l lunes se hizo pública la carta que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, envió la semana pasada a su homólogo Andrés Manuel López Obrador en respuesta a la que el mandatario mexicano le hizo llegar el 7 de septiembre. En su comunicación oficial, el demócrata expresa su beneplácito por la reanudación robusta y respetuosa
de la relación bilateral en materia económica y de seguridad, deja abierta la posibilidad de reunirse con López Obrador y afirma que comparte la visión de un sistema migratorio que proteja humanamente nuestras respectivas fronteras, amplíe las vías legales de oportunidad y protección en Estados Unidos, considere las solicitudes de asilo de manera justa y eficiente, reduzca la migración irregular y aborde las causas fundamentales de la migración
.
Asimismo, Biden resalta que buscará ampliar los fondos destinados a la asistencia internacional a los países centroamericanos y agradece al gobierno mexicano por los programas Jóvenes Construyendo el Futuro y Sembrando Vida, que se aplican en el sureste de nuestro territorio en beneficio de los más pobres
. En cuanto a la propuesta obradorista de hacer extensivas esas estrategias a las naciones del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras), el mandatario estadunidense adopta un tono de cautela y únicamente ofrece considerar una posible actividad piloto conjunta
en la cual se aprovechen las observaciones y lecciones de los programas existentes y por implementarse
en la región.
Por su tono y contenido, se trata de un documento importante que da un portazo definitivo a las voces que por meses han augurado una ruptura supuestamente inevitable entre la Casa Blanca y el gobierno de la Cuarta Transformación. Sin duda, el aspecto más positivo de la misiva estriba en la voluntad de la administración estadunidense para transitar hacia un nuevo abordaje del tema migratorio, en el entendido de que este fenómeno sólo puede controlarse atendiendo sus causas.
Con todo, está claro que la excesiva cautela e incluso la vaguedad de la carta distan de reflejar la urgencia de las problemáticas en juego. El incesante flujo de personas que huyen de la violencia, el hambre y la falta de oportunidades en sus lugares de origen exige no una posible actividad piloto
, sino una acción conjunta inmediata para elevar la calidad de vida en la región y poner fin a lo que ya es una crisis humanitaria de graves proporciones.
Si ya hay una comprensión de las causas de la migración, ahora es necesario convertir las palabras en actos a la altura de las circunstancias; actos que deben contemplar la ampliación del horizonte de estas políticas para incluir no sólo a los tradicionales expulsores de migrantes, sino también y de forma primordial a Haití, cuyos habitantes requieren más que nunca de la solidaridad internacional.