Viernes 25 de febrero de 2022, p. 6
La fotografía que encabeza esta nota es de uno de los destacamentos del Batallón Azov, fuerza paramilitar integrada mayoritariamente por militantes de las organizaciones de extrema derecha ucrania como Pravy Sector y Svoboda, movimientos que fueron protagonistas del derrocamiento del gobierno de Viktor Yanukovich a inicios de 2014, y que en los años posteriores han llegado a ser incorporados como dependientes del Ministerio de Asuntos Interiores del país, y cuentan con importantes redes financieras ucranias e internacionales, entre otras, vaya paradoja, la del magnate judío Ihor Kolomoisky. Son parte de las fuerzas paramilitares y militares que combaten contra las milicias en el este de Ucrania, levantadas en aquella parte del país notoriamente más inclinada a una alianza con la Federación Rusa y no con la Unión Europea, y que resisten ante la avanzada de una extrema derecha que no ha hecho sino crecer en la parte occidental del país y Kiev, la capital, donde se hizo conocida como Euromaidán
la insurrección y derrocamiento de 2014, motivado precisamente por la suspensión que había hecho el gobierno de Yanukovich del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Ucrania.
Para entender la situación en Ucrania lo primero es despejar ciertas dudas y desconocimientos bastante generalizados sobre cuestiones básicas de la historia de ese país. Lo primero: la historia de Ucrania ha estado por más de un siglo fuertemente tensionada por su ubicación geográfica entre Rusia y Europa. Eso la hizo estar en medio de los conflictos bélicos de altísima intensidad que se inician con la Primera Guerra Mundial, continúan luego con la guerra civil rusa posterior a la revolución bolchevique, y se proyectan en la avanzada fascista y nazi y la Segunda Guerra Mundial después.
Tal contexto explica algo difícil de entender sin aquel elemento: lo que se conoce como nacionalismo ucranio
está marcado por el influjo fascista y nazi que se levantó en Europa del Este por parte de los sectores más conservadores y reaccionarios de las sociedades de la región, contra la revolución rusa y las organizaciones y movimientos de izquierdas de esos años. De ahí que las fuerzas que respaldan al gobierno de Volodymir Zelensky (iniciado en 2019), siguiendo los pasos y alianzas del predecesor Petró Poroshenko (2014-2019), declararon como día de conmemoración oficial del nacionalismo ucranio el día del cumpleaños de Stepán Bandera, el líder nacionalista que batalló contra la URSS y colaboró con los nazis a mediados del siglo pasado.
Las complicidades que han tenido los gobiernos occidentales con el gobierno ucranio, tan inclinado hacia una extrema derecha de características notoriamente fascistas y pronazis, ha encendido alarmas hace años, pero como suele ocurrir cuando hay intereses económicos y geopolíticos en juego, han sido en general acalladas u omitidas por la prensa privada dominante en Occidente. De hecho, como se ha denunciado en numerosas ocasiones, el famoso documental Winter on Fire, ampliamente divulgado vía Netflix, prácticamente no hace mención a este componente esencial de la asonada de desestabilización y derrocamiento del gobierno ucranio en 2014, siendo que éste fue protagonizado por milicias de un componente fascista y neonazi, que es notorio y explícito.
Las simbologías no están de más, y lo mencionado sobre Stepán Bandera no es lo único. El escudo del Batallón Azov consta de una runa wolfsangel estilizada, y detrás de ella, un sol negro, ambos símbolos profusamente utilizados en la Alemania nazi, entre otros, por divisiones enteras de las SS o Waffen SS, el cuerpo de élite del Ejército de Hitler.
Es por eso que a nadie le debiera extrañar que en las sucesivas votaciones que ha habido en la Asamblea General de la ONU de una resolución contra la glorificación del nazismo y otras formas de discursos de odio racial, los votos en contra han sido de Estados Unidos y de Ucrania, con la abstención de los gobiernos de la Unión Europea y el voto a favor de una amplia mayoría de países.
Las simpatías nazis del gobierno ucranio han provocado incluso la protesta del estrecho aliado del gobierno de Estados Unidos, el Estado de Israel. El embajador israelí en Ucrania, Joel Lion, ha formulado varias declaraciones y publicado en sus redes sociales el rechazo a la glorificación del nazismo por parte de la extrema derecha ucrania.
Los lazos y trabajo internacional de esta extrema derecha fascista, constituida como grupo paramilitar con reconocimiento oficial del Estado ucranio, han sido destacados en numerosas notas de prensa incluso en Europa y Estados Unidos, cuyos gobiernos impulsan una política exterior que utiliza al gobierno ucranio como punta de lanza de una arremetida geopolítica de la OTAN hacia territorios aledaños a Rusia, intentando presentar a Rusia como un potencial invasor
de Ucrania, en un contexto en que en el Este del país y en la península de Crimea, hay una significativa mayoría de habitantes rusoparlantes, con lazos históricos y culturales con Rusia, y que rechazan la deriva extremoderechista del gobierno de Kiev.
Las pruebas sobran. Una nota reciente del medio estadunidense Newsweek reconocía expresamente las relaciones y el perfil de estos grupos que en la práctica funcionan como aliados de la OTAN contra Rusia: “Un año después del 1/6, la guerra de Ucrania atrae a la extrema derecha estadunidense para luchar contra Rusia y entrenarse para la violencia en casa», haciendo referencia a los lazos con la extrema derecha estadunidense y el asalto al Capitolio en Washington a inicios del año pasado.
El medio español Publico.es reconocía hace unos días (El polvorín neonazi en Ucrania
): Desde la revuelta de Maidán de 2014, el gobierno, el ejército y las fuerzas de seguridad han institucionalizado en sus filas antiguas milicias y batallones de voluntarios vinculados a la ideología neonazi
, declaraba recientemente Kuzmenko a Newsweek, citando como ejemplo el Destacamento de Operaciones Especiales Azov, que fue establecido por el Ministerio del Interior de Ucrania en 2014, y transferido posteriormente a la Guardia Nacional (…) Ocho años después, mientras los enfrentamientos en la región del Donbás no han cesado, y a las puertas de un posible enfrentamiento entre Rusia y Ucrania con la OTAN de por medio, no todos los norteamericanos expertos en geopolítica han cerrado filas con su gobierno. Menos aún cuando la amenaza de la violencia y el terrorismo de la extrema derecha es considerada ya la principal amenaza interna del país. No son pocos los grupos y activistas neonazis europeos y norteamericanos (también españoles) que han visitado Ucrania estos últimos años para hacer contactos o recibir entrenamiento paramilitar”.
Sin embargo, los gobiernos de Estados Unidos y el resto de integrantes de la OTAN siguen haciendo caso omiso de todo aquello, y los medios alineados con su geopolítica vienen intensificando un conjunto de medidas económicas y militares en Ucrania y las zonas aledañas, como el estratégico Mar Negro, para reforzar la posición del gobierno de Ucrania y debilitar y asediar a las poblaciones prorrusas en Crimea y el Este de Ucrania, y también, directamente, a la Federación Rusa, cuya seguridad territorial se ve fuertemente amenazada con la posible entrada del gobierno ucraniano al pacto político-militar de la OTAN.
* Artículo tomado de la revista De Frente