Número 172 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
#HastaEncontrarles

Justicia es lo único que yo pedía

Rosa María Vásquez Hernández Mexicanos en el Exilio

Mi nombre es Rosa María y actualmente vivo en Estados Unidos porque mi vida, y la de mi familia, fue amenazada por exigir justicia. El 26 de marzo de 2011, las patrullas 509 y 420 del Grupo Delta (un grupo élite de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal de Ciudad Juárez), detuvieron arbitrariamente a mis hijos Daniel Osbaldo y José Luis Vásquez Vásquez, y a dos de sus amigos. Al día siguiente, solicitamos en la Fiscalía General del Estado de Chihuahua que se abriera una investigación por la desaparición de mis hijos, pero me dijeron que regresara al día siguiente porque aún no habían transcurrido las 48 horas. Gracias a que había un grupo de reporteros afuera de la Fiscalía pude entrar en contacto con Gustavo de la Rosa Hickerson, defensor de derechos humanos en Ciudad Juárez, y el 27 de marzo de 2011 hice mi primera declaración. El 5 de abril, otro de mis hijos identificó visualmente a tres de los oficiales que estuvieron presentes en el momento de la desaparición.

Como parte de una intensa movilización, hice pública esta denuncia. Los cuerpos sin vida de mis dos hijos y sus dos amigos fueron localizados el 13 de abril de 2011 y, después de realizar las pruebas genéticas, en junio de ese año, nos los entregaron para poder darles cristiana sepultura. Poco después de eso, hice pública la carta que ahora comparto con las y los lectores:

“Señor Leyzaola y Teto Murguía, gobernantes de turno, sean de derecha o de izquierda, por el poder que mantienen con su orden establecido. No tenían derecho a condenar a muerte a cuatro jóvenes, que sus marionetas de turno se llevaron; se los llevaron nada más por el poder que ustedes como gobernantes les conceden para matar. Usted, Señor Leyzaola, sabe de quién estoy hablando: del sucio y socarrón que tenía usted como jefe de su escuadrón de Deltas, el capitán Moreno, el que tenía el poder para matar a sangre fría, el que mandaba y el que condenaba y ponía a sus víctimas en manos asesinas de sus guardaespaldas.

Le arrancaron la vida a cuatro jóvenes inocentes, violando todos sus derechos humanos; el cobarde capitán Moreno y el Señor Leyzaola ¿acaso ignoraron la tortura a la que sometieron a mis hijos?”

Esto es lo más triste, los policías huyen, alegan que sólo cumplen órdenes, obedientes, indiferentes al dolor de miles de víctimas de una violencia sin límites. Así son los de ayer y los de hoy. Mantienen el orden sea como sea, que a ellos nadie les pregunte; si torturan, de arriba vino la orden; si secuestran, que pregunten al jefe; si acribillan a balazos y degüellan, para eso pusieron un arma en sus manos.

En noviembre de 2014, en el Juzgado del Distrito Bravos, se dictó sentencia contra los tres policías que fueron detenidos en 2011, pero no los juzgaron por la tortura ni por el homicidio de mis hijos, la sentencia sólo fue por desaparición. Después de conocerla, mandé un video a los jueces y comparto aquí las palabras que leí:

“Hoy me estoy dirigiendo a ustedes mis señorías con el propósito de que me escuchen por un momento ya que en la audiencia no me permitieron hablar. En este breve video, me dirijo a ustedes con todo respeto, para hablarles de mi dolor de madre, dolor de mil maneras vivido, porque me arrebataron a mis queridos hijos que tanto amaba. Eran buenos hijos, hermanos, esposos y padres, y me les arrebataron la vida por nada, sin importarles el profundo dolor de cuatro familias que nos quedamos sin nuestros seres queridos.

Me dirijo a ustedes, y espero no sentirme defraudada, les pido justicia y, por favor, que estén presentes en mi dolor y no ausentes ante la necesidad de los que todavía estamos sufriendo por la pérdida de nuestros seres amados.Mis señorías: les pido que sean un grupo activo y comprometido que dicte soluciones, y sean testigos del dolor de cuatro familias que estamos empezando a vivir de nuevo, después de tanta indiferencia, de tanta sangre derramada.

Es la hora que tanta injusticia no quede impune y que la respuesta a la barbarie que cometieron con mis hijos no sea otra noticia más, que su muerte no se convierta en contradicciones o piedras de tropiezo, porque todo esto se ha convertido en un acontecimiento envuelto en sangre y dolor. Espero no sea un fracaso o una situación sin límite.”

Después de tanto dolor, justicia es lo único que yo pedía, porque eran cuatro seres humanos y se derramó su sangre inocente. Los jueces sólo dictaron sentencia por la desaparición, no se impartió justicia por el homicidio ni por la tortura. La soledad duele, pero espero que en México algún día se logre la justicia. •

José Luis Vásquez. Archivo de Rosa María Vásquez
Daniel Vásquez. Archivo de Rosa María Vásquez