o hay un consenso acerca de la naturaleza del proceso inflacionario que se registra actualmente. La discusión tiene con ver con el carácter temporal o más duradero del incremento de los precios. En nuestro caso, en que al alza de los precios es muy superior a meta fijada por la autoridad monetaria, tiene especial relevancia el fenómeno en Estados Unidos.
La Reserva Federal (FED) anunció recientemente que en 2022 incrementará tres veces la tasa de interés de referencia y que, además, reducirá las operaciones de inyección de dinero en la economía.
Esto apunta a que se considera la inflación como una situación de índole duradera, derivada de las condiciones actuales de la formación de los precios. Hoy, la tasa de interés de los fondos federales (una tasa de referencia para el costo de los créditos en el mercado y que establece el banco central) es 0.25 por ciento.
En un escenario marcado por la caída de la actividad productiva en 2020 en el marco de la pandemia de Covid-19, la recuperación estadunidense se ha sostenido en buen parte con las medidas de corte fiscal, es decir, un mayor gasto público.
Estas medidas se han soportado con una laxa política monetaria: muy bajas tasas de interés y grandes intervenciones en el mercado para proveer de liquidez al sistema, es decir, una mayor cantidad de dinero en la economía.
El proceso que anunció la FED implica el retiro progresivo de esa liquidez, una acción que no podía posponerse ahora con el resurgimiento de la inflación. El entorno financiero deja de estar determinado por tasas de interés prácticamente de cero que han estado vigentes durante un largo periodo.
A unas distorsiones generadas para contener la contracción del producto en 2020 y 2021, seguirán otras distorsiones para, ahora, contener el alza de los precios.
Estas medidas significan que los apoyos monetarios a las familias se reducirán también, lo que es previsible que afecte la disponibilidad de dinero para el envío de remesas a México. Éstas se han convertido en una abundante fuente de ingreso en el escenario de la pandemia para los receptores en el país y, sin duda, una válvula de escape a las presiones fiscales para el gobierno.
El alza de las tasas anunciada por la FED pone sobre aviso al Banco de México que, ante la elevada inflación de 7.37 por ciento anual al mes de noviembre y la expectativa de que seguirá creciendo, ha subido la tasa de referencia a 5.5 por ciento. Como reportó este periódico (nota de Braulio Carbajal 17/12/2021), ésta fue la quinta alza consecutiva de las tasas y la última vez que se había elevado en esa proporción fue en febrero de 2017.
El año entrante el banco central tendrá que adaptarse a la medida anunciada por la FED y, así, enfrentar un entorno de mayor inestabilidad financiera. La junta de gobierno de Banxico tendrá que actuar en un escenario distinto al que existía hasta hace poco, para reducir el alza de los precios y prevenir una dislocación mayor en el entorno financiero y productivo.
Ese escenario estará, además, enmarcado en un escaso crecimiento de la producción que no alcanza aún para resarcir la caída de 8.5 por ciento en 2020. La situación está marcada por la insuficiencia en la generación de empleos formales, más la necesidad de absorber a una mayor parte de la fuerza laboral; por el déficit del gasto en inversión productiva y por un menor ingreso esperado de los hogares. Se anuncia 2022 como un año complicado en cuanto al nivel de la actividad económica, el comportamiento de los precios y las presiones previsibles sobre el tipo de cambio.
La Secretaría de Hacienda tendrá que adaptar también su gestión del presupuesto. Las estimaciones del crecimiento y la inflación de los criterios generales de política económica 2022 son de un crecimiento del PIB de 4.1 por ciento–como base para las estimaciones de las finanzas públicas– y una inflación de 3.4 por ciento y un tipo de cambio de 20.40 pesos por dólar. Ese entorno ya no existe.
El presupuesto está ya desfasado. La holgura
que caracteriza de manera crónica a esta economía (se trata de una noción técnica del crecimiento real en relación con el que se considera como potencial) y que aflojaba la presión inflacionaria seguirá manteniéndose y aun agrandándose. Pero esto ocurrirá en un escenario de naturaleza distinta en cuanto al crecimiento de los precios. Las presiones económicas del fin de año se trasladarán a 2022 y exigirán un ajuste en la concepción y ejecución de la política pública.