La desaparición forzada se ha vuelto un crimen recurrente en México, que se realiza con total impunidad. Ante este escenario, las familias de personas desaparecidas se han movilizado para generar estrategias de búsqueda por su cuenta. La Caravana de Búsqueda y la Brigada de Búsqueda son iniciativas ciudadanas que realizan actividades de búsqueda y visibilización de la crisis humanitaria que se atraviesa en el país. Entre sus actividades realizan marchas en las comunidades, así como visitas a CERESOS y SEMEFOS. A éstas se suman personas solidarias y profesionistas que buscan, desde su expertise, aportar a la búsqueda y acompañar dichos procesos.
Ahora bien, ¿cómo se acompaña? ¿qué es acompañar? y ¿qué se puede hacer desde los saberes que cada cual ha adquirido para apoyar a los familiares? Coloco estas preguntas como guía en un ejercicio de reflexión ante las prácticas que he realizado como psicólogo acompañante de familiares y las que he observado de otros colegas en estos espacios. Considero importante reflexionar sobre el lugar desde el cual se acerca un especialista en psicología, y cómo asume su rol ante la comunidad de familiares de personas desaparecidas.
La mayoría de los saberes en psicología son saberes a priori del sujeto. Es decir, anteceden a la existencia del sujeto, su experiencia y su historia de vida. Esto anula toda posibilidad de que el saber del sujeto sume al saber de la psicología, concebida como un saber concluido o absoluto que no requiere mucho más para poder intervenir. Si los psicólogos que participamos de estos espacios nos posicionamos desde este saber a priori, poco tenemos que aportar, pues se asume lo que requieren los familiares, sin consultarles.
Una práctica psicológica que considero importante revisar es la implementación de dinámicas vivenciales durante procesos de búsqueda. En ellas, los familiares se organizan por grupos o parejas, se ponen frente a frente y comienzan a hablar de las emociones que atraviesan, la mayoría de estas ocasiones los participantes de dichas dinámicas terminan en llanto, abrazos entre varios y algunas palabras de aliento entre compañerxs. Me parece necesario detenernos a reflexionar desde el gremio de la psicología sobre lo conveniente o no de este tipo de “talleres/prácticas”.
La mayoría de las ocasiones dichas actividades se realizan en un tiempo breve pues, por la agenda de la búsqueda, no se le puede dedicar tanto tiempo, dado que las prioridades son otras. Además, es necesario tener en cuenta que el facilitador del taller, es decir, el psicólogo experto, regularmente es sólo uno, para un grupo grande de entre 50 o más personas, ¿realmente es prudente realizarlo en dichas condiciones? Cuando una persona se desborda, quizá el psicólogo le preste más atención y busque realizar alguna intervención para contenerla; pero ¿qué ha pasado con el proceso de las demás personas? Nos toca incluso pensar en aquellas personas que no logran apalabrar sus sentires y lo expresan a través del cuerpo, vía un malestar estomacal, un dolor de cabeza, el llanto mismo. ¿Será realmente necesario intervenir de estas formas en las que las consecuencias podrían resultar más en síntomas físicos que en apalabrar las emociones producidas durante el proceso de búsqueda?
A partir de lo mencionado creo que lo importante es que, desde la práctica como psicólogos y como acompañantes en los procesos de búsqueda, primero reconozcamos que no se posee un saber absoluto que dé cuenta de cómo se debe de intervenir, o que se considere sea el mejor para elaborar intervenciones clínicas en dichos espacios. Luego, reconocer la angustia por la cual uno, como supuesto especialista, puede atravesar ante estas situaciones y que dicha angustia nos puede movilizar a interactuar de forma inadecuada con los familiares o a realizar intervenciones poco prudentes e incluso revictimizantes. En consecuencia, es importante detenernos en la práctica a reflexionar si realmente es conveniente la dinámica que buscamos realizar y si aporta al proceso que atraviesan los familiares.
Es necesario participar de las dinámicas ya establecidas por los familiares, sus hábitos, formas y procedimientos; participar y apoyar más allá del expertise de nuestra formación, así como formar lazos y aprender de ellos; pues antes de que la academia, las ONG’s y los especialistas se sumaran a las búsquedas, los colectivos comenzaron a desarrollar habilidades para apoyarse y acompañarse. •