Aunque es bello pintar de blanco el tronco de los árboles, la raíces, allá abajo, permanecen negras.
Aime Césaire
Sabemos muy poco del pueblo saharaui pese a que como nosotros habla castellano, como nosotros padeció el colonialismo español y como nosotros perdió parte de su territorio usurpado por países vecinos. Y es que sabemos muy poco de África, un continente con el que sin embargo en muchos aspectos nos espejeamos. Ignorancia sino es que desinterés que es parte del eurocentrismo que nos heredó la colonización: acostumbramos mirar hacia arriba y no hacia los lados, hacia el norte y no hacia el sur, hacia nuestros dominadores no hacia nuestros hermanos dominados.
Y el diálogo con los pueblos africanos podría ser muy fructífero porque ellos como nosotros quieren modos de vivir que les sean propios y no impuestos, ellos como nosotros sueñan futuros distintos a los que nos ha vendido la cultura occidental, ellos como nosotros buscan caminos nuevos para alcanzarlos.
En Nuestra América nos ha dado por ser “decoloniales” y descubrir “epistemologías desde el sur”, pero ellos que tienen menos tiempo que nosotros de haber logrado la independencia política, desde el principio batallaron por sostener sus proyectos emancipatorios en una cosmovisión africana.
En la segunda mitad del siglo XX nosotros criticamos el “desarrollismo” que nos uncia a la modernización capitalista al modo estadounidense, mientras que casi al mismo tiempo ellos rechazaban que su destino fuera hacer de África otra Europa.
Aquí apenas en lo que lleva el siglo XXI vamos tratando de recuperar el bolivarianismo y vernos como un pueblo de pueblos, mientras que ellos desde que lograron la independencia de naciones con frecuencia postizas apelaron a la negritud como identidad compartida y al panafricanismo como proyecto.
Y así como nosotros hemos descubierto en el comunitarismo una socialización en resistencia y una fuente de inspiración civilizatoria, los pueblos africanos han buscado y buscan el sustento de la comunidad y hasta del buen tribalismo para construir una nueva cohesión social.
En al continente americano dejamos de ser colonias desde el siglo XIX mientras que los pueblos africanos emprenden el camino de la liberación nacional apenas en el siglo XX y los sudsaharianos en la segunda mitad. Pero desde el principio rechazan tajantemente las visiones eurocéntricas.
Descendiente de esclavos, Frantz Fanon nació en Martinica, pero participó en el movimiento independentista argelino y dedicó su esfuerzo y pensamiento a la revolución africana. En Los condenados de la tierra, un texto escrito a fines de los años cincuenta escribe: “Compañeros: hay que decidir desde ahora un cambio de ruta. No perdamos el tiempo en estériles mimetismos. Dejemos a esa Europa que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina. El juego europeo ha terminado y hay que encontrar otra cosa… Decidamos no imitar a Europa y orientemos nuestros músculos y nuestros cerebros en una nueva dirección. Si no queremos transformar a África en una nueva Europa entonces habrá que inventar, habrá que descubrir”.
Y Quizá porque para entonces ya había países socialistas, algunas naciones africanas debutantes como Senegal, Ghana, Guinea y Tanganica buscaron avanzar por ese camino. Pero, aunque lo llamaron socialista su proyecto no era el de Marx y los socialistas europeos. Si acaso se parecía al socialismo comunitario que deseaban los campesinos rusos y que el gobierno de los soviets frustró.
Julius K. Nyerere presidente de Tanganica y, luego de la unión con Zanzíbar, de la nueva República de Tanzania, en una conferencia sobre Socialismo Africano de 1962 retoma la crítica al determinismo histórico del marxismo eurocéntrico que ya otros le habían hecho.
“El socialista europeo no puede concebir su socialismo sin su padre el capitalismo. Criado en el socialismo tribal tengo que decir que encuentro esta contradicción totalmente intolerable. Da al capitalismo una posición filosófica que ni pide ni merece, porque dice virtualmente: `Sin capitalismo y sin el antagonismo que el capitalismo creó en la sociedad no puede haber socialismo´. Esta glorificación del capital por los socialistas europeos doctrinarios me parece, lo repito, intolerable”.
