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Agotado, el modelo de crecimiento actual: Experto

Boric, la oportunidad para avanzar hacia un desarrollo productivo en Chile
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 30 de diciembre de 2021, p. 22

Santiago. En abril de 2021, el entonces candidato y ahora presidente electo de Chile, Gabriel Boric, reflexionaba en una columna de opinión acerca de la fatiga del modelo de crecimiento chileno y decía que las señales eran la incapacidad de la matriz exportadora de superar su carácter extractivo y de bajo valor añadido, el estancamiento de la productividad a partir de fines de los 90, y la profunda fractura productiva entre la gran empresa exportadora y el amplio tejido de pequeñas y medianas empresas (Pymes).

La autoría de esa columna fue compartida con José Miguel Ahumada, experto en políticas del desarrollo de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y profesor del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.

Ahumada, en conversación con La Jornada, delinea lo que puede significar el gobierno de Boric, en términos de asentar un nuevo modelo de desarrollo que remplace al extractivismo neoliberal.

El estallido social de 2019 junto a los efectos económicos de la pandemia, devinieron en una coyuntura crítica en que los pilares del crecimiento neoliberal perdieron su legitimidad. Las fracturas sociales se han hecho más profundas y sensibles, la deuda de los hogares crece, las zonas de sacrificio ambiental se expanden y las Pymes se ven más asediadas por una demanda deprimida. El próximo gobierno, junto a la Convención Constitucional, tienen una oportunidad histórica para iniciar un ciclo político que levante la arquitectura pública para un desarrollo productivo dinámico y sostenible.

–¿Qué consideraciones deben estar presentes para definir el modelo de desarrollo que debe adoptar Chile?

–Tenemos cinco problemas claves. El primero es la crisis climática, debemos dar gestos como la firma del acuerdo Escazú y esforzarnos en estimular áreas más allá de las extractivas, como energías renovables donde hay grandes ventajas dormidas, destacando las fuentes eólicas, solares, hidrógeno verde, etcétera.

“Segundo, crear empleos de calidad. El empleo informal es de casi el 30 por ciento de la fuerza laboral y la productividad permanece estancada desde finales de los 90. Esto no sólo implica una pérdida productiva gigante, sino condiciones laborales precarias y de bajos ingresos.

“Tercero, es urgente densificar tecnológicamente nuestras áreas de especialización. No se trata únicamente de que produzcamos energías renovables sino que, a partir de ahí, se levanten polos tecnológicos que puedan producir insumos complejos, servicios, infraestructura y tecnologías de almacenamiento de energías que puedan ser exportables.

“Cuarto, para que este régimen productivo sea estable en el largo plazo, es clave reducir brechas de ingreso entre regiones y clases. Esto implica un nuevo pacto tributario progresivo, donde propuestas como el impuesto a los superricos y el royalty minero serán esenciales.

Finalmente, levantar las bases para un Estado de bienestar vía reformas profundas en el sistema de pensiones y salud, por ejemplo, son no sólo posibles sino urgentemente necesarias.

–¿Qué papel deberían tener las Pymes en una estrategia de desarrollo país?

–Hay un gran espacio para exportar y para insertarlas en cadenas productivas con grandes empresas.

“La empresa finlandesa Nokia, durante su boom en 1990-2010, incluyó a cientos de pequeñas empresas nacionales en la producción de telefonía. La aeronáutica Embraer, en Brasil, incluyó importantes proveedores nacionales en su dinamismo exportador.

En ese proceso el Estado cumplió un papel decisivo mediante instituciones públicas de estímulo y subsidio a la innovación, que fueron claves para que las empresas de menor escala tuvieran financiamiento, acceso a colaboración técnica y ayuda en establecer contratos con las grandes empresas exportadoras.

–¿Es partidario de regímenes diferenciados para atraer inversión extranjera de un alto componente tecnológico?

–Noruega no hubiera podido aprovechar el petróleo para complejizar tecnológicamente su economía interna sin lograr acuerdos con las trasnacionales que garantizaron transferencia tecnológica y contenido local en la producción. Una de las características de América Latina –y México con las maquilas es un caso conocido–, es que las multinacionales no generan sólidos encadenamientos productivos con capitales locales, terminando la región en su clásico rol de proveer mano de obra barata y/o acceso a recursos naturales, sin obtener mejoras tecnológicas y complejización de su producción.

Chile, al igual que México con el NAFTA, tiene una serie de tratados de libre comercio que restringen considerablemente la posibilidad de establecer regímenes pro desarrollo para las inversiones extranjeras. Aquí nuestro país puede hacer dos cosas complementarias: renegociar bilateralmente cláusulas referidas a estos temas con los socios comerciales, para darle al Estado espacio para hacer políticas productivas, y establecer contratos directos entre el Estado y las empresas extranjeras con normativas pro transferencia tecnológica.

–De los casos de desarrollo exitoso, ¿qué pueden aprender Chile y otros países de la región?

–Que países haciendo cosas diferentes lograron resultados económicos y sociales considerablemente superiores a los que hemos experimentado en la región.

Ver nota ampliada en: https://bit.ly/3mJ24Oa