mérico, mi madre me trajo dos cobijas, toma una para ti.” Me la ofrecía Sócrates, cuando compartíamos celda con otros cuatro compañeros en la crujía H, llamada de paso. Mucho ayudaba pues pasábamos por un frío infernal en las literas de gruesa lámina oxidada y despostillada. Eso ocurría ya en Lecumberri un par de días antes de que nos entregaran la boleta de auto de formal prisión el 8 de octubre del 68. En ese muy breve lapso lo pude tratar de cerca y me dio la impresión de persona bondadosa, serena, bromista y de buen talante, a pesar de venir golpeado y amedrentado frente al pelotón de fusilamiento. Eso me dijo. Sócrates, fogoso orador, agitador y líder que dirigía y movía las asambleas en la Escuela Superior de Economía, donde a la sazón laboraba yo como profesor. Ahí lo conocí en pleno fragor de la batalla. Después de la H nos asignaron a crujías diferentes y prácticamente perdimos contacto durante casi dos años antes de que él fuera liberado.
En su excelente artículo Un huélum para Sócrates
publicado este lunes, su autor, Julián Andrade, lo reivindica rechazando la definición de traidor que le endilgó buena parte del liderazgo del Consejo Nacional de Huelga. En efecto, no creo que Sócrates haya traicionado al Movimiento del 68, al menos hasta el 2 de octubre. Lo que sí hizo fueron dos hechos: uno censurable y estúpido, el otro de una proverbial y lacayuna cobardía.
El primero, señalado por Marcelino Perelló, fue: La provocación de Sócrates consistió en poner a votación el exigir al presidente que el 1º de septiembre rindiera su Informe desde el balcón central de palacio ante la multitud reunida
. Cosa que no había acordado el CNH. Si el primer hecho es censurable y estúpido, creo que el segundo, el más destacable, que lo pinta en su posición lamentable y advenediza, fue la carta del 23 de enero de 1969, firmada desde Lecumberri por Sócrates Amado Campos Lemus, Marcos A. Ávila Cadena y Carlos Martín del Campo, dirigida al excelentísimo
presidente Gustavo Díaz Ordaz, donde entre otros conceptos le expresan: “Tomando en consideración la reflexión y gran experiencia que nos ha dado la cárcel, estamos dispuestos a evitar a los nuestros…mayores sufrimientos y penas, colaborando con usted… para poner fin a esta caótica situación… De concedérsenos nuestra libertad, lo que no dudamos, conociendo su alto sentido de patriotismo y grandeza de alma… nuestro primer deseo que elevamos a usted por este conducto, sería el tener una entrevista… a fin de estrechar su mano, dar a usted nuestras más profundas gracias y… organizar un público acto de desagravio y solidaridad con usted, en unión de todos nuestros compañeros estudiantes”. Párrafo descrito en el que considero es el mejor libro escrito hasta ahora sobre el movimiento del 68, de Arturo Ortiz Marbán, A 50 del 68: prisión y otras vivencias.
¿Pero cuántos más Sócrates y ex líderes del 68 andan por ahí, que cambiaron sueños y utopías, alineándose al statu quo y los valores dominantes?
*Consultor en economía de los recursos naturales y desarrollo sustentable. División de Estudios de Posgrado. Facultad de Economía UNAM.Preso político del movimiento estudiantil-popular de 1968