Por su parte Sékou Touré, presidente de Guinea dice: “El desarrollo africano se caracteriza por una concepción subyacente del hombre no individualista sino personalista que florece en la coherencia de una sociedad viva, de una comunidad orgánica. Por eso es que nuestro modo de desarrollo lleva a un socialismo centrado en la comunidad, un socialismo no de coacción sino de solidaridad y cooperación”.
En su intento de transitar de sociedades aun no capitalistas a sociedades ya no capitalistas, los africanos se apoyan en una cosmovisión que tiene su base en la comunidad, de modo que su peculiar socialismo es enfáticamente comunalista. Dice Nyerere en la intervención ya citada: “El primer paso debe ser recuperar nuestra antigua actitud mental. En nuestra sociedad africana tradicional éramos individuos dentro de una comunidad. Cuidábamos de la comunidad y la comunidad cuidaba de nosotros”.
Marxista comunalista el ghanés George Padmore escribe: “Nuestro punto de partida debe ser la tierra con su propiedad y su producción comunales y su factor de autoayuda cooperativa. Esta es la piedra básica sobre la cual hemos de construir el nuevo tipo de sociedad socialista en Ghana”.
Un delegado originario del Congo Leopoldville al Coloquio de Dakar de 1962 profundiza la idea en una breve y sustanciosa fórmula: “El socialismo africano es el florecimiento completo del individuo mediante el florecimiento de la comunidad en la que eligió vivir y trabajar”. Con lo que deja claro que la comunidad no es destino adquirido por nacimiento sino elección y que no hay que negar la comunidad para crecer como individuos.
Como en Nuestra América, el proceso de independencia política africano produjo en muchos casos países artificiales, lo que llamaron “naciones prisión” que construidas desde fuera y desde arriba no representaban a los pueblos originarios. Algunas, en la lucha por la autonomía fueron forjando una verdadera identidad nacional, pero la base seguía siendo una gran diversidad de pueblos que no acababan de sentirse cómodos en los nuevos estados nación.
Pero a diferencia del arraigo nacional que era débil algunos lideres se fueron dando cuenta de que cuando menos en el área sud sahariana donde no había mucha consciencia de ser ghanés o senegalés, si la había de ser negro-africano, base de una posible identidad continental: la “africanidad”.
El impulsor intelectual del proyecto panafricano es George Padmore quien escribe: “La revolución que se está realizando en África es triple. Hay en primer lugar la lucha por la independencia nacional. En segundo lugar, hay una revolución social que sigue a la consecución de la independencia. Y en tercer lugar los africanos buscan alguna forma de unidad regional como precursora de unos Estados Unidos de África”.
En los sesentas del siglo XX impulsaron este proyecto el presidente de Senegal Leopold Sengohore; el de Ghana, Nwame Ktumah, y el de Tanganica Julius K Nyerere que fueron en África el equivalente del panamericanismo bolivariano del siglo XIX.
Todo esto ocurría en los años cincuenta y sesenta al calor de las exitosas luchas de liberación nacional que se desplegaron después de la guerra. Y la mayor parte de los proyectos no cuajaron o se pervirtieron. Lo que no les quita valor, pues son la herencia política de los pueblos de ese continente y debieran serlo también del nuestro que tanto se le asemeja. Que la liberación africana podía descarrilar lo entendía bien Fanon quien analizo ese peligro en muchos de sus escritos:
“Los pueblos africanos se han descubierto recientemente y han decidido en nombre del continente pensar de manera radical sobre el régimen colonial… Pero se multiplican los obstáculos para lograr esta utopía, hay intereses decididos a cerrar el camino a esa unidad, ha ese esfuerzo coordinado de doscientos cincuenta millones de personas… El colonialismo que se tambaleó frente al nacimiento de la unidad africana se recupera y trata ahora de quebrantar esta voluntad utilizando todas las debilidades del movimiento… Las colonizaciones han revestido formas múltiples y hay que distinguir una verdadera descolonización de una falsa descolonización… Son los pueblos coloniales los que deben liberarse de la dominación colonialista. La verdadera liberación no es la seudo independencia política…”. •