Espectáculos
Ver día anteriorSábado 2 de octubre de 2021Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Subestimamos el poder de la música: Ted Giogia
Foto
▲ El crítico musical Ted Giogia publicó en español el libro La música: una historia subversiva.Foto cortesía de Turner
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 2 de octubre de 2021, p. 7

Se publicó en español una interesante obra del crítico musical Ted Giogia: La música: una historia subversiva (Turner, 2021). En él, el articulista de Los Ángeles Times analiza cómo se relacionan los acontecimientos políticos, tabúes y condicionamientos de cada época con el desarrollo de la música. El seductor libro de casi 600 páginas inicia su recorrido con la fabricación de los primeros instrumentos musicales, –hechos con huesos y pieles de animales– y, por medio de sus 28 capítulos, aborda temas como los intentos por teorizar las armonías –realizados por Pitágoras–, el nacimiento de los ritmos modernos y llega a la era de las listas de reproducción y el surgimiento de la industria musical en formato digital.

¿Cómo dar un repaso por las variedades la innovación musical sin romperse la quijada a bostezos o explicar las complejidades de la antropología social ligada la dinámica musical sin inducir migrañas? Giogia tiene la respuesta. Con un estilo ameno y conciso, el estudioso demuestra que, después de hacer a un lado juicios previos y acercarse al tema con una mentalidad abierta, la historia de las innovaciones que permiten crear música está ligada al sexo, la magia, los estados de trance y otras actividades –todas ellas calificadas por las buenas conciencias como vergonzosas e irracionales–. Uno de los objetivos principales del libro es demostrar ciertas tradiciones musicales calificadas como respetables y ahora asociadas a las élites culturales, en realidad proceden de ambientes marginales.

La gente tiene el poder

Con la intención de llegar al lector en general, Ted emprende la tarea de explicar la dinámica de la música para rastrear cómo los estilos y formas evolucionan, siguen su curso y, eventualmente, son remplazados o revitalizados. Para cumplir con esta importante tarea los primeros capítulos y el epílogo del libro operan como una extraordinaria declaración de principios. Particularmente interesantes resultan una serie de ideas que se desprenden de los capítulos: Carnívoros en el auditorio, El narrador de historias y La vergüenza de la música, que forman parte del tratado.

Consciente de que las canciones son depósitos de muchas clases de energías y tipos de poder, uno de los temas que más apasionan al escritor es conocer cuál es el papel que desempeñan a la hora de formar coaliciones en las sociedades humanas y propone que, a lo largo de su dilatada historia, la música siempre ha tenido una vinculación íntima con la conducta agresiva y tribal, ya sea de la caza, guerras, huelgas, protestas políticas o simplemente las competiciones deportivas. En este sentido, la música funciona como una extraordinaria herramienta para fomentar la formación y cohesión de grupos.

Sobre este mecanismo el estadunidense sostiene que una canción puede sacudirnos emocionalmente e inculcar lealtad a una causa colectiva. Pensemos en un caso concreto: Freddie Mercury. Cuando Queen desató el fervor de más de 70 mil seguidores con una improvisación de apenas dos minutos el 12 de julio de 1985 en el estadio de Wembley, su asistente personal, Peter Freestone, dijo: nunca he visto a un hombre atrapar el mundo entero en la palma de su mano de esa forma. Poco después, el líder del grupo afirmó en un documental: “lo que más me gustó fue ver al público sintiéndose parte del show”. El Live Aid pasó a la historia de la música y de la cultura popular como el concierto que, según la BBC, recaudó 30 millones de libras y cambió la cara del rock, al unir a los espectadores en un éxtasis musical casi religioso. El mítico concierto Live Aid y la actuación de Mercury permiten a los melómanos comprobar una de las tesis del historiador musical: el público no sólo participa en estos rituales, sino que se empodera por medio del proceso.

Como se ve, Ted Giogia asigna al enfoque participativo de la música un papel central dentro de su investigación, pero no es el único; las instituciones poderosas e influyentes a lo largo de la historia entendieron la capacidad que las melodías poseen para perturbar las normas sociales y temieron a la música, pues entendieron su enorme potencial subversivo. La degradación del intérprete, música prohibida o despreciada fueron las respuestas naturales ante los ritmos que logran alterar el orden social o destruir la estabilidad y esta rigurosa estratificación de la música, legado que nos heredaron los griegos, continúa hasta nuestra época.

El autor y dueño de una de las colecciones más grandes de material de investigación sobre jazz y música étnica en Estados Unidos demuestra en su pasado libro que esta visión del mundo puede provocar ciertas decisiones con consecuencias desagradables. Ejemplo de esto es el papel crucial que las mujeres desempeñan en el campo de la música. Hombres poderosos intentaron borrar, marginar o interpretar las canciones de las mujeres, relegándolas al campo de la magia, el sexo, la fertilidad y las prácticas rituales. Algunos ejemplos de estas pautas son la desaparición de la mayor parte de la obra de la poeta Safo –compositora lírica griega– quien en sus creaciones trató de expresar las necesidades de su comunidad.

Concienzudo tanto en su crítica como en su cronología y alejado del carácter apático y aburrido asociado a la historia de la música y la alta cultura, Giogia documenta la mayoría de los desarrollos importantes en ésta en breves capítulos que demuestran hasta qué punto nos une la música en vez de separarnos. El enfoque académico del autor puede no saciar a los fanáticos de los chismes de celebridades, en cambio las detalladas informaciones que presenta hacen que las ideas que despierta en la cabeza del lector brillen como si de un árbol de Navidad se tratase.