Opinión
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Pluralidad
E

n universos de individuos es natural observar diversas posiciones individuales. Es, por tanto, conglomerados de particularidades que dan color e intensidad a la convivencia. Así, en el caso mexicano, concurren culturas, orígenes o incluso idiomas por demás distintos en el inmenso horizonte del país. No sería posible dictar un mandato para unificar sus creencias o deseos. Menos aún exigirles comportamientos iguales a partir de reconocer las notables diferencias reales.

Puede, eso sí, haber coincidencias básicas para, al menos, grandes conjuntos de ellos. Es decir, se van formando mayorías situadas frente a otros abigarrados conjuntos de minorías. Los dos extremos exigen respeto a sus autonomías y capacidades de conducción con apego a las normas que los condicionan. Y esto es lo que, los morenos, al reconocerse como legítima formación social, propugnan por encontrar, muy a pesar de las diferencias, las coincidencias entre ellos mismos. Quieren trabajar para construir, a partir de esa base común, lo que puede llegar a ser un modelo participativo e igualitario. Fincar ahí, entre ese mar incierto, objetivos. Identificar los principios que les faciliten su identidad, los agrupen y sean capaces de dirigir sus muchos trabajos.

Lo anterior es parte de lo que pretende este gobierno en su declarada aspiración transformadora. No se trata de dictar líneas obligadas para todos o catalogar de errados a los disidentes. Lo que se desea es ir, juntos, tras de ciertos modos de vida compartidos. Modos que se asienten sobre justas igualdades y diferencias.

Los plurales, en este vasto universo, a su vez, exigen ser respetados en todas sus modalidades de ser y comportarse. Es casi imposible, aun entre sus reales similitudes, fomentar unanimidades. Pero, para marchar juntos, es indispensable seguir rutas, pautas acordadas al trabajar de consuno. Estas rutas tienen que ser diseñadas a partir de dilatados encuentros. Es decir, se requiere pulir las voces, las voluntades y los deseos de los participantes en prolongadas y hasta tediosas jornadas. Nada se da de manera fácil, digamos natural y obligada. Hay que ir acercando miradas, vestimentas y dolores, posiciones y furias de manera paulatina para emprender a renglón seguido la edificación partidaria entrevista. Fue lo que Andrés Manuel López Obrador, junto con un grupo de simpatizantes, hicieron. Fue un prolongado batallar sin descanso por toda la República. No sólo se afiló el discurso que los unió y les dio la coherencia, sino lo que le dio sentido y concreción a las prioridades de gobierno. Se tiene, ahora, toda una explícita cadencia de lo que, desde ese gobierno así emanado, ha expuesto ante la audiencia popular de todos los mexicanos.

Es el contenido del accionar comunicativo que cada mañana se usa para llevar a cabo la sustancia de su cometido. El mero centro de sus propósitos comunes para acudir en auxilio de los más necesitados. Fue este peregrinar en busca de las diferencias lo que derivó, también, en coincidencias. Lo que solidificó las intenciones de aspirar a la epopeya transformadora que ahora algunos denuncian como imposible, como un sueño grotesco o fantástico que poco tiene de realidad. Sólo así se pudo sembrar lo que ahora aparece como improvisada formulación de políticas públicas o programas gubernamentales.

Poco, o casi nada fue sacado de libros populares o sesudos tratados, escritos por autores que han captado el espíritu y definido otros modos de accionar. Sobre todo cuando los contornos, y sobre todo las circunstancias que los condicionaron, son irrepetibles.

No se trata, ahora, de trasladar experiencias, de aprovechar lo bueno o notable de lo que otros lograron. Tampoco se recomienda evitar lo que, en algún lugar y tiempo, fracasó en ciertas partes del mundo. Este gobierno, en su peregrinar, pulsando sentires y dramas, ha ido captando lo propio y poniéndole acentos a la vital corriente que informa la actualidad mexicana. Ahí, en esa pluralidad coincidente y mayoritaria, condensa sus posturas, rechazos y creencias. Aquí y ahora sin buscar, pero sin negar ayudas, consejos o lecturas.

Se han creado los propios contornos y difundiendo sus respuestas a las innumerables interrogantes. En especial se atiende, sin limitantes, a las peticiones, aspiraciones y reclamos de la gente. Las respuestas encontradas no son formuladas siguiendo recetas probadas o fallidas. No son modos usados en países que pueden, para algunos, ser ejemplares. Eso ya se hizo en demasía. Son, en sus líneas básicas, en sus cometidos y mandatos, el propósito de satisfacer las necesidades de aquellos que las habían solicitado por décadas y que fueron, interesadamente relegados.