De compromisos irrenunciables
l pasado 31 de diciembre se hizo oficial el decreto contra la producción del maíz transgénico en nuestra nación, con un plazo hasta 2024 para liberar los campos del herbicida glifosato, indispensable para el cultivo de transgénicos. El 29 de septiembre la Suprema Corte de Justicia discutirá la ratificación de la medida precautoria antitransgénicos. Debido al prestigio del ministro presidente Arturo Zaldívar, parecería exagerado amenazar con un movimiento imparable nacional si llegara a recular el compromiso irrenunciable que nos defiende, por vez primera, del deterioro ya emprendido en los cuerpos y las mentes con los venenos, materiales y virtuales, que se inventan vertiginosamente para acumular en la acera de enfrente fortunas inimaginables en inverosímiles formas e insospechados territorios.
Debido a que, un día no tan impreciso, la humanidad se separó, de un lado, en una mayoría pacífica, integrada a la naturaleza y sorprendentemente creativa para dar respuestas a los retos de su diversidad y sus cambios, y del otro, en una minoría que, aterrorizada por la fuerza de Natura, empleó su creatividad en contrariarla, aunque fuera destruyéndola y autodestruyéndose, para lo que fue inventando una ciencia y tecnología enfocadas a uniformar a los pueblos y empobrecer la biodiversidad en un proyecto de mandato con mandatados, de explotación deestos y acumulación de capital en manos de los primeros, sin valores éticos ni proyecto previsible más allá de un punto escalofriante de degradación, hoy vemos ¿impasibles? cómo graban en los cerebros de las nuevas generaciones de todo el mundo la lógica del más fuerte y el valor supremo del dinero, representado por las mercancías que se adquieren con éste... pero sin revelar que es así como se redondea el ciclo del capital.
Mientras nosotros, las viejas generaciones, aún no reconocemos que abandonamos ya hace decenios la protección de los nuevos y permitimos que llegara, a quienes íbamos procreando, la perversión que ocultan una ciencia y tecnología al servicio de los capitales. No defendimos a los jóvenes con una educación e información que los protegiera del mercado, no los protegimos del alud asfixiante de comestibles y bebidas que matan a plazos y, entretanto, degradan su salud, sus cuerpos e inteligencias. El desastre poblacional está frente y alrededor de nosotros y sí, era para hace muchos ayeres la prohibición radical e irreversible de los transgénicos y sus asociados químicos. Así como el control de los comestibles chatarra.
Por esto, soy una más de las personas que convocan a levantar la voz y los puños contra una revisión de la ley antitransgénicos que la debilite.
Y no bajaremos ni la una ni los otros mientras no recuperemos nuestra autosuficiencia productiva de alimentos sanos y no alcancemos una real soberanía alimentaria como estrategia de seguridad nacional. Así fuéramos en contra –que no es el caso– de nuestro Presidente, mal asesorado por algunos de sus colaboradores portadores de la voz del antiguo régimen.