demás de la sustitución de la OEA, es urgente abordar dentro de la Celac el problema que es el Centro Internacional de Arreglos de Diferencias Relativas a Inversiones del Banco Mundial (Ciadi), dado que países de América Latina y el Caribe son los más demandados en este organismo, por miles de millones de dólares por corporaciones trasnacionales a escala mundial, especialmente por industrias extractivas. No es tarea sencilla. Ante el avance de la integración regional con la reactivación de la Celac, en la pasada reunión de cancilleres en la Ciudad de México, hubo disensos. Colombia, Paraguay y Uruguay criticaron la participación de Venezuela, uno de los pocos que se ha retirado del Ciadi. (Bolivia y Ecuador también se retiraron del Ciadi, pero el último reingresó con el regreso de un gobierno neoliberal.) Con posiciones diametralmente encontradas, un demencial presidente Bolsonaro en Brasil y otros gobiernos reaccionarios, como los citados, la tarea integracionista de la región se dificulta.
La apuesta por la Celac es esencial. Como dice José Steinsleger, la iniciativa fue posible alcanzar con estadistas convencidos de que, sin unidad, América Latina seguirá cavando el hoyo económico y social en que se encuentra
(“¿Podrá la Celac acabar con la OEA?, La Jornada, 29/9/21). Es importante, pues se da en medio de realineamientos geopolíticos y económicos globales. Los países anglosajones fortifican, ante el creciente poderío de China, su alianza de inteligencia militar de los cinco ojos
(EU, Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda y Australia, https://bit.ly/3Fha8gQ), surgida al fin de la Segunda Guerra Mundial. Ya vimos su actuación con la crisis diplomática en que EU y Reino Unido arrebataron a Francia un jugoso contrato de submarinos nucleares con Australia. Como dice Walden Bello, analista experto de Focus on the Global South y de la Universidad de Binghamton, esta alianza liderada por EU, Reino Unido y Australia (Aukus) está diseñada para escalar en la zona indopacífico el militarismo estadunidense frente a China y la nuclearización de altamar, y desestabilizar toda la región, obligando a sus países a tomar partido entre las grandes potencias y avanzar en la nuclearización de Australia
. Sigue también la tendencia comenzada por el Brexit y por Trump del desdén anglosajón a la tradicional alianza con la Unión Europea.
En contraste con el belicismo estadunidense y de sus aliados, en su declaración la Celac Reafirma su compromiso con la defensa de la soberanía y del derecho de todo Estado a construir su propio sistema político, libre de amenazas, agresiones y medidas coercitivas unilaterales en un ambiente de paz, estabilidad, justicia, democracia y respeto de los derechos humanos
(https://bit.ly/3BgqCTJ).
Andrés Manuel López Obrador ha llamado a que se constituya en América Latina una integración similar a la Unión Europea, para lo que se necesitaría crear instituciones como el Banco del Sur, lo cual hubiera sido más posible, y se desperdiciaron oportunidades, en la primera década de este siglo cuando la Unasur y la Celac estaban en auge. Sin embargo, en la declaración final de la Celac de 44 puntos se alcanzan muchos acuerdos. La Red Latinoamericana por Justicia Económica y Social (Latindadd), que hace un llamado por una Celac social, resalta la creación de un plan de autosuficiencia sanitaria regional para enfrentar la pandemia de Covid-19; un pronunciamiento en favor de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas; un llamado al Fondo Monetario Internacional para asegurar el acceso oportuno a los derechos especiales de giro; el saludo a la creación de la agencia latinoamericana y caribeña del espacio, y la ratificación del más alto compromiso en la lucha contra el cambio climático, entre otros puntos de gran importancia para la integración regional
(https://www.latindadd.org/2021/09/20/el-retorno-de-celac/).
Pero un tema que me parece ausente en la pasada cumbre de la Celac, que debería ser unificador para la región y ser considerado en paralelo a la sustitución de la OEA –por un organismo verdaderamente autónomo
como dice AMLO–, es el de la sustitución del Ciadi. Ya la Unasur se había planteado en 2016 la creación de un centro de solución de controversias en materia de inversiones, que se ha quedado en el tintero.
Como recuerda Robin Broad, profesora de la American University de Washington DC, durante la reunión anual en 1964 del Banco Mundial en Tokio, 19 países latinoamericanos (más Filipinas e Irak) votaron contra la creación de una nueva sección del Grupo del Banco Mundial a través de la cual corporaciones extranjeras podrían llevar a juicio a gobiernos y eludir sus sistemas de justicia nacionales
. Este sería el Ciadi. El histórico voto fue apodado el No de Tokio
(https://www.alainet.org/es/articulo/167530). A lo largo de los años, el consenso de Washington
, la deuda externa y programas neoliberales de ajuste estructural fueron quebrantando voluntades. Brasil, Cuba y México fueron los únicos países en la región que se habían resistido a ratificar el convenio del Ciadi pero en 2018 el gobierno de Peña Nieto finalmente cedió. México enfrenta en este organismo demandas por miles de millones de dólares. Debe formar un grupo de países para empezar una retirada hemisférica del CIADI del Banco Mundial, organismo sostén del neoliberalismo corporativo.
*Investigador del Institute for Policy Studies de Washington D.C. www.ips-dc.org