Pese a resistencias, a relevar la OEA
sista o no el presidente Andrés Manuel López Obrador a la Cumbre de las Américas que se efectuará en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos, la postura de México no tendrá variaciones: la OEA debe desaparecer para convertirse en un sistema cuya base sea la no intervención y la movilidad laboral.
Tal vez sea mejor decirlo con mayor suavidad por aquello de las pieles muy sensibles: transformación, nada más, es decir, el remplazo de ese instrumento viejo y mañoso por un mecanismo más acorde con las necesidades de los países de la región.
No sería la primera vez. La Unión Panamericana que se fundó en Argentina en 1910 se transformó en la OEA en abril de 1948, en condiciones difíciles de conciliar pero con propósitos como el de la solución pacífica de las controversias entre sus miembros.
Esa OEA que se planteaba afianzar la paz y apoyar la democracia resolvió a principios de 1962 excluir a Cuba, y aunque en 2009, durante el 39 periodo ordinario de sesiones del organismo, efectuado en Honduras, se echó abajo dicha resolución, aún ahora Cuba sigue sin ejercer los derechos de miembro pleno y activo.
Luis Almagro, el uruguayo al frente de la OEA está convertido en la antítesis de lo que alguna vez pretendió la organización de los países americanos. Su postura frente a Bolivia, Venezuela y Cuba está considerada como intervencionista y ha marcado el rumbo del organismo que, aunque protegido por EU, hoy es un lastre para lograr la paz y la justicia en la zona, según considera una buena cantidad de observadores.
El resultado es que hoy la urgencia de una nueva organización se hace más que necesaria. El análisis de México, su postura, como decíamos al principio, será el de lograr un organismo no intervencionista, con movilidad laboral y también con una fuerte inversión social y productiva en los países expulsores de mano de obra.
Y aunque todos reconocen la urgencia, Estados Unidos se sigue resistiendo, sobre todo porque hay grupos interesados en hacer que las cosas permanezcan como hasta ahora, sin tomar en cuenta que los estados latinoamericanos ya tienen instituciones paralelas que hablan de la inutilidad de la OEA.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fundada en 2010 en Playa del Carmen, cuyos iniciadores fueron Hugo Chávez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia, Luis Inacio Lula da Silva por Brasil y Cristina Fernandez de Kirchner de Argentina, ya daba idea de la necesidad del cambio.
Antes ya se había organizado la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Alianza Bolivariana (ALBA), es decir, se creaban las salidas de emergencia frente a la inutilidad y el desprestigio de la OEA, que causó un profundo daño a la región, según el diagnóstico de México de 2021.
Aún no está claro qué es lo que va a pasar; la decisión de México es muy arriesgada si se tiene en cuenta que Estados Unidos, como ya se adelantó, puede tomar venganza en contra de nuestro país.
Aún así, frente a los retos que plantea el mundo de la pospandemia, las cosas deben cambiar para evitar males mayores. La decisión del presidente López Obrador y el trabajo del canciller Marcelo Ebrard seguramente rendirán frutos para hacer de la zona latinoamericana una región más justa.
De pasadita
Muy pronto habrá que hacer un balance de lo que ocurre en las alcaldías de la ciudad. Ayer circuló en redes sociales un video en donde se ve al alcalde de Miguel Hidalgo aparentemente en estado inconveniente (¿así se dice?), mientras la alcaldesa de Álvaro Obregón pegaba de gritos y buscaba un lugar para que la consideren como posible candidata a jefa de Gobierno. ¡Qué nos parta un rayo!