n unos días se iniciará el nuevo año y para mala fortuna de millones de personas, en la nación más rica del planeta, la población de menores recursos tendrá que seguir regateando el acceso a la salud y otros beneficios sociales indispensables para su vida diaria. La situación no es nueva, ya que data de décadas.
En los años 30 se abrieron las posibilidades de superar esas carencias (New Deal de Roosevelt), pero a los pocos años la situación volvió a ser crítica, hasta que en los años sesenta nuevamente se entreabrió una puerta que alivió parcialmente la vida de millones mediante una serie de medidas de justicia social (La Gran Sociedad de Johnson). Pero la apertura fue efímera y volvió a cerrarse con el deterioro en la vida de cada vez más estadunidenses. Hasta que Barack Obama tuvo que superar los obstáculos de la oposición para que por lo menos 30 millones de estadunidenses fueran incorporados a los servicios de salud, muchos de ellos niños que carecían de ella. Pero, una vez más, el tiempo y los obstáculos levantados por los sectores más conservadores impidieron a Obama avanzar en sus planes de incorporar a varios millones más al sistema de salud y garantizarles otros beneficios sociales. Con la llegada de Donald Trump, la noria dio una vuelta más y, con el apoyo del Partido Republicano en el Congreso, la opción abierta por Obama nuevamente se cerró. Cuatro años después, el gobierno de Joseph Biden ha enviado al Congreso una propuesta para hacer de los servicios de beneficios sociales un proyecto inclusivo no exclusivo, erradicar la pobreza entre los menores de edad y garantizar una vida digna a sus familias. Pero la historia se repitió y quienes en el Congreso representan a las clases más pudientes una vez más anularon esa posibilidad. En esas están nuevamente millones de estadunidenses.
En los últimos meses, Biden y la exigua mayoría del Partido Demócrata en el Congreso deberán hacer frente a la negativa del Partido Republicano que, con el insólito apoyo de un senador demócrata, ha dejado en el limbo la aprobación de su paquete de beneficios sociales. Estos descalabros han puesto de relieve una realidad que los demócratas y Biden se han negado a reconocer: su partido no tiene 50 senadores, sino 49 y un renegado que, en términos prácticos, se ha convertido en un republicano más. Por esta razón será imposible aprobar ésta y otras propuestas que contribuyan a paliar la pobreza.
A decir de más de un observador político, el Partido Demócrata es también responsable de sus tropiezos en el Congreso. Su incapacidad para aquilatar la importancia de haber logrado la aprobación de un gasto de casi 2 trillones de dólares para reparar la decaída infraestructura del país y la inexplicable falta de oficio con el fin de explicar más claramente los innumerables beneficios que el plan significará para toda la nación. Y en ese mismo contexto, demostrar que su manejo de la pandemia ha sido el correcto, a pesar de la reticencia de los gobernadores en los estados que gobiernan los republicanos a implementar las medidas necesarias para evitar su propagación.
Con este cuadro de fondo, y una imagen que los pinta como un partido que no puede resolver las diferencias entre su ala progresista y su ala moderada que, por extensión, repercuten en la solución de los problemas más ingentes del país. Para el Partido Demócrata será un hándicap en contra al iniciar el año 2022, en el que se celebrarán elecciones para renovar el Congreso.
Si logran demostrar que los republicanos son los responsables de coartar el avance de las medidas en favor de la mayoría y pueden superar sus desacuerdos internos, estarían en posibilidad de revertir una situación que hoy no les es favorable del todo.
Con los deseos de un mejor año para los amables lectores