmula funcionó eficazmente. Sus elementos eran simples: yo controlo a mi sector, pero tú (Poder Ejecutivo) me cubres mis cuotas del pastel. Se debería dar expectativas y repartir a todos: obreros, campesinos, clases populares y sector militar. ¡Que nadie quede fuera! De ahí salieron Gonzalo N. Santos, Rubén Figueroa y el góber precioso.

Así se creó parte del ogro filantrópico que describió Octavio Paz. Todo ello sin enemigo al frente. El Partido Comunista con su atractivo ideario estaba fuera de la ley, el PAN con estupendos integrantes no era enemigo electoral. La regla fue: a los disidentes se les compra o castiga.

A esa formulación orgánica y creatividad también se deben cosas virtuosas: Banco de México, expropiación petrolera, reparto agrario, IMSS, Infonavit, universidades y tecnológicos, política exterior respetada internacionalmente. Unas se extinguieron dando la aportación que les estaba presumida, otras innumerables siguen orgullosas.

En este marco de comentarios están presentes líderes de partido, funcionarios y simples militantes a los que unió una mística de servicio al partido, seguros de que así servían al país. Cada vez son menos o significan nada. Triunfó la ambición, el sectarismo, el oportunismo y su hija natural: la corrupción.

Habría 100 explicaciones sobre el PRI de este momento, producto de años de poder absoluto, conservadurismo, pocos liderazgos aptos y conscientes de lo que es futuro. Súmese lo que le resultó letal: no supieron gestionar su orfandad. Al perder la Presidencia se perdió el factótum, el desiderátum, la infalible guía y la inagotable hacienda pública.

Para entender el porqué de la pérdida de mayoría parlamentaria en 1997 ( la aplanadora) y peor aún de la pérdida de la Presidencia en 2000, toda explicación resulta insuficiente, aunque juntas se pueden personificar en Alito, ese nefasto ícono de todo lo asqueante que en su declive produjo el partido.

Dadas las circunstancias de hoy y lo próximo de julio de 2024 pareciera que no hay salida para el tricolor, y para peor, tampoco puede quedar como está. Se encuentra en un verdadero pozo. Son tiempos estrujantes y el partido no sabe meditar. Su órgano de pensamiento, la Fundación Colosio, fue incapaz de alcanzar su misión. La cúpula no creyó en ella y para nada la consideró.

Democracia y justicia social. Sí, con eso hubiera bastado dando las reformulaciones y programas a que el tiempo obliga. Pero no, paso a paso se fue adoptando el arte de aparentar para medrar, para lograr puestos y privilegios. Han sido muchos los partidistas realmente progresistas y honestos que lo han reprobado, pero sobre ellos triunfó el autoritarismo y su lubricante, la corrupción.

Esos migrantes encontraron caminos: unos honestamente creyeron posible que fuera dentro del mismo PRI, Manuel Bartlett lo hizo imposible. Otros se refugiaron en nuevas instituciones, algunas comparsas pronto desaparecieron. Otras parecen vivir una primavera, pero ¿y el revolucionario?, como aún le llaman.

El país y su sistema político han experimentado una larga convivencia que no nació con el PNR. En mayo de 1920 se inauguró con el asesinato de Carranza tripulado por Obregón, seguido de su elección presidencial en el inmediato septiembre. Fue electo mediante un round de sombra a sólo tres meses del magnicidio. ¡Insólito: ganó sin oponente! Se regaló una aplastante votación en un país incomunicado, con una infraestructura arrasada por 10 años de guerra. Ese fue el auténtico nacer del sistema hace 102 años.

Lo anterior invita a reconocer que esta fase de nuestra democracia ya de 20 años apenas está despuntando. El adviento deseado, tiempos de gracia, no llegará ni fácil ni pronto, pero está en camino.

Su ayuno actual es de líderes a la par brillantes que honestos. El ayuno incluye ideas esperanzadoras que ahuyenten ese viento de desolación. Ello acunado en instituciones frescas donde el PRI con su clásico perfil no encontraría redición. Democracia y justicia social. Sí, con eso hubiera bastado.

*Lema original del partido.