a muy difundida opinión de un funcionario, por cierto de media categoría, en la organización de la automotriz General Motors se tomó como un perentorio aviso de catástrofe para la Cuarta Transformación (4T). Este personaje, director en México, basó su nada sagaz opinión en una torcida categorización de la reforma eléctrica recién enviada. Alegó el perspicaz observador la negativa de gobierno a emplear energías limpias a futuro. Una muy repetida falsedad difundida por los medios nacionales de comunicación. Poca mella hicieron al trabajador de la armadora los recientes avisos del Presidente de modernizar las turbinas de 60 hidroeléctricas del país. Tampoco estuvo atento, el crítico improvisado, a tan importante anuncio hecho en Washington ante los otros dos líderes del tratado de Norteamérica: Joe Biden y Justin Trudeau. O la petición de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para que los canadienses auxiliaran a instalar, o vender, las deseadas turbinas. No, señor, nada alteró la especializada opinión del ensamblador de carros, camiones o camionetas. Se mantuvo firme al anunciar que su empresa llevaría sus inversiones a otro lado si México insiste en usar combustibles fósiles para generar electricidad.
Se le tendría que decir a tan versado opinador sobre horizontes eólicos, que entonces, su empresa, también saldría del propio país donde tienen sus oficinas centrales y la mayoría de sus plantas. Similar asunto orientaría su inmediata fuga de China pues, ambos países, son los que más usan combustibles fósiles y los seguirán usando por varias décadas. Luego entonces no puede tomarse en serio tan loable propósito de un individuo que, por su rango, es incapaz de decidir sobre inversiones de esa escala y ubicación.
Pero poco importaron a la cátedra opositora tales consideraciones. Lo importante es usar cualquier dato, predicción o condena contra el temido y odiado rival en la conducción del país. Todo vale en esta refriega por recuperar el poder extraviado entre tantos desaciertos del modelo concentrador.
Otro gran campo de confrontación lo ocasionó recientemente el acuerdo presidencial para blindar las obras de infraestructura del gobierno, sobre todo las prioritarias que no se quieren dejar a sabotaje continuo por truco, tardanza innecesaria o subterfugio, aunque sea bajo la figura del amparo. Es, casi por necesidad y precisamente en esas obras, donde se ha cebado el intenso universo descalificador de la oposición. No habrá rendición de cuentas, ni transparencia, fue la terrible sentencia de cuanto paladín democrático habita el universo crítico basado en meras suposiciones.
Las repercusiones fueron sucediéndose en cascada tan idénticas como lo son las gotas de agua. Las consecuencias, según sus penetrantes miradas hacia el interior de la sique presidencial, como a los afectos devastadores sobre la, ya de por sí endeble, democracia, son definitivas. Estas peroratas, de ferocidad con arranques literarios, como las acostumbradas por el articulista J. Silva Herzog, son las que se piensan reales, hechos ciertos. Se espera con ansias en ese reducido universo de seguidores de tan penetrante crítico que, a la larga, mellarán la imagen presidencial. Poco le interesa a esa grey el continuo rebufe que reflejan las encuestas, una tras otra consignando el apoyo popular a AMLO. El único articulista, de esos que forman el cielo de los consagrados (Luis Rubio) que ha reconocido, en reciente artículo, logros de la 4T a mitad del camino. Acepta, a regañadientes, éxitos relativos de las políticas seguidas por el gobierno en estos tres movidos años. Aunque, al mismo tiempo, predica que los venideros tres no serán tan exitosos. Pero, lo dicho por don Luis, caerá como plomo recargado sobre algunas conciencias, ya bien regenteadas por similares de la conspicua opinocracia local.
Rubio y su compañero de página dominical (Mayer Serra) forman sólida corte de aquellos que han insistido, una y otra vez, en el fracaso del aeropuerto Felipe Ángeles, de la improductiva necedad de perseguir el rescate de Petróleos Mexicanos o la reconstitución de sus refinerías. El argumento de uso corriente es, era y a lo mejor será: más vale seguir importando gasolinas y exportando crudo que tratar de ser autosuficientes en petrolíferos y guardar el petróleo para consumo interno. Una impecable lógica dirigida a mentes colonizadas por el neoliberalismo impartido en las escuelas de los centros de poder mundial.