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Intento no reflejarme en mi trabajo, sino que los otros se vean en él: Carmina Hernández

Grabado y poesía confluyen en El gesto y la huella, en el Munae

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▲ En estas páginas, Sin título, 2021, bordado, y Sin título, 2016-2019, xilografía y tinta china sobre papel japonés, dos de las 59 piezas que se exhiben en el recinto de avenida Hidalgo.Foto cortesía del Munae
 
Periódico La Jornada
Lunes 30 de agosto de 2021, p. 8

Haber nacido con parálisis cerebral es una condición que asume con naturalidad la artista María del Carmen Hernández Covarrubias, conocida como Carmina Hernández, de quien se exhibe en el Museo Nacional de la Estampa (Munae) la muestra El gesto y la huella, síntesis de su poesía gráfica a través de 59 obras realizadas en los cinco años más recientes.

Mi vida ha sido normal. La parálisis cerebral es parte de mi normalidad. Lo que sí, es que mi trabajo es un poco más lento y que mis líneas tienen cierto movimiento, algo que considero lindo. Me gusta ese movimiento en mis trazos, porque son resultado de mi cuerpo. Aunque algo muy importante para mí es que no intento verme en mi trabajo, sino que los otros se vean en él, explica.

Nacida en 1961 en la Ciudad de México, Carmina Hernández es grabadora y poeta, universos que confluyen de manera natural en su quehacer. En años recientes ha incursionado también en el bordado, como otro soporte para su creatividad, aunque es una práctica que asume más como una forma de meditar.

Ha hecho también pintura, pero prefiere concentrarse en la xilografía, por las sorpresas y la magia que encierra esa técnica. Además de estar convencida de ese refrán sobre el que mucho abarca, poco aprieta.

Egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hoy Facultad de Artes y Diseño, a su labor artística se debe sumar además su interés y trabajo en la docencia y el activismo en favor de la inclusión de las personas con discapacidad.

Aspectos que ejerce como tallerista en Piña Palmera AC, organización con base en Zipolite, Oaxaca, e injerencia en otros punto de la República, que trabaja con personas con discapacidad en comunidades rurales e indígenas.

En entrevista, la poeta y grabadora cuenta que el arte no fue una elección en su vida, sino un encuentro irrechazable: “No lo elegí, él me atrapó. Cuando me di cuenta ya estaba ahí. De pequeña, como todos los niños, dibujaba, aunque lo hacía un poco más, porque no podía correr ni subir a los árboles.

Al crecer, muchos me decían que siguiera por ese camino, pero quería ser sicóloga; al final, ganó el arte. Mi encuentro con la xilografía también fue mágico. Ocurrió en la ENAP, cuando el pintor Pedro Ascencio me invitó a los talleres después de ver mis dibujos. Fui sólo porque Pedro me cayó bien; la xilografía no llamaba mi atención; nunca me pasó por la cabeza que iba a ser mi vida.

Haber optado por el grabado tiene que ver con su gusto de quitar más que poner, además de considerar que a través de esa disciplina puede expresarse de forma más directa, más primitiva.

Una de las principales características del quehacer de esta artista es la exploración del cuerpo humano, temática por la cual se decantó a partir de asumir que es el elemento mediante el que las personas percibimos el entorno.

Es lo más elemental que tenemos, no hay nada que no se perciba a través de él; no podemos vivir sin estar en el cuerpo y el mundo lo vivimos a través de él, explica.

Me interesa en particular el cuerpo desnudo, porque lo tomo como metáfora de no tapar nada, de exhibirnos tal como somos. Es una metáfora tanto de la parte interna como externa, porque no puede haber alma sin piel.

El interés de Carmina Hernández por la docencia se dio desde que concluyó sus estudios universitarios e ingresó como maestra en una escuela de educación especial, donde advirtió que ni los maestros ni los padres de familia saben cómo tratar a los niños con discapacidad. Ante ello, decidió diseñar talleres especiales.

Me siento muy afortunada, porque el arte es una pasión maravillosa, pero de mucha soledad y ego. Es algo de lo que hay que estar consciente. Ya dije que quería ser sicóloga, pero al final me di cuenta de que el arte llega por otros lados a lo mismo y de forma más divertida. Así me hice tallerista, refiere.

“La práctica del arte nos ayuda a todos, lo maravilloso es que permite ser tal como es uno. En los talleres cuestionamos y reflexionamos actitudes y sentimientos; el arte nos ayuda a facilitar esas impresiones, los miedos, la visión que uno tiene.

Hay que tener muy presente que la discapacidad sólo es una característica, no es toda la persona. Obviamente, como se nota mucho, es lo único que los otros ven; pero, para cambiar hay que ver y conocer todo lo demás.

El gesto y la huella, de Carmina Hernández, puede visitarse en el Munae (avenida Hidalgo 39, Centro Histórico) de martes a domingo de 11 a 17 horas.