s famosa la contestación de Sigmund Freud a Albert Einstein sobre el porqué de la guerra. El sicoanalista contestó: ¿Y por qué no la guerra?
Evidentemente hacía alusión a la violencia que nos habita a los seres humanos. Tomando como punto de partida el fortda (el juego de su nieta que aventaba un carrete y decía fort, y lo recogía y decía da), descrito en Más allá del principio del placer, al respecto de la génesis de la comunicación humana, nos encontramos ante un acaecer simultáneo entre la destrucción de los objetos en beneficio del símbolo, la compulsión a la repetición y la cientificación con el objeto.
La abstracción como el símbolo presupone que la simbolización puede estar ausente, destruirse y reaparecer en otro símbolo.
El interjuego entre eros y tanatos promueve los límites del sujeto. La pulsión de muerte se manifiesta entonces en la simbolización por su doble filo de la destrucción, la compulsión a la repetición, pero agregaría que también por su función articuladora. La muerte del lenguaje es el mayor obstáculo para la simbolización. Esta muerte sólo es tolerable cuando se asegura una amarra libidinal
en la restitución por medio del símbolo. Cuando se está inmerso en la confusión entre amor y odio, la creación significa destrucción, así es como el sicótico se inmoviliza en la plenitud o en la fragmentación.
Mediante el esfuerzo conjunto de la compulsión a la repetición y la cientificación con el objeto, la pulsión de muerte se inserta en la trama libidinal. El signo vacío constituye el fundamento de la comunicación verbal. La restitución de la cosa perdida por el símbolo es labor conjunta de la pulsión de muerte y la libido. Siendo creación y no reiteración exacta.
La simbolización es el proceso entre presencia y ausencia, donde tanto el narcisismo como la libido de objeto demanda satisfacción. Sólo la tensión entre eros y tanatos, fuerzas opuestas, pueden otorgar al símbolo verbal ese valor de presencia y ausencia.
Por eso la compulsión de repetición que el niño aprende es el lenguaje por cientificación como medio traumático. La palabra presupone una alucinación negativa del objeto y la restitución plena y libidinal es posible por la adquisición de un lenguaje apropiado de un discurso-símbolo en discurso transicional.
O sea, o la diplomacia encuentra el lenguaje apropiado a pesar de ser traumático para arreglar diferencias o el ¿Por qué no la guerra?
de Freud nos tendrá con la vida en un hilo.