Lunes 7 de febrero de 2022, p. 7
La filosofía de la liberación, latinoamericana, nuestra
, nació hace 50 años, cuando el veinteañero Enrique Dussel abordó un barco que lo llevó desde su natal Argentina a Europa. Eran finales de los años 60.
Fue una travesía de 24 días a través del Atlántico que le cambió la vida, reconoce. El primer día, recuerda, se despidió de Buenos Aires. El joven filósofo venía de Mendoza, “un pueblito de 5 mil habitantes, nací con los indios; mi padre era médico. Me quedé viendo el resplandor de la capital en el cielo y a la mañana siguiente llegamos a Montevideo y me quedé sin decir nada, porque nunca lo estudié; es decir, era un licenciado que iba a Europa a hacer un doctorado y no sabía qué era Montevideo.
“Al otro día llegamos a Santos (Brasil), negros, el cafezinho; un mundo tropical. Nada conocía de ese país. Creía que estaba bien formado porque sabía griego, latín, francés, inglés, pero no sabía qué era Brasil. Algo estaba mal.
“Llegué a Río de Janeiro; desde el mar vi el Pan de Azúcar, una belleza, y tampoco sabía nada. Luego Arrecife, completamente africano. Ahí comencé a darme cuenta de que estaba mal formado porque no conocía nada de América Latina, había vivido al lado de ese mundo 23 años y no sabía nada.
“Llegamos a Senegal, todo negro, un olor distinto. Toqué África y dos días después Casablanca, el mundo árabe, Asia. Cuando llegué a Portugal y después a Barcelona me dije: ‘No soy español, ¿qué soy? y, además, no conozco nada de aquellos otros’. Llegué a España, hice el doctorado rápido; trabajé muchísimo.
“En ese primer viaje comencé a descubrir mi tema cuando me dije: ‘Me tengo que destetar de la cultura europea’. Con mis ahorros me fui a Israel, y no sabía ni hebreo, pero estaba limpiándome de todas las culturas. Luego de un par de años volví a Francia y comencé una conversión total, pensando en que tenía que descubrir América Latina.
“Volví a cruzar el Atlántico de regreso, y en Buenos Aires mi primer curso fue ‘Hipótesis para la investigación de América Latina dentro de la Historia Universal’. En un semestre me escribí un libro de 400 páginas. Fue mi primer curso universitario como profesor. Ese es el comienzo de una construcción sistemática, como hacer una X, primero construyes muchas cosas hasta llegar al vértice, y ahí se invierte; luego, desde la intuición nueva uno comienza a construir un sistema, y cada vez se necesita leer menos porque se tiene más qué decir”.
Sin embargo, al principio, la filosofía de la liberación de Dussel enfrentó la incomprensión de sus colegas. En México, recuerda el autor, entregó a Leopoldo Zea su libro sobre el tema para que lo publicara en el Fondo de Cultura Económica, “y nunca lo hizo; no entraba en su cabeza, porque para él lo importante era el mestizo latinoamericano, el indio no existía.
“Cuando tramité mi nacionalidad mexicana le pedí una carta a Zea, porque sabía que tendría fuerza, y me habló durante tres horas, defendiendo al presidente; era priísta, me dijo: ‘Esos zapatistas están haciendo un desastre’. Me puso mal. Nunca publicó mi Filosofía de la liberación y en cambio editó un libro de un ex alumno, con prólogo del propio Zea, con una crítica brutal a lo que yo hacía. Pensé: ‘Me hundí’. Pero no. Me puse a trabajar. Hay luchas fuertes que ahora están dando frutos.”