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Un extraordinario periodista revolucionario
L

as anécdotas con las que nos hemos asombrado, contadas por uno de mis mejores amigos, el entrañable Víctor Rico Galán, llenarían más que un libro. Escuchábamos hasta altas horas de la noche reseñas que son parte de la historia de la izquierda en nuestro país.

Es importante dar a conocer sus relatos; las nuevas generaciones deben descubrir la otra parte de la historia, la que no se ha publicado. Entender la calidad de militancia que el compañero heredó a nuestra generación debemos compartirla.

Entre el periodismo y el deber de la conciencia política, en la vida de Víctor, existieron momentos inolvidables e irrepetibles. Momentos que son la base para que recarguemos la fuerza de la voluntad.

La solidaridad de Víctor hacia los demás se sentía desde el primer instante; en cualquier momento mostraba su amplia disponibilidad para ayudar o para orientar a sus compañeros en la cárcel. Extendía la mano a todos, no sólo a los que iban llegando.

En su libro El Partido Obrero y el Frente Nacional Antimperialista, publicado por Ediciones Solidaridad, podemos ver la capacidad de pensamiento y la congruencia en la forma de exponer y en la forma de concluir sus artículos y sus investigaciones como periodista. En esta obra, nos plantea las características nefastas de uno de los principales enemigos de nuestro país: el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Enemigo del cual debemos sobreponernos y al que habría que vencer con todas las fuerzas. Describe también, la forma cómo este partido dictador fue desgastando la moral de nuestros pueblos. Cómo el engaño fue deteriorando la confianza de la gente en la política, sobre todo, entre la más necesitada. A tal grado que, al mencionar las siglas PRI nos imaginábamos sólo agravios, saqueos, crímenes y pocas acciones a favor de la población.

En las dos primeras décadas de ese partido, prácticamente el único, el país tuvo cierto desarrollo en industria y otros rubros, sin embargo, la gran mayoría, la población más pobre, nunca recibió ningún apoyo; todos los programas sociales se echaban a andar a cuentagotas, pero nada que les sacara de la pobreza y de las enfermedades.

Víctor estudió en la Escuela Nacional de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sobre esta realidad escribió como periodista y como profesional:

Porque el PRI puede declarar. Pero nosotros tenemos que construir, que crear, que hacer. Este es el último párrafo del libro citado, página 15 de su artículo La revolución no se hace con palabras de arriba, sino con hechos de abajo. Que escribió en la cárcel de Lecumberri, el 23 de noviembre de 1971.

Esta claridad de pensamiento se puede lograr con una constante y metódica lectura. La capacitación política podemos lograrla con voluntad y concentración mental basadas en fuertes convicciones. Al proponer el estudio programado, lo hicimos por dos razones: aprovechar, sin condolerse, el encierro injusto y continuar desarrollando la preparación política porque era un importante compromiso.

La hora de estudiar, era un espacio impostergable, puntual y de disciplina. Cada quien daba cuenta de sus lecturas, debatíamos y se tomaban en cuenta las otras opiniones. Leímos El capital, los tres tomos, y encontramos fallas en la traducción al español, las cuales subrayamos. Por lo que le pedimos a un periodista alemán, después de que nos entrevistó, que nos enviara la obra completa en el idioma original. Poco tiempo después los libros nos llegaron.

Esto me recuerda otro gran libro escrito por mi comandante Fidel Castro Ruz, La cárcel fecunda, otro de los grandes ejemplos de decisión y entrega total a una causa tan noble y solidaria como lo es una revolución.

Víctor fue de esa clase de personas que, pese a las frustraciones, a la soledad temporal, a las traiciones y a otros sentimientos fuertes, tomó lo mejor de las experiencias y nunca se dio por vencido.

Aproximadamente, fueron seis años de cárcel, pero lo compartido y experimentado, fue una muestra para quienes lo conocimos; nos dimos cuenta que Víctor fue de aquellos revolucionarios con un gran espíritu de lucha y una enorme conciencia política y social.

Como periodista, estaba orgulloso de haber entrevistado, en La Habana, a otro gran ser humano. En su celda de Lecumberri, pegadas a la pared, conservaba las dos fotografías que le tomaron junto a Ernesto El Ché Guevara, las que se llevó al ser liberado.

Twitter: @Antonio.Gershenson