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Let it be
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▲ Los Beatles en una ilustración del monero Hernández.Foto foto
 
Periódico La Jornada
Sábado 30 de octubre de 2021, p. a12

Los Bitles, De Birols, Los Bíceps, The Fab Four, El Cuartito de Liverpool, Los Melenudos… Los Virus son los que escribieron Leritbí.

John Lennnon, George Harrison, Paul McCartney y Ringo Starr serán noticia siempre.

Para conmemorar el primer medio siglo del lanzamiento de su disco póstumo: Let it be, se pone en movimiento gran maquinaria que incluye edición conmemorativa del álbum, en distintos formatos, y un documental, elaborado todo a partir de las 150 horas de grabación disponibles y 60 horas de filmación.

El disco conmemorativo está disponible en las distintas plataformas de música digital (Spotify, por ejemplo), aunque la verdad el sonido remasterizado de la versión en cedé es incomparable.

Además de la versión cedé en álbum doble, que es la básica, hay otras que van aumentando en número de discos, el tamaño del libro, las fotos, la complejidad, la plenitud, el contenido y la bisutería, pero la más amplia de ellas cuesta una barbaridad de dinero.

Con la edición básica tenemos suficiente: el disco 1 trae el contenido original del álbum, remasterizado, y el 2 una selección de las sesiones de grabación, donde Los Bítles echan alegre desmadrito y crean música de primera.

En Spotify tenemos, sin gastar esa fortuna inalcanzable que cuesta la caja más completa (unos 3 mil 800 morlacos), prácticamente todo el material de audio, bajo el título de Let it be (Super Deluxe), en cuatro discos, en crecimiento exponencial conforme vamos avanzando en la escucha, pues pasamos de las versiones originales del disco 1, a los chacoteos, devaneos, gritos y susurros de las tomas alternativas, versiones desechadas y materiales que nos llevan a una experiencia maravillosa, que consiste en sentir que estamos dentro del estudio de grabación, presenciando todo.

De entre esos materiales insólitos, me quedo con la toma 19 de Get Back, donde John Lennon ejecuta esa pieza clásica ¡a puras carcajadas!, algo así como las carcajadas en las partituras de Mozart, que Milos Forman puso en su película Amadeus.

Los chistoretes que gastan Juanito Lennin, Polma Carne, Yorch Harry Song y Ringo Lilingo Starr, son muy divertidos, en especial los de Lennon, por ejemplo cuando Harrison, atribulado, se queja de que lleva meses sin poder completar el par de versos que finalmente conoceríamos como Something in the way she moves / attracts me like no other lover, y John Lennon le ofrece: ¿y por qué no pruebas con: “Something in the way she moves/ attracks me like a cauliflower”?

Como sucede cuando se dan a conocer versiones alternativas de obras clásicas, uno suele preferir las que se desecharon en lugar de las que se publicaron. Lo cierto es que en las sesiones de grabación sucede música en estado puro.

Resulta evidente lo que ya sabíamos, pero se ponen en primer plano valores que los reflectores opacan, por ejemplo el gran sentido de la poesía de John Lennon, cuando canta:

the wild and windy night
that the rain washed away
has left a pool of tears

y uno piensa en el óleo La noche estrellada, de Van Gogh.

También resulta evidente que sin George Harrison la música de Los Beatles no estaría considerada como una de las maravillas del mundo moderno.

La fama protagónica de la pareja Lennin-Macarne siempre ha opacado la magia de Harrison y la eficacia rítmica de Starr.

Sin esa magia harrisoniana, Los Beatles serían sólo fama y temas pegajosos, como lo fueron en su primera etapa, retratada por cierto en el nuevo libro de un beatlemaniano de primera línea: el escritor japonés Haruki Murakami, quien en su flamante volumen de cuentos titulado Primera persona del singular (de Tusquets Editores, distribuido por Editorial Planeta), incluye el relato With the Beatles, donde narra la siguiente epifanía:

Era 1964. El año en que el huracán de la beatlemanía comenzaba a desencadenarse por el mundo entero con febril frenesí.

