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Penultimátum

Ucrania y el papel de la Iglesia ortodoxa

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arginada desde el triunfo de la Revolución, en 1917, y hasta que en 1991 se disolvió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la Iglesia ortodoxa renació este siglo. Lo hizo de la mano del patriarca Kirill y gracias al apoyo sin recato y creciente de Vladimir Putin.

Una muestra de lo anterior es la cruzada político-religiosa que Putin y el patriarca encabezaron en Kiev a finales de 2013. El propósito: anclar a Ucrania (con un milenio profesando el cristianismo ortodoxo) en el ámbito de influencia de Moscú. Y evitar que dicho país firmara, a finales de ese año, el tratado de asociación y libre comercio con la Unión Europea.

En esa ocasión, Putin dijo a los jerarcas ucranios que la unidad espiritual es tan sólida que no está sometida a la acción de ninguna autoridad, ni estatal ni eclesiástica. Por eso, mande quien mande, no puede haber una autoridad más fuerte que Dios. Así, el dirigente estrechó más los lazos con la Iglesia ortodoxa de Rusia.

Ese mismo año, Kirill criticó duramente los matrimonios entre personas del mismo sexo porque conducen al apocalipsis, y eso significa que el pueblo encaró el sendero de la autodestrucción. Como concesión a la influyente Iglesia, se impusieron multas a la propaganda homosexual, enfermedad occidental que, según Putin, curará su país. Definió a Kirill como acto viviente de Dios, y a su liderazgo espiritual intento de salvar el alma rusa de la decadencia occidental.

Tres años después, en 2017, el patriarca declaró que las leyes sobre el matrimonio homosexual que se aprueban en varios países de Europa son equiparables a las normas que regían en la Alemania nazi y contradicen la naturaleza moral del ser humano y la conciencia. Y que se trata de una tentación histórica pasajera, porque de lo contrario la sociedad humana sería inviable.

Recientemente, el inflyente Kirill sostuvo que uno de los motivos para la invasión que ordenó Putin de Ucrania fueron los desfiles gays. Aclaró que para entrar en el club de los países europeos era necesario celebrar ese desfile. Se trata, agregó, de imponer por la fuerza un pecado condenado por la ley de Dios. Y que lo que ocurre ahora en las relaciones internacionales, no sólo tiene un significado político: se trata de la salvación humana, de dónde acabará la humanidad.

Cobra actualidad lo que Marx sentenció: La religión es el opio de los pueblos.