urante el muy pandémico año 2020, una mayoría abrumadora de festivales artísticos del mundo fueron cancelados, suspendidos, pospuestos o mutados hacia versiones extrañas de sí mismos. En este contexto, fue muy interesante notar que el festival Visiones sonoras, que en 2020 celebró su decimosexta edición, se vio afectado apenas marginalmente. Me explico:
Visiones sonoras es el festival mexicano de la música electrónica, electroacústica y acusmática (acérquese al diccionario, lector, y hallará precisiones interesantes), producido y realizado por el CMMAS, que no es otra cosa que el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras. Debido a las características peculiares de las composiciones que ahí se trabajan, incluso antes de la pandemia el certamen incluía la presentación de numerosas obras en diversas formas y formatos de video. Así, cuando llegó el encierro, al CMMAS le resultó relativamente fácil (aunque no menos doloroso) prescindir de su público presencial y poner sus Visiones sonoras en línea. Con ese antecedente, la edición 2021 del encuentro fluyó de manera más orgánica en el útil, inquietante, y para mí no del todo convincente, ciberespacio. A la usanza, Visiones sonoras, en su edición 17 integró conferencias, talleres, clases magisteriales, mesas redondas, y, lógicamente, una interesante columna vertebral de conciertos
; las comillas son mi propio distractor, mientras pienso en qué es un concierto y qué no lo es.
Así, tuve oportunidad de mirar y escuchar un buen número de videos de VS 17 en los que hallé un poco de todo, y de distintos niveles de calidad. El proyecto boliviano Ra beat es básicamente un grupo de rock-pop (¿o pop-rock?) que combina voz, instrumentos acústicos y un poco de electrónica. El grupo no es malo per se, y hay en su trabajo sonoridades interesantes. Pero si hay un grupo cuyas rolas puedo escuchar en cualquier estación de radio, y cuyos videos pueden estar en todo canal de música, no me parece que tenga lugar en un espacio como Visiones sonoras. La obra Tempus / Pacha de Fredy Vallejos se sustenta en la lectura de poemas y el procesamiento de la voz, acompañada de una imaginería de orientación naturalista, indigenista y social que, por falta de sutileza y articulación, se convierte en un discurso con tintes de panfleto. Tamgù, de Isabel Loyer y Luis Paris, es una muy interesante pieza acompañada por animación manual a la antigua, poblada de imaginería erótica explícita y un poco de danza, en una eficaz fusión expresiva.
La imagen de la obra Manifiesto Yuma (Salomé Lancheros, Mercedes Invernizzi Oviedo, Milagros Castillo) está filmada en un blanco y negro de cualidades oníricas, inquietante, con algunas pinceladas de color, y con un cimiento sonoro de muy buen nivel. Lanoiseforp, de Enrique Landívar y David Barberán; y Homs, de Juanjo Ripalda, son complejas estructuras narrativas audiovisuales muy bien logradas. La segunda, en particular, transita con eficacia entre estadios realistas, simbolistas y surrealistas.
Y, venturosamente, Visiones sonoras 2021 permitió recordar que todavía existe esa cada vez más rara especie que es el músico eléctrico en vivo; de ello, dos ejemplos muy buenos. Solo set, de Federico Barabino, presenta al autor en su estudio, manipulando un sistema de amplificación tubular a la vez que modifica el sonido sintetizado a base de sutiles gradaciones, obteniendo una paleta sonora de muy buenas texturas.
Tuinky Little Star, de Josué Collado, no es otra cosa que la sencilla imagen del buen baterista mexicano Adrián Oropeza, interactuando con lo electrónico, con resultados de alto nivel musical, lo que viene a demostrar que, casi siempre, menos es más.
Esta es, a mi entender, una de las mejores piezas entre aquellas que pude presenciar. No tengo el espacio que quisiera para comentar muchas otras; puedo concluir diciendo que si bien este gran festival que es Visiones sonoras funciona bien en el espacio virtual (después de todo, el CMMAS trabaja prioritariamente con la fusión/interfaz entre la música y las nuevas tecnologías), ojalá pronto regrese a su dinámica presencial original.
Aunque usted no lo crea, lector, un concierto de electrónica en vivo (así sea sin músicos de carne y hueso) es un asunto fascinante.