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Tumbando caña

Adalberto Álvarez, renovador del son cubano

A

dalberto Álvarez es uno de los imprescindibles nombres de la música popular cubana contemporánea. Su labor como compositor, arreglista y director de orquesta ha dejado profunda huella en el desarrollo del son cubano, revolucionándolo y otorgándole una nueva sonoridad. Una sonoridad universal.

Tras su partida física, el pasado primero de septiembre, deja una estela de enseñanza y vigor musical. En los homenajes-recordatorios que se han hecho en Cuba tras las exequias, se ha dado testimonio de su obra como escuela para los nuevos soneros. Fuera de Cuba es uno de los autores más solicitados y su obra tiene un espacio en discos de los nombres mayores de la salsa: Papo Lucca, Oscar D’León, Roberto Roena, Ismael Quintana, Louis Ramírez, Bobby Valentín, Andy Montañez, Willie Rosario, Willy Chirino, Juan Luis Guerra y Gilberto Santa Rosa, que han versionado con respeto sus sones.

Un poco de historia…

Originario de La Habana (1948) y avecindado desde pequeño en Camagüey, Adalberto proviene de una familia de músicos por lo que desde temprana edad fue miembro activo en las tertulias soneras que frecuentemente se daban en casa. A su padre, don Enrique Álvarez, clarinetista y cantante de la orquesta Avance Juvenil, la más importante de Camagüey, lo visitaban muy seguido soneros de la talla de Arsenio Rodríguez, Félix Chappotín y Miguelito Cuní y otros que armaban tremenda descarga la que el niño Adalberto disfrutaba vivamente emocionado aprendiendo desde entonces a respetar la tradición y a forjarse una idea de ese universo tan particular.

Motivado por profundizar más en la música y tras de desistir en su intento de ser piloto aviador, Adalberto Álvarez marcha a La Habana para matricularse en la Escuela Nacional de Arte en la que estudió fagot porque para piano (como era su deseo) no hubo plaza.

El fagot no constituyó ningún problema. Estudió ocho años ese instrumento y en el inter armó, con algunos compañeros de la escuela, una charanga que le sirvió para experimentar sus ideas musicales y estrenar sus primeras composiciones. Algunos de esos temas fueron interpretados por la orquesta Rumbavana por lo que su nombre empezó a darse a conocer en el ambiente de la música bailable. Tenía apenas 15 años de edad pero por la temática de sus canciones, tan sobria y desacostumbrada en el son, la gente creía que se trataba de una persona adulta.

Los textos de sus canciones, aunque revestidos de una lírica costumbrista procuraban ir más allá de fórmulas preconcebidas, de estribillos repetitivos. Y aunque le reprochaban lo extenso de sus textos (parecen periódicos, le decían) reconocían en ellos una búsqueda por trascender.

Cuando sus canciones empezaron a ser populares en Cuba, fue instado por su padre y algunos amigos a que formara su propia orquesta donde ventilara todas sus ideas. Le decían que aprovechara más su talento, que no permitiera que otros se hicieran famosos con sus composiciones.

Adalberto se mantuvo indeciso por un tiempo. No se sentía con autoridad para saltar a la escena. Por lo que se refugió en la composición. En ese estado se mantuvo dos años, tiempo en que surgieron las melodías y canciones que muy pronto Cuba entera estaría cantando y bailando.

Después de graduarse regresó a Camagüey y se instaló como profesor de literatura musical en el conservatorio local. Empleo que compartía con la dirección de la orquesta de su padre. Un buen día, con cinco elementos del Avance Juvenil (cuatro trompetas y un trombón) partió a Santiago de Cuba en busca de los elementos necesarios para formar la orquesta esperada. Vamos a hacer son, pero de acuerdo con nuestra época, sentenció entusiasmado Adalberto a los convocados. Muy pronto completó la nómina que en definitiva llegó a 14, por lo que la agrupación se llamó Son 14.

Su primer acto fue en un baile masivo en Santa Úrsula, área recreativa de la capital oriental. Allí los conoció el prestigiado pianista Frank Fernández quien percibió en ellos un proyecto original y tonificante a la música cubana. El afamado concertista entabló amistad con Adalberto a quien le descubre una personalidad abierta a la expresión y a la vez un talento genuino de preparación académica que recoge el lirismo tradicional y destaca inteligentemente la bravura del son montuno. Como expresó a los directivos de la Egrem (la casa grabadora de La Habana) en su posterior recomendación.

Es así que en el verano de 1979 Son 14 grabó A Bayamo en coche, un álbum de nueve temas que representan una especie de locura nacional. Trabajo que hizo que la agrupación se escuchara hasta en los rincones más apartados de la isla. El álbum es una excelente muestra del talento de Álvarez en él que, el joven compositor, logra conseguir un equilibrio muy justo entre los elementos constitutivos de la canción: letra y música. En sus creaciones está presente lo mejor de la tradición criolla. Sus sones brindan con frescura ejemplo de cubanía y los boleros vindican la tradición de la trova.

El lenguaje armónico en esta obra no es otra cosa que la muestra de una apertura hacia todas las tendencias de la música contemporánea. Por eso es muy importante este primer disco, porque refleja lo que hará en el futuro Adalberto Álvarez. Y porque representa un parteaguas en el quehacer sonero de Cuba.

(continuará)