legaron en tropel, jubilosos, con fingido pie seguro y con los arreos de campaña en mano. Velarían dentro de la misma Cámara para evitar el supuesto albazo de la mayoría que, por lo demás, nunca ocurrió. Con férrea determinación de responder a los intereses de empresas abusivas y salvaguardar el diseño de una reforma (2013) hecha a la medida de la ambición externa. Jamás en la tribuna del reciento camaral la oposición nombró al pueblo de México como su soporte legitimador. Siempre recurrió a generalidades, como la competencia o la ecología, para distraer la atención de sus ocultos motivos reales: contrariar la iniciativa presidencial. Ese fue su torpe objetivo y no otro. Y eso fue lo que lograron y lo que el electorado les habrá de cobrar en un muy corto tiempo.
Este julio habrá elecciones para gobernador en seis estados de la República. Y el panorama pronosticado por varias encuestas le presenta a la famosa alianza vencedora
un oscuro futuro. Sólo uno de los seis, Durango, puede quedar en manos de su actual tenedor. (PAN). Sus tradicionales logros en Aguascalientes ya admiten cerrada competencia. Todos los demás pasarán, con pocas dudas, a manos de Morena. El PRI perderá, en este recuento, dos de ellos, Hidalgo y Oaxaca, que han permanecido décadas bajo su cuestionado dominio. La pérdida de Tamaulipas para el PAN será de catástrofe reservada. No sólo se llevará a uno de sus ya muy castigados precandidatos a la Presidencia, sino que implicará su expulsión del norte fronterizo. Y, como si esto no fuera bastante dramático, el próximo año estarán en juego otros dos estados. Una de esas entidades, el estado de México, con serias probabilidades cambiará de titular y de partido. La suerte de Coahuila se apreciará mejor dentro de poco. De prevalecer el cacicazgo Moreira, será el único estado que, en toda la República y para su mal, continuará siendo priísta.
Con esta somera descripción en mente, la oposición debió mostrar prudente y sabia prevención. Pero, por el contrario, su ruidosa y poco sustanciosa presencia en tribuna jugará en su contra. Debió bajarle un tanto, o mucho, a su algarabía y espíritu de cuerpo, artificiosamente sólido. Despreciar el talante ciudadano que, abrumadoramente, (70 por ciento) apoya a la reforma eléctrica detenida, no quedará, con toda seguridad, impune. Habrá costos mayores que no han sido apreciados o no les ha importado evitar. Detener a López Obrador, aunque fuera por esta única vez, fue irresistible para sus infantiles emociones. Ya tendrán tiempo suficiente para lamerse las heridas que recibirán. Mientras, se fueron con el cuerpo henchido y su falsa moral en alto. Las entrevistas o deseadas negociaciones para transar algún estado fracasaron desde un inicio.
El álgido debate que pudo ser apreciado por muchos se prestó también para curar viejas rencillas, guardadas o a simple flor de piel. Una diputada, envalentonada al sentirse vejada por la narrativa presidencial, se llenó de aparente coraje y soltó, en tribuna, una retahíla de epítetos. En otros tiempos insultar así al Presidente equivalía a una lengua cortada. Hoy, no puede ser más lejana esa posibilidad. Nadie, aunque haya usado ese sitial del Congreso de modo grosero, puede alegar o presumir la posibilidad de ser castigada por el poder. Nadie, en verdad, puede afirmar que ha sido dañado en su persona o bienes por atrabiliaria acción represora de Palacio Nacional. Aunque varios analistas, opinócratas o rivales políticos puedan hacer comparaciones estúpidas, por completo desproporcionadas e ilógicas. Tal como lo hace el besucón articulista Sicilia ( Proceso, 17/4/22). No contento con haber comparado a AMLO con Hitler, ahora retoma, con altiva emanación religiosa, otra figura trágica: Robespierre. La desquiciada superioridad moral que exhibió aquel revolucionario, le sirve para prevenir al lector contra la eventualidad de que el tabasqueño se erija, él mismo, en juez inapelable de salud ciudadana e instale similar régimen de terror. Sicilia quedará frustrado en su ánimo de víctima propiciatoria, que tanto desea, para su destino sin trascendencia. Otro que no escatima comparaciones, ya delirantes, es el señor Silva Herzog M. Intenta, hasta con incontenible saña, estigmatizar todo cuanto AMLO propone, logra o dice. Su técnica es siempre igual. Lee un libro, o dice que lo leyó, para, de inmediato, sorrajarle al Presidente, parecidas o idénticas características defectuosas y perversas. En esta última ocasión (lunes 18) usa a Marx y su Dieciocho Brumario, para asimilarlo a la crítica que el alemán hace de Napoleón III, el chico. Según tan iluminado ensayista, la pequeñez de este émulo disminuido de su famoso tío, le sirve para componer toda una diatriba contra AMLO. Tal vez a este señor le ocasione estertores de placer trastocar sus furias internas y transferirlas, apenas disfrazadas de razones válidas, cuando sólo son tonterías e insultos.