Opinión
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Isocronías

Ceder a la nada

E

l último día del 2020, el recién fallecido poeta zacatecano-coahuilense Alfredo García Valdez –a quien hace añales conocí en Saltillo y con el cual, ya en la Ciudad de México, trabajé algunas sesiones en taller– publicó en Internet su soneto Peón de la nada, que reproducimos respetando la ausencia de espacios entre las estrofas, haciendo de cuatro una sola:

No quisiera que comenzara esto, / pero debe empezar; igual que un perro / su cadena, un corcel que tasque el hierro / o un cabrito que empuje su cabresto, / fuera de toda duda o presupuesto, / sin sentido de culpa por el yerro, / debo arrojar el yugo y el cencerro: / para ganar la nada, el todo apuesto. / En todas partes encontré la nada, / en átomo, en espíritu y en bloque, / a crédito, en oferta, hipotecada. / Reina víctima de cualquier enroque, / en el que triunfa incluso secuestrada, / ha de ganarme, aunque jamás me toque.

El decir del poema sugiere la improvisación, la buena disposición a lo que en artes plásticas, entiendo, llaman el accidente, la apertura a dejar que hable más el impulso del lenguaje (¿o de la forma?) en sí que la intención del creador. Saberlo con certeza ya no es posible; permite así pensarlo el hecho de que en la misma fecha publicara tres sonetos más, sólo uno firmado el 31 (los otros, un día antes).

Para ganar la nada / el todo apuesto es verso memorable, que –sin otro afán que el mero juego– gusto de imaginar antecedido por la quinta línea: fuera de toda duda o presupuesto, endecasílabo menos intenso que el que remata el segundo cuarteto, mas de cualquier modo técnicamente logrado.

Para documentar el sentir del poeta por esos días (y acaso el sentimiento le duró) compartiremos otro de esos sonetos, a nuestro ver nacidos de un repentino aunque atendido ímpetu, y con él deberemos despedirnos. Cátedra del hueso:

Su fuero rige adentro como afuera, / el toque de la muerte suena quedo: / quito el pestillo de la puerta y cedo / al viento de mis sombras la postrera. / Si el pasado como el porvenir fuera, / no amoneste la Muerte con el dedo: / como cuerpo presente aquí me quedo, / si es la que viene igual a la que queda. / Extraño cada vez más a mi madre, / señal acaso de que morir debo: / el más allá es el postre y el hojaldre, / y la cura me aguardo, pues que bebo. / En la cátedra del soneto ladre / con el hueso de vida que me llevo.