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El azar no existe
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▲ Fotograma de la cinta de Paul Schrader.
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egún la teoría del autor, un director que lo sea tenderá a hacer la misma película, de una forma u otra. Esto se aplica con singular resonancia en el caso del estadunidense Paul Schrader, realizador que, al margen de las imposiciones de la industria, ha hecho un tipo de trabajo comprometido con él mismo a lo largo de cinco décadas.

Desde su guion para Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), Schrader ha insistido en una narrativa centrada en un hombre enajenado que, a través de sus acciones (violentas, en la mayoría de los casos), intenta obtener la redención. Eso se ha visto en Gigolo americano (1980), la nunca estrenada en México Light Sleeper (1992) y El reverendo (2017). Ahora en su más reciente trabajo, El contador de cartas, Schrader vuelve a utilizar el modelo derivado en gran medida de la influencia de Robert Bresson –Diario de un cura de aldea (1951) y Pickpocket (1959), sobre todo.

Así, la película se centra en la figura solitaria de William Tillich (un intenso Oscar Isaac), quien aprendió a contar los naipes en los casi 10 años que cumplió condena en una prisión militar. Haciéndose llamar William Tell, el hombre recorre los pequeños casinos de los diversos poblados que pisa sin rumbo fijo, viviendo de las modestas ganancias obtenidas a través del blackjack o el póker. Un encuentro fortuito con un joven llamado Cirk Baufort (Tye Sheridan) cambiará sus prioridades y William se convertirá en su mentor.

Según se revela, Cirk es hijo de Roger Baufort, a quien William conoció en la prisión iraquí de Abu Ghraib, aplicando contra los prisioneros los métodos de tortura diseñados por el mayor John Gordo (Willem Dafoe). Los soldados captados en fotos ejerciendo la tortura acabaron en la cárcel de Leavenworth. En cambio, sus superiores nunca fueron juzgados. Tanto Cirk como William albergan un deseo de venganza.

Con un estilo narrativo distante y frío, impulsado por la música sintetizada de Robert Levon Been, que mantiene al espectador en una especie de trance, Schrader conduce la historia con su determinismo característico. Tarde o temprano, William va a enfrentar su destino y la violencia resultante va a purgar sus demonios. (Por cierto, sólo escucharemos los efectos de dicha violencia. No necesitamos verla).

Un personaje importante en la ecuación es La Linda (la comediante Tiffany Haddish), una reclutadora de talentos del póker para competir en torneos a cambio de una subvención. Hay un romance apenas declarado entre ella y William, pero la mujer –como en Pickpocket, como en Gigolo americano– cerrará el ciclo de redención en la última toma de la película.

Al mismo tiempo, El contador de cartas es una mirada implacable a la realidad estadunidense como serie monótona de paisajes repetidos de casinos y moteles pinches. Curiosamente, el protagonista tiene la manía de envolver todos los muebles de sus habitaciones con lona, como para hacerlos más anónimos. Esos detalles, sumados a la caracterización de los personajes incidentales, confirman que Schrader sigue siendo uno de los cronistas fundamentales del desencanto americano.

El contador de cartas

(The Card Counter)

D y G: Paul Schrader/ F. en C: Alexander Dynan/ M: Robert Levon Been, Giancarlo Vulcano/ Ed: Benjamín Rodríguez Jr./ Con: Oscar Isaac, Tiffany Haddish, Tye Sheridan, Willem Dafoe, Alexander Babara/ P: Focus Features, LB Entertainment, Astrakan Film AB, Bona Film Group, Convergent Media, Enriched Media Group, HanWay Films, One Two Twenty Entertainment, Redline Entertainment. Estados Unidos, 2021.

Twitter: @walyder