Martes 8 de marzo de 2022, p. a11
Cuando el sociólogo argentino Diego Murzi vio las imágenes del estadio Corregidora en Querétaro no se preguntó por qué sucedía aquella violencia, sino por qué no había más casos en México. Las escenas de una brutalidad sin matices, de crueldad gratuita e incomprensible, lo impactaron como a todos, perturbadoras incluso para profesionales acostumbrados a mirar de cerca el fenómeno.
Esta impresión la experimentó también en Argentina Nicolás Bravo, reconocido sociólogo por la Universidad Nacional de Córdoba, que estudia el fenómeno de la violencia, sus expresiones y raigambres en el futbol argentino.
Quienes estudiamos estos temas desarrollamos cierta familiaridad con esas expresiones
, relata Bravo; aun así, nos generó sorpresa, porque no estamos acostumbrados a ver esas noticias de México. Tampoco fue asombro absoluto, porque sabemos que hay antecedentes
.
Lo primero que hacen quienes investigan estos eventos es desprenderse de la aparente relación entre la violencia en el futbol como reflejo de lo que sucede en una sociedad. Asociar de forma mecánica estos dos campos no arroja evidencia sólida; basta mirar las tasas de violencia social junto a la estadística de muertes relacionadas con el futbol.
México, como otros países en Latinoamérica, es un país con altas tasas de violencia, pero cuyo futbol había sido relativamente pacífico
, explica Bravo.
Según el informe de la oficina de la ONU en 2017, expone, la tasa de homicidios en México en ese año fue de 25.24 por cada 100 mil habitantes, mientras las muertes relacionadas al futbol no llegaban a una decena. Algo parecido con Colombia y Venezuela.
En cambio, Argentina, cuya tasa de homicidios es de las más bajas en América Latina, alrededor de 6 por cada 100 mil habitantes, suma más de 300 muertes vinculadas con el futbol.
“En Latinoamérica el futbol es violento porque tiene en sí mismo componentes simbólicos bélicos, machistas, homofóbicos y racistas, tanto que es difícil pensar en este deporte sin violencia, al menos no en nuestra región.
Pero eso no nos puede llevar a establecer asociaciones de reflejo entre la violencia social y lo que sucede en los estadios, porque no hay evidencia. Argentina es un espejo invertido, porque su sociedad no es de las más violentas de la región, pero llevamos un siglo contando muertes relacionadas con la cancha
.
Pensar en erradicar las barras del futbol no sólo es una quimera, coinciden Murzi y Bravo, sino también una estrategia que no resulta eficaz. Sobre todo porque esos tipos de agrupación social también ofrecen otras formas de vínculos, protección e identidad para mu-chas personas.
Criminalizar barras
Cuando ocurre un incidente como el de Querétaro, siempre las respuestas son punitivas y se busca criminalizar estos fenómenos
, señala Murzi, presidente de la ONG Salvemos al Futbol; en México pareciera que no les preocupa tanto el problema de la violencia en el futbol como lo que afectaría a una industria
.
Para Bravo, criminalizar a esos grupos los orilla a la clandestinidad y quizás hacerlos más peligrosos
.