n septiembre de 2018, reconocido el triunfo electoral del actual Presidente, escribí en este mismo espacio: Haga lo que haga y diga lo que diga el candidato triunfador, para un grupo bien orquestado de comunicadores y repetidores de opinión, todo estará mal y será motivo de ataques
. Hoy, a la mitad del sexenio, el panorama sigue igual. Son evidentes los aciertos, en política económica, en respeto a los derechos humanos, lo mismo en política interior que en política externa y las críticas continúan.
El gobierno afrontó con acierto los estragos de una pandemia que sacudió al mundo entero y encara ahora con prudencia y tino la crisis derivada de la guerra entre Rusia y Ucrania, allá lejos, en las estepas de la cuenca del mar Negro, pero con consecuencias diversas en todo el orbe y, por supuesto, también en nuestro país.
¿Cuáles han sido los efectos aquí? En cuanto a la pandemia, se logró frenar el temor; se explicó y recomendó lo debido; se ha vacunado a casi toda la población adulta que es la vulnerable; los efectos más nocivos fueron controlados y, al mismo tiempo, se restructuró el sistema de salud que se había desmantelado con ánimo de privatizarlo.
La guerra en Ucrania, además del fenómeno de migración masiva, de la destrucción y la muerte, ha producido una escasez mundial de combustibles, diésel y gasolina, que afecta prácticamente a todas las áreas de la economía; el fenómeno causó el alza de precios de las gasolinas, detonante de inflación; así ha sucedido en la mayoría de los países de Europa y América, pero en México, este necesario combustible ha mantenido precios accesibles en beneficio de todos, pobres y ricos y eso ha sido una barrera para que la inflación no se desborde. Ciertamente la hay por causas excepcionales y extrañas a nosotros, pero en México se controla razonablemente.
La explicación que ha dado el gobierno tiene su base en dos hechos derivados de dos decisiones del Ejecutivo, sin duda atinadas; una criticada en su momento y aun ahora, fue la adquisición, por decisión del gobierno de México, de adquirir la refinería Deer Park y producir con ello, buena parte de la gasolina que consumimos; en una de las mañaneras recientes, el Presidente explicó que en diciembre de 2018 se compraban en el exterior 833 mil barriles diarios de energéticos (gasolina y diésel) y en este principio de año, gracias a la decisión tomada, lo que se ha requerido adquirir son sólo 342 mil barriles diarios; lo demás lo produce Pemex.
Por otra parte, con el alza del precio del petróleo que se produce en México se obtienen ingresos inesperados y, en lugar de despilfarrar esa fortuna, como sucedió en el gobierno de Fox, se está empleando en el subsidio a la gasolina para beneficio de todo el pueblo de México, sin acepción de personas.
Las medidas, tan criticadas en su momento, refinar el petróleo y aprovechar los ingresos que la guerra lejana nos acarrea como efecto secundario, han sido un paliativo a la inflación y una herramienta para evitar daños extremos. También se confirma que los hidrocarburos recuperados, que con las reformas de Peña Nieto se habían entregado a las empresas extranjeras, son ahora útiles y bien empleadas áreas estratégicas de la economía.
En manos del Estado, en ejercicio de la soberanía, benefician a todos. Pero el tema no está cancelado, sino vigente; la Constitución mexicana antes de las reformas obtenidas con la compra de votos en el gobierno de Peña, reservaban en propiedad exclusiva para la nación, junto con la energía atómica y el servicio de correos, los hidrocarburos y la electricidad. Con el buen ejercicio de la política petrolera y el freno a la corrupción en Pemex, pudimos emplear en provecho propio nuestro petróleo; falta rescatar la electricidad y en eso está el gobierno con el apoyo de la mayoría del pueblo.
En 2013 en el debate de entonces, escribí del tema y hablé de él en diversas reuniones. Recordé que la palabra estrategia corresponde al lenguaje militar y que quien abandona un punto estratégico en una batalla o en una guerra no sólo comete un error, sino una traición. En los mítines informativos, al final de mis intervenciones, preguntaba a los oyentes, cómo se calificaría a Ignacio Zaragoza si en la batalla de Puebla, hubiera cedido, en atención a la libre competencia, uno de los fuertes de Loreto y Guadalupe al ejercito francés; la respuesta era espontánea, a quien entrega un área estratégica en la guerra o en la economía se le llama traidor.
Tanto en lo sucedido en el siglo XIX como ahora, hay patriotas que defienden lo que en justicia es nuestro y hay quienes están dispuestos a entregar nuestro patrimonio para obtener beneficios personales o pensando que las leyes del mercado tienen mayor jerarquía que los principios constitucionales. Sólo tenemos pendiente el rescate de la energía eléctrica, en eso están pueblo y gobierno.