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Ver día anteriorMiércoles 2 de marzo de 2022Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Imperialismos
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e manera justificada, el espacio difusivo apareció plagado de palabras mayores: guerra, invasión, catástrofe, muerte y destrucción. Lo anunciado y previsto sucedió. Las tropas rusas entraron en territorio ucranio y amenazan con ocupar varias ciudades, entre ellas la capital. Hay resistencia del ejército local, auxiliado por voluntarios y reclutas llamados a defender lo propio. La propaganda difundida por los medios de comunicación occidental no dejan resquicio al juicio emitido: Putin es un criminal y una amenaza para la paz. Las protestas no se hicieron esperar en ciudades importantes de este hemisferio. En la propia Rusia también hay pacifistas y salieron, con valentía, a las calles. Muchos están pagando con cárcel su atrevimiento.

Las mayoritarias condenas a la invasión no han podido ocultar las debidas responsabilidades de otros países, organismos multilaterales y destacados personajes. La puja por continuar fijando las tutorías del poder global sobresalen, como siempre, en el horizonte. No hay, tampoco, duda de que la mano peluda estadunidense descobija sus intenciones en todo este desaguisado trágico. La OTAN ha llevado a cabo subrogadas y provocadoras acciones desde hace ya bastante tiempo. Bien se sabía la contrariedad que las bases militares instaladas ocasionaban en la íntima sensación de seguridad del pueblo y gobierno rusos. Fueron en constante número las repúblicas que se unieron a la OTAN: tres repúblicas bálticas, Polonia, República Checa, Hungría, sólo faltaba una, la crucial. El cerco militar a Rusia cae dentro de la férrea lógica imperial de dominio. Trata, al mismo tiempo, de sitiar a un potencial enemigo considerado peligro para las llamadas democracias libres. Por ello se entienden las acciones cada vez más notorias de Rusia por ocupar el lugar de superpotencia que juzga tener y merecer. No es posible solapar la flagrante injerencia y mando de los estadunidenses en la OTAN. Las sucesivas bases instaladas en los países de reciente ingreso a la Unión Eu­ropea y la OTAN fueron diseño de sus afanes de dominio. Estados Unidos hace esfuerzos indecibles por continuar como la potencia indisputada del mundo. Un predominio que, en recientes tiempos, ha sido puesto en entredicho, tanto por Rusia como, con mayor nivel, por China.

La reciente conjunción de intereses y visiones, entre estos dos últimos países, prendió alertas en los mandos estratégicos en el Pentágono y la Casa Blanca. Tales arreglos son por demás incómodos para las visiones del mando y el pueblo estadunidense. Se sale de sus coordinadas de comprensión y entran, por tanto, a ser contemplados como contrarios a sus intereses y, por ende, a su misma seguridad. Esos sucesos desatan, dentro de su sociedad, una serie de miedos que le son compulsivos. Les vienen de lejos. Una alianza entre China y Rusia no es aceptable para ellos. Es la unión de dos males, dos verdaderos diablos a los que hay que temer y combatir. No habrá sosiego en esa sociedad que, está por demás decirlo, dará su aprobación para mayores gastos militares y para justificar la agresiva política de contención del enemigo que patrocina. En este empuje han quedado atrapados los países europeos miembros de la OTAN.

El último eslabón de la cadena de bases militares rodeando a Rusia se pensó ponerla en Ucrania (queda pendiente el caso de Georgia). Y este fue el detonador que impuso su lógica militar ante el fracaso de toda negociación para un acuerdo diplomático. La invasión militar no es justificable desde varios puntos de juicio. Pero la escala de potencias mundiales, con sus enormes intereses y ambiciones, permiten, y hasta obligan, llevar a cabo tales actos de muerte, destrucción y sufrimiento. Y en eso estamos insertos por ahora. Ojalá y no se complique el, por ahora, enfrentamiento militar entre estas dos naciones hermanas. Hay, desafortunadamente, varios indicios que contradicen tales suposiciones. Uno es la petición de Ucrania para ser incorporada a la Comunidad Europea. Una resolución fast track implicaría su aceptación como miembro de la OTAN, asunto que yace en el centro del problema. Otro punto de escalamiento del conflicto lo pone la decisión eu­ropea de surtir armamento letal a los combatientes ucranios. Un tercer ingrediente de consideración lo arrima la decisión de Putin de alertar a las fuerzas estratégicas de su país. Aparecen entonces sus armas nucleares como respuesta a las duros castigos financieros. Como se ve, hay un ominoso escalamiento de amenazas y fuerzas adicionales. México tendrá que meditar, muy bien, su adhesión o no a los diversos castigos en proceso.