En el plantel de la escuela preparatoria, una muchacha que vio por única vez en su vida, quedó para siempre en su mente, así:

“Ella caminaba con el paso ligero, airoso, y un leve apremio, haciendo ondear con desparpajo el bajo de la falda de su uniforme, a lo largo de uno de los pasillos del viejo edificio de la escuela. Nos cruzamos en la penumbra, sin un alma alrededor aparte de nosotros. Apretaba contra su pecho, como si de un tesoro se tratara, un elepé cuya cubierta mostraba el retrato en blanco y negro de cada uno de los miembros del cuarteto de Liverpool y cuyo título rezaba With the Beatles. Se trataba de aquella influyente imagen del grupo en que la mitad de cada rostro quedaba oculto en la sombra. Por lo que respecta al recuerdo que guardo impreso en mi memoria, aquella no era la edición japonesa del disco, ni tampoco la estadounidense de título diferente, sino la original británica, aunque se me escapan los motivos por los que recuerdo con tanta claridad dicho detalle”.

Sigue Murakami: “Mientras mi corazón se desbocaba como un caballo salvaje dando vigorosos latidos como latigazos, noté cierta opresión en el pecho que me impedía respirar con sosiego y holgura, al tiempo que confundía los sonidos, que me llegaban como filtrados y amortiguados –igual que el eco sordo que se produce cuando te sumerges en una piscina–, hasta que al fin solo alcancé a oír un brillante tintineo semejante a un cascabel, profundamente alojado en mis tímpanos, y tuve una sensación similar a cuando alguien te advierte de que algo importante está sucediendo en ese momento”.

Fue, escribe Haruki Murakami, como una especie de portal de entrada a un mundo onírico que, tan pronto como se abrió, empezó a diluirse, descomponiéndose y desapareciendo ante mis ojos, como ocurre con la esencia de los sueños al despertar, cuando las imágenes son succionadas hacia lo más profundo de los intrincados recovecos de un mundo laberíntico y dejan tras de sí un simple pasillo vacío y bañado en la penumbra. Me quedó la impresión de que así es como sucede casi todo lo importante de la vida.

Es momento de preguntarle, hermosa lectora, amable lector: ¿qué significado tiene en su vida el disco Let it be? ¿Vivió usted el nacimiento del álbum? ¿Qué edad tenía usted cuándo lo conoció? ¿Se sabe de memoria y acostumbra usted cantar alguna o todas las canciones del disco, en la soledad, en la regadera, en la carretera, en el amanecer? ¿Ocurrió en la vida de usted algún episodio epifánico como el que vivió y narra Haruki Murakami?

Dice don Haruki: Como no se me presentaba fácilmente en el mundo real una impresión tan intensa como aquella primigenia, me reconfortaba (y me conformaba) con reproducirla en mi mente, una y otra vez, hasta el punto de acabar convertida en mi bien más preciado e íntimo y en una especie de punto de apoyo en mi tránsito a lo largo de la vida. Cuidé primorosamente de dicho recuerdo como si se tratara de un indefenso gatito que llevara siempre conmigo en el cálido y holgado cobijo del bolsillo de mi abrigo.

El relato autobiográfico de Murakami continúa en su clásico estilo documental y pone en contexto lo que significaron los Beatles en su generación; reproduce datos, cifras, referencias como fichas técnicas; revisa musicológicamente la producción hasta ese momento del grupo, relata los idilios de su primera juventud, al abrigo de esa música, la compara con la de los Rolling Stones, The Byrds y otros, siempre como una autoridad en la materia, como lo hace en otro de sus libros: Música, sólo música, donde reproduce las conversaciones que sostuvo con el director de orquesta Zeiji Ozawa y que también recomiendo, como también aconsejo la lectura del más célebre de sus libros: Tokio blues. Norwegian Wood, que es la canción favorita de Naoko, novia del protagonista, Toru Watanabe.

Hay legión de beatlemanianos notables. Además de Murakami, el maestro Quino, devoto de Los Beatles y de Bach. Y ya que hablo de dibujantes, tenemos entre nosotros a un admirador del cuarteto de Liverpool: el monero de La Jornada, Hernández.

Y, por supuesto, ejércitos de músicos que han interpretado a Los Beatles y me atrevo, porque estoy convencido, de cambiarlos a todos por uno solo: Caetano Veloso, por su versión magistral de For No One, epifanía que transcurre en cinco minutos y que dura para toda la vida, como le ocurre a Murakami.

El Disquero de hoy les deja de tarea responder a la pregunta ya formulada: ¿Qué significa para su vida íntima, hermosa lectora, amable lector, el disco Let it be?

Evoquemos, recordemos, cerremos los ojos, repasemos las epifanías de nuestras vidas con música de Los Beatles. Flotemos, abracemos mentalmente un ejemplar del elepé, o bien de un disco compacto, apretándolo contra nuestro pecho, caminando por los pasillos umbrosos de nuestra biografía.