El paso del huracán Grace por la Sierra Nororiental de Puebla. Del desastre a la organización y la ayuda necesaria
Al día siguiente la gente salía de las casas para, ya con la luz del día, poder mirar lo que había sucedido. Dentro del pueblo había muchas casas sin techo, las láminas tiradas por doquier y algunas ya inservibles; los pequeños huertos y árboles frutales en los traspatios estaban dañados; algunos pollos y gallinas muertos, todos mojados; mojada y sucia también la ropa, los pocos muebles.
Más allá del pueblo, los campos de cultivo estaban devastados, las milpas todas tumbadas, muchas plantas se quebraron porque ya estaban altas, ya mero se cosecharían los primeros elotes. Los cafetales y árboles de pimienta también se habían derrumbado, tocaba tratar de salvar algo de producto cosechado entre árboles tirados y lluvia que seguía cayendo.
En casi todas las comunidades se fue la luz y tampoco había señal de celular. La gente trataba de sintonizar la radio, pero ninguna señal llegaba, ni siquiera las comunitarias Radio Tsinaka y Radio Tosepan Limakxtum podían trasmitir por la falta de energía eléctrica. Nadie se enteraba de lo que había pasado en otras comunidades, tampoco podían comunicarse al exterior para informar lo sucedido o pedir ayuda de fuera.
Los ríos, esos que los pueblos de la sierra han sabido defender durante más de una década frente a la amenaza que representan los proyectos mineros e hidroeléctricos, crecían incontenibles, el agua arrastraba todo a su paso. En los caminos había árboles tirados que impedían o dificultaban el traslado de vehículos, dicen que algunas de las brechas que la gente utiliza para caminar ya ni se reconocían. En algunas comunidades la red de agua potable resultó dañada.
Y entonces, como históricamente sucede en las comunidades de la sierra en tiempos difíciles, la gente se organizó. Los hombres salían de las comunidades a quitar árboles de los caminos o reparar los daños de las tuberías y mangueras que abastecen el agua, incluso a trabajar junto con el personal de CFE para reparar los tendidos eléctricos. El trabajo de las mujeres no fue menor, desde juntar las láminas que habían quedado tiradas, tratar de lavar toda la ropa de la familia donde se pudiera encontrar un poco de agua limpia, atender y curar a quienes empezaban a enfermar por la humedad, la lluvia y el agua anegada, hasta encontrar la forma de seguir preparando y moliendo el nixtamal para echar las tortillas de todos los días.
Y todo esto en medio de la pandemia que ya ha alcanzado con su tercera ola a las comunidades de la sierra. El panorama en estos momentos es desolador y el futuro no pinta mejor. Los estragos del huracán aún son incalculables, se estiman más de 50,000 casas dañadas y prácticamente todas las familias perdieron la mayor parte de sus cultivos, que representan el alimento de todo el año y los ingresos monetarios a futuro ya que la recuperación de plantaciones de café, pimienta y árboles maderables tardará varios años. La ya de por sí precaria condición de la economía campesina de las familias nahuas y totonacas ahora se encuentra en una situación aún más crítica ante la pérdida de la diversidad de productos que la sostienen.
Hay un esfuerzo de los distintos niveles de gobierno por atender lo urgente, poco a poco han empezado a llegar los apoyos, pero se sabe que no es ni será suficiente para enfrentar el desastre, mucho menos en el largo plazo. Las organizaciones regionales que durante varias décadas han trabajado con la gente y en las comunidades de la sierra también han emprendido campañas de acopio y recaudación de fondos.
Las familias y comunidades de la Sierra Nororiental de Puebla necesitan de todo el apoyo que se pueda dar, no sólo en los primeros días ya que los efectos del paso de Grace se sentirán durante largo tiempo. A través de las organizaciones regionales como la Fundación Tosepan, el Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario AC (IMDEC), el Centro de Estudios Superiores Indígenas Kgoyom (CESIK), Tochan Nuestra Casa AC o la Masehual Siuamej Mosenyolchicauani se están canalizando recursos que llegan a las comunidades y se utilizan en lo necesario en cada momento. Es tiempo de ayudar a nuestras hermanas y hermanos de la Sierra. •