¿Desaparecerá el tapadismo?
as más altas autoridades del país han estado proclamando el final del sistema tapádico y el principio de uno mucho más democrático (aunque un amplio sector piensa que habrá una nueva forma de tapadismo). Estas declaraciones pondrán nostálgicos a quienes rindieron culto al sistema presidencialista. Cientos de miles de sobrevivientes luchamos contra el tapadismo, mientras probablemente la mayoría lo aceptaba y hasta lo gozaba.
El tapadismo era la más clara muestra del autoritarismo y del primitivismo político. Era de una sencillez conmovedora y esto lo hacía profundamente eficaz. El Presidente, en el penúltimo año de su gobierno, elegía ante sí a uno de sus colaboradores, pero ocultaba su decisión. Cuando se calculaba que la fecha del destape estaba cerca, todo el país contenía la respiración. Después daba instrucciones de que algún funcionario menor o líder sindical revelara el designio; enseguida, un miembro del gabinete era convertido en líder providencial, sin que se supiera cómo había sido elegido. El Presidente se guardaba rigurosamente revelar por qué se había inclinado por uno de sus colaboradores. Luego, miles se precipitaban a felicitar al ganador en sus oficinas de integrante del gabinete: la cargada. El Presidente saliente iniciaba su camino a la penumbra y el elegido tenía que cumplir con otro rito, la campaña, indispensable para que él conociera el país y el país lo conociera a él. Los posibles precandidatos debían permanecer silenciosos, estáticos, porque aquel que pretendía hacer una precampaña para forzar al Presidente a decidir a su favor quedaría arruinado.
El sistema tapádico nació con el fortalecimiento de la presidencia cuando se vuelve verdadera monarquía temporal. El autor del tapado tenía que contentarse con que no se denunciara a él o a sus colaboradores cercanos. Era una regla de impunidad que siempre se respetó, quizá con excepción del juicio a Raúl Salinas, hermano del Presidente. Funcionó sin el mínimo error 10 o 13 veces, según el cálculo que se haga. Aunque hubo alguna oposición, nunca vino de los miembros del gabinete, con la sola excepción de Camacho Solís.
Es imposible dudar de la originalidad y durabilidad del mecanismo y de la ignominia que representó para el pueblo de México que se sometió a esos ritos sin la menor resistencia. No sólo el sistema de elección presidencial ha cambiado; también el pueblo de México ha despertado.