Maquinazo 2 (o 3)
lguna vez mencioné aquí mismo un artículo de Hermann Bellinghausen llamado El maquinazo
. Es viejísimo el artículo, del Unomásuno creo, qué tan felices como extraños tiempos. El autor no sabía escribir, lo confesaba y escribía. Algo así, seguramente también lo dije, leyó en alguna tertulia Manuel Acuña: un poema en el que se preguntaba de qué escribir y concluía que de nada, poema no habría esa vez. Pero uno se preocupa, y no sin razón. Así es que motivado por haber apenitas publicado un libro me puse primero contento y acto seguido me deprimí (Federico Campbell aludió a ese fenómeno, aunque no coincidimos con exactitud). Y dije: ¿Ahora qué digo?
Pues lo que siempre he dicho, que no sé qué decir
. Y escribí algunos sonetos, de los que comparto (espero quepan aquí) dos:
Caray, caray, caray, caray, carajo, / yo de andar en el ajo ya me bajo. / Zafo de esa actitud algo buscona / que qué tendrá que ver con mi persona. // Caray, caray, carajo, qué relajo, / en qué líos me metí. Corto de tajo / con el que fui, que he sido, y que me encona / el corazón temblando y no perdona. // Pero qué perdonar no nada tiene, / exige lo que no. No me conviene / serle fiel a quien fiel nunca me ha sido. // Caray, por fin de mí me desolvido, / doy con el centro que infinito es / y me regresa al érase una vez.
El segundo:
Un dolor me acontece y me acontece / sentir que desde cuándo no estoy vivo / y por ello quizás es que percibo / que vivo estoy o al menos lo parece. // Quisiera yo cantar esto que escribo, / sé bien que canto es más que escritura. / ¿Bien? No lo sé, quizás se me afigura. / Bien puede ser y esa verdad esquivo. // Un dolor me acontece, me derrota. / De mi diestro costado sangre brota / y cuatro clavos me sostienen mal, // mas me sostienen, y mi cuerpo es tal / que más es cruz que cuerpo, más dolor / que... No, felicidad, y sin sabor.”
Otro, otro soneto, ya no cabe, pero entonces, para que el espacio no se sienta desairado, pongamos una copla del libro que digo y cuyo nombre por ahora callaré. Va:
Escalón de plata fina / después del plomo subía / el alma mía / y al llegar al oro ardía.