La última columneta de 2021 // No es por ser impuntual // Aguante a la mexicana
la hora de comenzar el tecleo de estos renglones es mediodía del último domingo de 2021, que está por pirar de manera definitiva dentro de cinco días. Es, además, una malhadada fecha, pues se confirma el estruendoso fracaso de un propósito que la columneta formuló el pasado 3 de enero: pasar lista de presente en las oficinas del periódico a una hora apropiada cada domingo a fin de que los sufridos correctores intentaran el arduo trabajo de hacerla legible para bien de los audaces lectores que pretendieran intentar descifrarla y, por supuesto, alejar a doña Soco del soponcio que la acomete cada domingo al ver que la negra noche tiende su manto
y la columneta permanece tan ausente como la probidad y buena fe en las oficinas del INE.
Durante mucho tiempo los constantes contratiempos que impedían estar en tiempo y cumplir la hebdomadaria cita las solía achacar a un mal fario que se ensañaba con la libre expresión de mis ideas por sanas y bien intencionadas que fueran; sin embargo, como soy reacio al sospechosismo, he seguido investigando qué otras causas más serias y racionales podrían explicar la diversa conjunción de circunstancias que terminaban por impedir a esta cada vez más desconcertada y contrita columneta cumplir responsable y cabalmente con la misión que se ha echado a cuestas desde hace dos sexenios. Me gusta esta forma de medición porque cuando alguien se siente humorista y me comenta con ingenio desbordante: ¿y cómo es que te han aguantado dos largos sexenios en La Jornada?, se me ponen de pechito y contesto: considerados que somos los mexicanos. Ya ves cómo aguantamos los 18 de Fox, Felipe de Jesús y la versión liliputiense de Salinas, sólo que con pelo y sin orejas. Célebre trío al que unos –según la época– lo conocían como Bonnie and Clyde, otros como Días sin huella y, los más recientes, como ¿Y, dónde está el presidente?
Pues obcecado que soy en ir al fondo de las cosas, descubro unas razones más que científicas para entender el porqué de las permanentes violaciones a mis obligaciones laborales, de acuerdo con las cuales debo entregar mi escrito antes de las 6 de la tarde de cada domingo, sino también a mis necesidades tanto económicas como de realización personal. Me explico: si no entrego, no publico, si no publico no recibo ingresos, luego entonces debo entregar en tiempo y forma mis opiniones para hacerme acreedor a los ingresos que sustenten los egresos necesarios para vivir de la mejor manera posible tomando en cuenta el mucho tiempo vivido y, el va mi resto,
para poder repetir a mi maestro de vida, don Federico Berrueto Ramón, quien me insistía siempre: Vivir se debe la vida, de tal suerte que vida quede en la muerte.
O sea que, sin duda, debo analizar profundamente esa resistencia sicológica a entregar la columneta a su debido tiempo. ¿A qué le temo? ¿Por qué me autosaboteo en el proyecto de escribir lo que pienso? ¿No me siento capaz de analizar con objetividad, conocimientos, experiencia lo que acontece y que, aunque en muchas cosas es inédito, en el fondo es ya una página varias veces vivida?
Pero venga ya la científica hipótesis que sobre este problema me he dedicado a formular: comienzo anticlimáticamente por la conclusión: la responsabilidad de que la información que en su debido tiempo envío a La Jornada sufra de ruidos, retardos e interferencias se debe a que el planeta y el sistema solar, en su conjunto, no son debidamente puntuales, exactos y serios. Adelantaré algunos datos: según Time and Date, web dedicada a medir el tiempo y las zonas horarias, 2021 (que está por terminar) tuvo varios días breves, por lo que al final resultará ser más corto que 2020. En términos precisos podemos decir que su duración total será de 35.40 milisegundos menor y recuérdese que la de los días terrestres es igual a la del movimiento de rotación que el planeta da sobre su propio eje. Un día en la Tierra debe, teóricamente, durar unos 86 mil 400 segundos, o sea mil 440 minutos, los que a su vez conforman las 24 horas de un día.
¿Me expliqué lo suficiente para aclarar por qué no logro terminar la columneta a buen tiempo cada domingo?
En verdad, de corazón: lo mejor en el 2022, para quienes me comparten cada semana unos minutos de vida.